OTRA FLOR PARA CAMILO

Por Raimundo López.

Como le cantó uno de los más grandes bardos de la nación, Carlos Puebla, Camilo sigue vivo en el corazón de la patria y de su pueblo, erguido como un centinela que continúa guiando la Revolución que ayudó a triunfar como mítico guerrillero, el Señor de la Vanguardia, y en los primeros actos de justicia y humanismo que la han convertido en la más grande obra de amor y altruismo de la especie humana.
Su presencia eterna entre los que aman y construyen es la plena confirmación del triunfo inevitable del bien, de la bondad, del amor al prójimo, de la hermandad entre los seres humanos, de ese mundo mejor con oportunidades para todos y sin desamparados del cual Cuba y la Revolución son hoy un hermoso símbolo de esperanza confirmada.

Y así será por siempre. Los menos, los cultivadores del odio y la muerte, el hambre y la maldad, se hundirán en el más tenebroso de los olvidos, es el destino inevitable de los enemigos de la patria, aquellos a quienes Martí no le dio espacio en su corazón generoso.

Camilo es el triunfo de la vida y el amor. Sigue vivo, como confirma Carlos Puebla en una de sus más hermosas canciones: “en la risa de los niños y en el verde de las palmas… vivo estará en la pelea tu brazo de guerrillero si por el patrio sendero asoma una mala idea”.

Vivo en la bandera que juró defender hasta después de muerto, al evocar en uno de sus apasionados discursos los versos de Bonifacio Byrne en repudio a la primera invasión de Estados Unidos contra nuestra patria.

Sean estas palabras mi flor para Camilo junto a la de todos los cubanos.

Mi bandera
Al volver de distante ribera,
con el alma enlutada, y sombría
afanoso busqué mi bandera
¡y otra he visto además de la mía!

¿Dónde está mi bandera cubana,
la bandera más bella que existe?
¡Desde el buque la vi esta mañana,
y no he visto una cosa más triste!…

Con la fe de las almas austeras
hoy sostengo con honda energía
que no deben flotar dos banderas
donde basta con una: ¡la mía!

En los campos que hoy son un osario
vio a los bravos batiéndose juntos,
y ella ha sido el honroso sudario
de los pobres guerreros difuntos.

Orgullosa lució en la pelea,
sin pueril y romántico alarde:
¡al cubano que en ella no crea
se le debe azotar por cobarde!

En el fondo de obscuras prisiones
no escuchó ni la queja más leve,
y sus huellas en otras regiones
son letreros de luz en la nieve…

¿No la veis? Mi bandera es aquélla
que no ha sido jamás mercenaria,
y en la cual resplandece una estrella
con más luz, cuanto más solitaria.

Del destierro en el alma la traje
entre tantos recuerdos dispersos
y he sabido rendirle homenaje
al hacerla flotar en mis versos.

Aunque lánguida y triste tremola,
mi ambición es que el sol con su lumbre
la ilumine a ella sola —¡a ella sola! —
en el llano, en el mar y en la cumbre.

Si deshecha en menudos pedazos
llega a ser mi bandera algún día…
¡nuestros muertos alzando los brazos
la sabrán defender todavía…

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