El Post Hedonismo

Nunca fui de placeres mundanos, de vivir existencias donde el exceso derrote a lo calmo; no, siempre mi vida fue mesurada y solitaria, sé que me cuesta encajar en el mundo porque vivo en mi mundo, esa sencillez de no ser nadie, de amar a los animales, de hablar con las plantas, de darle las gracias al colibrí y a las mariposas que me visitan, ese soy yo.

Por: Francisco Parada Walsh*

Cocinar un buen guiso y a acabarme el vino, como que fuera el fin del mundo el que me puya las costillas para aligerar tomar tan divino brebaje. Sin embargo, no puedo ocultar que todas mis prioridades son para hoy, ya no pienso en ese futuro esquivo que me atenazaba pensando en ahorros, inversiones, fiestas navideñas y otras bisuterías y debo aclarar que cuando hablo de ahorros es lograr reunir los reales para el vino, la cerveza o el ron y cuando me refiero a inversiones es cuántas libras de marrano compraré cada jueves y ver si me alcanza para un pollito con papas gratinadas con amor; recuerdo que hace unos seis meses me sentí mal de salud, empecé a sudar profusamente, los dolores articulares aparecieron, la temperatura se elevó en el termómetro, yo, ser inerte no sabía qué hacer, de repente decido caminar, ir al falso, abrir mi gran portón y no podía caminar; me tomé la saturación y estaba en 78 %, mi amigo, hermano y colega Dr. Ricardo Lara me dijo que me fuera al Seguro Social pero como médicos, somos los peores pacientes así que preferí esperar cómo evolucionaba al día siguiente, recuerdo que mientras estaba acostado volteé a ver mi caja fuerte, una gaveta donde atesoraba mi fortuna imperial, menos de tres cientos pesos y pensé: Si muero, ese dinero será encontrado, gastado y chupado; sea mi familia o un malandrín, fue un dilema cual si la tierra se estrellaría con Saturno, algo que ocupó mi energía porque tenía que tomar una decisión: O lo dejaba para el prójimo o me lo zampaba disfrazado de chicharrones y vino y fue esta opción la que venció por mayoría calificada.

Entendí que no me llevaré nada y desde ese día mi hedonismo es mayor, no falta el buen guiso, el vino, la cerveza, los paseos por bellísimos parajes, las conversaciones infinitas con los amigos, alimentar a tanto perruno me visite y existe un símil entre mi vida y la de la sociedad, todos queremos vivir como que este día fuese el último día de nuestras vidas, hay un desenfreno orientado para el mal, todo es pecaminoso, quizá los siete pecados capitales y no tan capitales no sean suficientes y no critico a nadie; el consumismo ha alcanzado niveles donde “Compre hoy y muera mañana” dan caldo y sustancia a una realidad demasiado dura como es el morir, algo normal.

Me eriza la piel ver que un país azotado por la pobreza, la corrupción, la ignorancia, aun haya padres amados que buscan a su muñeca, a su tesoro, ¡Nombre! Eso es enfermizo, solo en un país que es adicto a la heroína podría soportar tanto dolor, no a la heroína como la Mujer Maravilla, sino esa heroína inyectada que anestesia el dolor y resalta el amor.

¿Cómo no vamos a ser una sociedad hedonista? El Pinochini de América siempre fue, es y será hedonista, de ahí es nombre algo bayunco como Pinochini pero surge de que siempre vivimos en mentiras, siempre; y si hablamos de drogas no hay estrato social que no pase pedo o peda según el lenguaje inclusivo; vivimos al máximo y al mínimo; máximo para joder y al mínimo para servir, esa es nuestra esencia, una maldad que no necesito subir al infierno. La pandemia dejó al descubierto a un mundo más materialista de lo que era, unos pobres y otros, asquerosamente ricos; hoy sucede que el hedonismo y el octavo pecado capital es dominar a las masas a través de una vacuna; fue tan fácil y por un lado nos ofrecen placeres y en la otra mano, prohibiciones, sanciones y en algún momento, el destierro.

El hedonismo se llama Francisco Parada, acá, en mi vida pasa lo que vive cada persona, muchísimos no han entendido que de este juego no saldremos bien librados y aun, postergan amar, entregar, compartir. Que este artículo se lea en doscientos años de nada servirá, y seguiremos siendo peores.

La soberbia se ha ensoberbecido, en su crasa ignorancia llegó por arte de magia a personas mediocres y tenemos a un gabinete y una asamblea legislativa donde pecan de sencillos, mejor dicho, pecan de pendejos. La avaricia nos tiene jodidos, a este joven presidente no le importó el relajo que armó por 109 millones de dólares, hoy, amo absoluto del bitcoin y de los más de tres mil millones de dólares que el Señor Nicolás Martínez confirmó que fueron entregados en efectivo por más de siete meses al ejecutivo, ¿Cómo se le puede llamar a eso? ¿Disciplina tributaria o avaricia? ¡Avaricia! Qué decir de la envidia, muchos sufren en carne propia que no son parte de “las estrellas de Rock”, de ese atajo de bribones, lamentablemente en su sesudo hedonismo votaron por el partido re-partido en el gobierno, y hoy, se dan cuenta que no tienen qué comer, buscan trabajos a la loca, maldicen, lloran, gritan como cabras pero fueron tan torpes, que tristemente merecen ese escarnio muy personal.

La pereza, nada nuevo en este país catalogado como la octava maravilla, lamentablemente, mi vida, lo que conozco día a día es que nadie quiere trabajar, con tres días a la semana le sobran cuatro para hartarse guaro y esa pereza se nota, esa paja de 24/ 7 debió decir: Tomando sopa de pitos. La lujuria, último bastión del placer, quizá rebase en locuras a la avaricia, hombres y mujeres pensando que será su último polvo, todos a los moteles, todos al amor.

Ira, ira, ira, tú, que rebalsas como cae la grasa de un cerdo mantecoso, no solo perteneces a un estamento; ira, nos matamos por un parqueo, estás en país que debes estar: Iralandia. Por la gula no necesito ejemplos, es mi persona el referente de la gula, peco cada día más, ya no puedo caer en la lujuria, prefiero comer, aunque no esté del todo de acuerdo; viene a mi mente un monólogo de “Sandino”, el loco de mi pueblo, de mi Berlín natal, de mi pueblo amado y doliente que decía: Tengo 1.50, no sé si comer o ir donde las putas, mejor voy donde las putas”.

La gula la represento, vivo en un presente frenético, sin visos de un cambio de timón y es la gula, mi principal pecado capital. Todo se refiere a evadir la realidad, no más dolor y que sea el Marqués de Sade quien me ponga los grilletes, agarre un látigo y me azote con esta cita tan hermosa: “La verdadera sabiduría, mi querida Juliette, no consiste en reprimir los vicios, porque, siendo los vicios casi la única felicidad de nuestra vida, sería un verdugo de sí mismo el que quisiera reprimirlos”.

*Médico salvadoreño

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