Ayer me robaron dos gatitas, son ellas las que inspiraron estas líneas. No digo que fue un robo, es ese destino que todos traemos marcados; muchísimas personas me dicen que regale gatitos y perritos solo a gente responsable y les hago ver que cuando nací, nadie sabía si mi tata sería responsable; mi madre fue, es y será una santa pero a eso se le llama vida, cada quien tiene su historia y nadie sabe a las delicadas manos o afiladas garras donde irá a caer.
Por: Francisco Parada Walsh*
Me encanta ver a los gatos jugar, movimientos espectaculares, saltos únicos, de repente corren como que estuvieran bajo alguna droga, se suben a un árbol, se quedan prendidos con las orejas hacia atrás, solo ellos saben qué sienten, qué los hace ser tan felices; quisiera en otra vida ser un gato, y pediría al Dios Gatón que no me capen, que mi vida gatuna sea sencilla, juguetona, llena de magia y de ronroneos y que la noche sea mía.
Dormir por horas, levantarme a comer y mientras mi “Ama de mentiras” apaga la luz, quedarme mirando en todas direcciones para que ella crea que estoy viendo espantos o malos espíritus y me permita quedarme a dormir con ella, no quiero “Amo de mentiras” sino una “Ama”, de una forma u otra son más cariñosas, me sobarían el lomo, la panza y entre más ronroneo, mi Karen se vuelve más loca por mí.
Estudié en un colegio donde fuimos, somos y seremos los “Gatos Negros”, hoy, con un pie en la tumba y el otro pie totalmente acalambrado, apenas percibo lo glorioso que fueron esos años de compañerismo, de joder hasta el infinito, de amar la locura, de reírnos como niños y soñar como sueñan los niños pobres. Por eso quiero ser gato, para que la noche sea mía, viajar a casas vecinas a buscar gatitas bellas y en un pleito de gatos, terminar apareándonos con todos los alaridos del mundo, cosa que como humano, es pecado capital.
La noche es de los Gatos. Soy del día pero en mi próxima vida, dormiré toda la mañana, como vampiro gatuno y esperaré la noche y seré libre, brincaré como un maestro shaolin sobre la gatita, me pelearé con todo gato rival que ande cerca, no importa cuánto pelo pierda en esa batalla, no, es el honor de ser un gato chingón, gato a toda madre.
Mientras, llega mi partida, disfrutaré a cada minino que la vida me pone a que lo cuide, eso es algo confuso, los gatos no vienen a que los cuidemos sino que ellos nos cuidan, nos dan masajes, nos aman y nos enseñan tanto que, si aprendiéramos algo de ellos el mundo sería distinto, esa paciencia infinita, esa sicopatía de no tenerle miedo a nada porque un gato de una libra de peso se pasea y pasa frente a diez perros que de una tarrascada sería un delicioso bocado pero no, no hay miedo, eso quiero en otra vida, no tener miedo, ser paciente, ser dormilón, ser picarón y sobre todo, ronronear mientras mi “Ama de mentiras” se deleita acicalándome; no quiero ser ni trascender en otra persona sino que pido y por escrito que quiero ser un gato, un gato negro cachimbón, como todos mis compañeros del Colegio García Flamenco, que a pesar de las canas y las ganas seguimos todavía en este mundo ingrato, no sé cuántas vidas lleve gastadas, solo quiero dos cosas, o ser un gato negro o volver a estudiar en mi colegio “García Flamenco”, desde la primera grada hasta llegar al bachillerato y qué diera por volver a tener a todos mis compañeros gatos nuevamente, cómo no voy a querer estar junto a Manuel “Camión” Rebollo, mi hermano chamba Salazar, “El chicote” y tantos gatos negros que nuestra misión y visión era “Joder hasta la muerte”.
Tristemente la pandemia y la falta de reales nos ha alejado, y cada gato pasa enrollado en su huatal, ¡Qué diera por vivir con todos mis amigos gatos! Y seguir riéndonos, que la muerte nos encuentre con una carcajada en el alma y poder decirle: “Señora muerte, la noche es de los gatos las risas y la felicidad también”.
*Médico salvadoreño
