“En la religión budista y en el hinduismo, creencia según la cual toda acción tiene una fuerza dinámica que se expresa e influye en las sucesivas existencias del individuo. Dharma: Es una palabra sanscrita que significa “religión”, “ley religiosa” o “conducta piadosa correcta”. Con ligeras diferencias conceptuales, se utiliza en casi todas las doctrinas y religiones de origen indio (las religiones dharmicas), como el budismo, el hinduismo, el jainismo y el sijismo”.
Por: Francisco Parada Walsh*
Recientemente conversaba con una lectora sobre mis escritos y me hizo no una pregunta sino una reflexión que me sacudió, ella me dijo que “debo sufrir y debe dolerme lo que escribo” y le hice ver que sí, que sufro, que también río, gozo, lloro. Opiniones tan diferentes como otros lectores: “No escriba sobre cosas tan fuertes”, en primer lugar, la vida no es un lecho de rosas, también hay espinas y luego, me pregunto ¿A qué vine a este mundo? Vienen muchísimas respuestas a mí, pero todavía no lo tengo claro.
Tantos recuerdos hermosos como dolorosos tachonan mi vida, no sé, si los pusiera en una balanza quizá haya un empate o por apenitas, sea lo hermoso quien derrote al dolor, pero por apenas unos pelitos. Desde los ocho años sentí el dolor de perder dos hermanos, sobreviví a ese fatal fatal accidente y aun no sé la razón; empecé a estudiar en la universidad, los que vivimos la guerra sabemos que era común ver diez o veinte cuerpos despedazados en la carretera, viví la ofensiva del 81 y la del 89 y vi morir a tanta gente, tristemente, la mayoría eran civiles.
Y para más joder, ¡Pobres! Todo ese dolor, y agradezco a la vida que permitió que se me impregnara, que sufriera junto al sufriente, que llorara junto al lloroso, que amara junto al amante. Tenía muchas conversaciones con mi padre, médico de profesión quien me decía que, ángeles, niños de horas y días de nacidos, mueren.
¿Cómo no morir una persona mayor? No entraré en detalles si él tenía la razón, sin embargo evalúo mi vida y soy agradecido porque puedo sentir el dolor del otro, no es masoquismo, a veces lo busco a propósito y sufro pero en el sufrir también está el sentirse vivo, que amo, que lloro.
Todos tenemos diferentes misiones, un destino en común, y en ese peregrinaje de la vida debemos ser respetuosos con lo que hacemos, con lo que decimos, no se viene al mundo a pasar sobre los demás sino a ser uno solo con los demás; que aquello que duela al otro, siquiera estruje mi alma, que el hambre del otro me haga chillar las tripas y entender qué es hambre; creo que nadie quiere ni aguantar hambre, pobreza, sufrimiento pero la vida no repartió las cartas en forma justa, la vida le hizo trampa al mundo y desde ahí, viene ese karma, donde arrastramos nuestro pasado y pueda ser que mis generaciones pasadas sean las culpables de lo que me pasa o le pasa al lector; entender que el bien y el mal son la misma cosa solo que los efectos de cada uno, son totalmente diferentes; vivo en tremendos conflictos cuando veo lo que sufren nuestros jóvenes donde esta tierra se los traga, parece que las tierras de El Salvador de Qué son arenas movedizas con particular afecto para los jóvenes, ¿Qué ha hecho un joven de quince años para merecer tanto dolor? No puedo contestar, sé que no ha hecho nada, nada, pero la vida se ensañó con él, me pregunto ¿Cómo hay países como Noruega, Finlandia, Gales donde no suceden estas tragedias? ¿Será que nuestro karma no es personal sino que es ya una marca registrada como nacional? No lo sé, por eso debemos respetarnos, no pido que nos amemos, basta con respetarnos, con no joder a nadie, a nadie porque ese nadie tiene el poder para que el daño que inflijamos, nos regrese a quebrarnos los dientes; el karma no es clasista, pobres y ricos, poderosos y débiles sucumben a esa energía que regresa sea con amor o dolor.
Contaré una historia que me sucedió hace unos 27 años: Todos los días le compraba el periódico El Mundo a un hombre casi ciego, sucede que una tarde me dice: “Doctor, no tiene cincuenta colones que me preste, se los pago mañana, es que los ladrones me abrieron la pistera en el microbús y no tengo cómo comprar el diario de mañana”.
Fueron segundos en que debía tomar una decisión, mientras pensaba que Dios o ese poder superior no se manifiesta como una luz que ciega, una voz que estremece sino que se disfraza de ese sencillo hombre; todo sucedía en segundos, pensé: Tengo 130 colones, me quedo con 80 pesos, en tres días me pagan, iré a traerle el dinero, con no salir por tres días, no gastaré y puedo ayudarlo.
Fui a traer el dinero, al día siguiente tenía una cita con un hombre rico de dinero, entre plática y plática de repente este acaudalado hombre saca de su bolsillo izquierdo un cheque por 7,500 colones, le hice ver que no había llegado por dinero pero él, en una forma generosísima insistió en que lo tomara.
Fin de la historia. Llego a la casa, recibo una llamada que mi hermana mayor había enviado un paquete de Taiwán y que solo debería ser entregado en mis manos; me apersoné a recoger el misterioso paquete, llegué a casa, eran 3, 500 dólares americanos, esa fecha ha sido el día que más dinero he visto ante mis ojos, eran casi 35 mil colones, todo por dar cincuenta pesos. En mi práctica como médico, el paciente o su familia preguntan cuánto me deben a lo que respondo 10, 20, 30 o 40 dólares, no paso de ahí, la gente saca un rollito de dólares y les digo que me fascina ver que lleva dinero de regreso a su casa, que todos somos pobres, que todos somos lo mismo. Quizá sin entrar en religiosidad alguna, el mandamiento más importante sea “No joder a nadie, a nadie” y que sea la conciencia tranquila, la mejor almohada que podamos tener.
*Médico salvadoreño