Nunca se había visto tanto desprecio contra el personal de salud, y particularmente contra el gremio médico. Desde que el presidente inició su mandato, toda la culpa de lo bueno, lo malo y lo feo recaía sobre un gremio médico y debo agregar, un gremio médico ¡acéfalo! Recuerdo aquellas peroratas sobre que “a quien no le gustara el trabajo, que lo dejaran”, aun, fanáticos profesionales me decían que “en vez de estar en la casa, quinientos pesos era mejor que nada”.
Por: Francisco Parada Walsh*
Hubo violencia contra el personal de salud, enfermeras atacadas por pacientes, algo nunca visto en una sociedad normal pero aquí sucedió.
Todo por el odio que se inoculaba en la población, todos contra el gremio médico, y nuevamente ¿Dónde estaba, está y estará la dignidad de la profesión élite? ¡No hay dignidad! Pero sí hambre, que por unos dólares más, no importa aceptar la plaza que sea y si esto involucra denigrar u ofender, maltratar a un colega, se debe hacer.
El tiempo pasó, nos somete la pandemia y empezamos a ver caer a centenas de colegas, los pasos de honor son cosas del pasado; y nuevamente se ningunea al gremio médico con jornadas extenuantes, negación de permisos personales, se suspenden vacaciones y se les tira al ruedo, a morir.
¿Quién puede refutar lo anterior? Nadie. Y nuevamente, se le pone otra banderilla a ese toro o vaca herida, se le niega un seguro de vida y aun así, muchísimos colegas votaron por el partido re- partido en el gobierno, eso demuestra que estudiar medicina y ostentar estudios astrales y especialidades no es directamente proporcional al sentido común o a la inteligencia aplicada a la vida.
Hoy, resulta que muchísimos médicos saben que los contagios se cuentan por miles pero se prefiere callar, miedo a una reprimenda y el terror más grande es a ser despedidos y dejar de ganar no un salario sino un “salarito”.
Me pregunto, si adolezco de Covid, sé que estoy grave y mis pensamientos aun, desordenados ¿Qué hubiera deseado gritar antes de morir? Decir lo que no es correcto, reclamar mis derechos, honrar a la medicina con dignidad y no en mi lecho de muerte pensar en lo que pude decir. Esa es la realidad de ese gremio que no es gremio porque si pertenecer al Colegio Médico, club social me hace sentir asociado, pues no es algo de sentir el pecho henchido de orgullo, sino saber, que ahí “soy doctor” y me puedo zampar el guaro que quiero, jugar billar, nadar hasta morir boqueando pero eso no es ser un agremiado, sino un simple socio de un club.
Nací en el Colegio Médico, conozco todos los secretos y misterios de tal institución y me retiré por voluntad propia. No quiero una esquela cuando muera, quiero a hombres dignos que defiendan mis derechos pero no los encuentro. Escribo este artículo porque sé que puedo ser víctima del virus y morir ¡si morir es lo más normal por el amor de Dios! Pero quedarme callado por miedo a represalias no es de hombres sino de personas mediocres que, quizá nunca entendieron su valor como profesionales y menos como personas.
Nuevamente gira la rueda de los valores, padres acomodaticios y ninguneados como nadie paren hijos mediocres y así, gira la rueda de los valores. Una pregunta al viento ¿Qué desearía un colega que falleció y prefirió callar aun conocedor que puede morir? Viene a mi mente que el mayor deseo hubiera sido gritar el maltrato a su persona y al gremio. Pero no sucede así. Como diría Orwell, ya no se sabe quién es el hombre y quien es el cerdo.
Mientras, debemos esperar fatales desenlaces de colegas que se debaten entre la vida y la muerte, así, preferimos voltear la mirada a la nada y evitar impregnarme del dolor y del amor al amigo pues al fin ¡Todos vamos a morir! Triste realidad. Doy gracias a Dios que intento escribir, que siquiera no queda un ápice en mi corazón, en el alma, en mi vida de que no señalé lo que me parece injusto, incorrecto y hasta miserable pues en ese caso, dejo de ser médico para convertirme en cómplice por omisión al callar lo que está sucediendo.
Cientos de familias exigen sus derechos, ese seguro de vida que ronda los treinta mil dólares, que apenas servirá para paliar algunas necesidades y lamentablemente, esa prestación ganada con la muerte no se les entrega a los familiares del colega fallecido. Sabemos que en un país tan pobre como el nuestro, cuando muere la madre o el padre, los hijos perdieron el rumbo, dejaron de estudiar en las universidades que sus padres podían pagar, deben cambiar de casa, todo dio un giro de ciento ochenta grados; entonces, si un lector que pertenece al gremio médico apenas pensara en lo que le puede pasar ¿Qué hará? Callar, evitar molestar al presidente, seguir un camino al matadero dócilmente, no lo sé, debe él contestarse.
Mientras, perdemos a la mejor gente y callamos, no soy quién para creer ni por cerca importante ni valiente, no, solo soy un sencillo hombre que aspiro a salir de la mediocridad de las masas y no permitir que se me ningunee ni por todo el oro del mundo. Son puntos de vista personales. Ese es el mío. El indolente, debe seguir en la fiesta de los cachos, el cobarde, debe seguir escondido, el que cree que es eterno, que busque a tiempo su mortaja pues nada se llevará y mientras, callamos a pesar de estar tan claros que seremos la próxima víctima.
*Médico salvadoreño