Yo no escribo por Amor

Sino por desasosiego; escribo porque no me gusta el Mundo donde estoy viviendo”. José Saramago.

Por: Francisco Parada Walsh*

Retomo esta bella frase del gran escritor Saramago, y la aplico a mi vida, a mi deseo irrefrenable de escribir; cada renglón es un grito ensordecedor para mí, no sé si para el lector lo será, cada artículo que se publica es mi dolor y mi impotencia a lo que vivimos; y escribo porque no me gusta el mundo que estoy y estamos viviendo.

Le comento a un amigo que si las cosas no fueran tan surrealistas, adversas y que me quieren vender un mundo y un país como una maravilla, quizá si fuese cierto, jamás escribiría, jamás. Sin embargo este mundo y mi país no es lo que deseo, no me gusta lo que está pasando, sé que un artículo poco hará para que el mundo deje de girar, me basta con la catarsis y drenar todo mi dolor, ira, frustración de vivir en una pesadilla, no vivo en un sueño sino en el “País Pesadilla”, donde soy libre y a la vez esclavo, donde la maldad le retorció el buche a la verdad, donde la muerte y desaparición es ya una endemia; por eso escribo.

Tristemente hay personas, lectores que en ocasiones me han señalado que lo que escribo es duro, que no debo escribir sobre el dolor pero ¿Qué es la vida sino dolor y amor? En esa dicotomía nos movemos y ante mi deseo de cambiar siquiera algo, con un lector que me escriba, que me llame, ya gané el mundo.

Las amistades que la escritura me ha prodigado las cuido, son ellos los que calman mi desasosiego y entiendo que hay hombres y mujeres que comparten mi deseo de dejar un mundo mejor. Apenas, apenitas será el cambio pero si no escribiera, quizá viviría atormentado, mi vida sería un dolor constante, una ausencia de paz en mi corazón, viviría en una guerra entre Jorge y Francisco y al terminar de escribir estas sencillas líneas soy otra persona, soy la paz, la solidaridad, la vida.  Escribir me hace trascender a un mundo donde tengo muchos amigos, cada tecla que acaricio es una sinfonía, es una canción para mis oídos y si, adoro escribir pues me da esa paz que nunca hemos tenido como país.

Esa farsa de vida que tenemos, no es lo que anhelo, ni por cerca, vivo lejos, casi mi vida es la de un ermitaño, trato de interactuar lo menos posible con los seres humanos y me rodeo de animales, y a pesar de creer que soy afortunado por tantas cosas, me castiga ese dolor terebrante, agudo, infinito cuando un estado me cree torpe para creer sus mentiras, conozco demasiada bien la realidad, tanto del área urbana y rural, conozco la pobreza si ¡Soy pobre! Y no puedo dejar de escribir y señalar lo que para mí, no es correcto; podría voltear la cara a la nada y seguir mi marcha cual un jinete sin cabeza pero si pienso, acto noble de la vida, también debo elevar mis pensamientos al Olimpo de la verdad, de la moral y esa es mi ganancia, vivir en paz conmigo mismo.

No soy de superficialidades, menos de maquillajes, soy de la soledad y en ese cuarto oscuro que es mi vida, poco a poco enciendo un pequeño bombillo, empiezo a ver sombras, poco a poco la luz se vuelve intensa, intensísima y esa luz es un artículo que llega a las manos, al corazón del lector. Muchísimas veces esas letras no van escritas con tinta sino que con lágrimas, no puedo ser incoherente en lo que soy, me duele lo que vivimos y si no puedo ser parte de la solución debo siquiera mimetizarme con mi hermano, que poco a poco mi apariencia se plasme en su vida y ser uno solo, un solo dolor, una sola alegría, una sola botella de vino que en vano limpia mis venas.

No escribo ni por dinero, fama ni poder; escribo porque es mi grito de rebeldía a un mundo demasiado malo, y ese aullido de rabia se escucha por todas mis montañas, por todos los ríos, por todos los corazones; así como termino de escribir y guardo la computadora, así, llegará el momento donde debo guardarme para siempre, sin embargo, debo morir en paz de que siquiera sentí ira, alegría, dolor, frustración, felicidad y que esos sentimientos, serán enterrados conmigo y esa sonrisa del lector cuando lee un artículo, son las cosas más bellas que la vida puede darme, nada más. Nada más.

*Médico salvadoreño

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