La mentira como fundamento político

Proceso.

En 1963 Hannah Arendt publicó el libro Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal. La tesis que la filósofa desarrolla en dicho texto reside en que no hace falta padecer un desequilibrio mental, ser psicópata, cruel y perverso para llevar a cabo acciones terribles en detrimento de la humanidad. Arendt construyó su reflexión a partir del juicio a Adolf Eichmann (1906 -1962), oficial nazi y responsable de la organización de la “solución final” que acabó con la vida de millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Como se sabe, la publicación suscitó polémica. Una serie de controversias que la llevarían a dar continuidad al debate. De esta forma, años más tarde publicó otro artículo titulado Verdad y política. En este, la autora repara en la cuestión de si siempre es legítimo decir la verdad; en la relación entre mentira y política y, no menos importante, en los efectos de la falsedad deliberada que caracteriza a los regímenes autoritarios.

Ciertamente, las ideas filosóficas y políticas de Arendt constituyen un aparato teórico importante para pensar y comprender la realidad actual. En Verdad y Política, por ejemplo, sugiere cómo la verdad se enfrenta a una falacia cuyo argumento (sustentado ya sea en una ignorancia endémica o en una mendacidad perversa) orienta a toda una comunidad política a embarcarse en una mentira organizada, esto es, una sociedad que gira alrededor de una realidad falsa. Una realidad fabricada desde quienes ostentan el poder y que tiene por esencia o naturaleza el engaño y la manipulación.

Pensar El Salvador, su realidad política y el pasado, desde algunas de las categorías que Arendt plantea permite alcanzar más elementos para iluminar tal reflexión. Recientemente el régimen ha manipulado el pasado (y el sufrimiento de las víctimas por ese pasado) para establecer su agenda de ataque y debilitamiento a las voces críticas. Hace menos de un mes, el Fiscal General, Rodolfo Delgado, pidió a la Corte Suprema de Justicia (también impuesta por el oficialismo) reabrir el caso de la masacre en la UCA. Aseguró “retomar el camino de la verdadera justicia”. En otras palabras, se adjudicó una lucha que ha sido sostenida no sólo por los familiares de las víctimas y por esta universidad, sino por otras víctimas salvadoreñas y por muchos representantes de la comunidad internacional. Sin duda, se trata de una inclinación por la justicia que es falsa y a conveniencia. No obstante, la manipulación y el desinterés por el pasado en pocos días ha quedado en evidencia. ¿Cómo se puede obtener justicia cuando el mismo régimen desprecia a las víctimas y a sus asociaciones? Y es que representantes del grupo parlamentario oficial han manifestado la posición de no escuchar a las asociaciones de víctimas en la formulación de la Ley de Justicia Transicional. Para mayor agravio, se han dedicado a atacar a las organizaciones que históricamente han realizado el trabajo que competía al Estado.

Por otra parte, en la presente semana, se conmemoran cuarenta años de lo impensable. Una de las peores masacres de América Latina. Alrededor de mil personas, civiles, fueron asesinadas en El Mozote y sitios aledaños. Una fecha trascendental. Una fecha oportuna para reparar ese pasado luctuoso y para pensar en herramientas sociales que permitan avanzar en el camino de la reconciliación. Evidentemente la realidad es opuesta. Ya en el 2020 el presidente se encargó de cerrar esa posibilidad.1 Dio ejemplo de cómo manipular la verdad del pasado para incidir en el presente político. Demostró que no importa cuánto haya que negar o evadir para multiplicar la mentira. Exhibió que su interés y el de sus adeptos está en función de acumular poder. Y que ese interés nada tiene que ver con el sufrimiento de las víctimas si no es para utilizarlo a favor de sus propósitos.

Enfrentar la mentira es una tarea ineludible. Las víctimas del conflicto armado tienen mucho que aportar. Promover su exclusión es revictimizarlas. No escucharlas también lo es. De ahí la importancia de reconocer su experiencia, su trayectoria y su trabajo que ha estado centrado en el deber de memoria y en la búsqueda de la verdad. Retomando a Hannah Arendt: “hagan lo que hagan, los que ejercen el poder son incapaces de descubrir o inventar un sustituto adecuado para ella. La persuasión y la violencia pueden destruir la verdad, pero no pueden reemplazarla”.2 Las víctimas, desde el ejercicio de memoria, recuerdan que en esos crímenes y esas violaciones existieron. La búsqueda de la verdad y la justicia no es una estrategia política ni publicitaria, es un compromiso y una responsabilidad.

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Notas

1. El presidente Bukele llevó la campaña electoral a El Mozote. Disponible en https://elfaro.net/es/202012/el_salvador/25092/El-presidente-Bukele-llev%C3%B3-la-campa%C3%B1a-electoral-a-El-Mozote.htm

2. Hannah Arendt, Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política, (Barcelona: Austral, 2018), 396.

 

* Artículo publicado en el boletín Proceso N.° 73.

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