La Vida y yo. ¡Solo quiero ser feliz!

Este diálogo se ha dado desde mi nacimiento, quizá la vida sea el mismísimo diablo que me ofrece el oro del mundo y me da la felicidad.

Por: Francisco Parada Walsh*

Todo comienza desde mi nacimiento, es mi tata quien contaba que de tantos partos asistidos, el único niño que al venir a este mundo, lo primero que hizo fue reírse; dice que después, empecé a llorar como cualquier niño asustado ante lo que se le viene.

No sé por qué reí, quizá ya sabía la jodida que me iba a llevar en la vida o de felicidad, de ver nubes rosas, campos de tulipanes y ese mundo que me hacen creer que es lo que merezco. No lo sé. Es la Vida quien me dice, apenas era un bebé de horas de nacido y susurra a mi oído: “Hola Jorge Francisco, ese será tu nombre, debes creer en el éxito, debes mamar con fuerza, toma toda la fórmula que puedas y serás el niño más bello y robusto del mundo”, en mi llanto apenas pude gritarle: ¡Solo quiero ser feliz! pasó el tiempo y no supe más de la Vida.

Recuerdo que al cumplir un año de vida, todo era alegría, ya Francisco daba sus primeros pasos, y creo que esa celebración más fue de los adultos que mía, pero nada puedo hacer y es la Vida quien en forma de pastel me dice: “Hola Jorge Francisco, puedes ver lo bello que eres, todo por seguir mis consejos, sigue así, cada paso debe ser firme, hacia adelante, ese es tu futuro, no sé pero veo solo éxitos en tu vida”; del soplido de las velas salió una voz aguda: ¡Solo quiero ser feliz! Mis padres fueron a matricularme al colegio más tipería de mi pueblo, el Colegio Franciscano, era un niño de cuatro años cuando recuerdo que, después de tantas clases de cómo cruzarme la calle, es mi padre quien me pregunta ¿Y cómo te vas a cruzar la calle? Debía decir: Debo ver para la un lado y después al otro, y si no viene carro pasar con precaución”, pero es mi hermanito Ricardito quien me dice: “Corriendo”,  él, muerto de risa, mi tata, algo enojado.

Al fin, empecé a asistir a kínder y en una cajita de lápices de colores escucho una voz, ya no me acordaba de la tal Vida y empieza a escribir “Hola Jorge Francisco, aquí inicia el primer éxito de tu vida, estudia, derrota a tus compañeros, debes llevar el primer lugar, así podrás ganarte la banda de honor, te darán becas para estudiar en cualquier universidad del mundo, serás ese triunfador que el mundo espera de ti”; yo, mientras abría mi lonchera y al morder mi pan con huevo picado surgió una voz: ¡Solo quiero ser feliz! Mis padres me mandaron a estudiar a el colegio García Flamenco, empecé octavo grado, no fue fácil adaptarme, mientras jugábamos futbol y me llega la pelota, cuando le di una patada, escucho algo, tuve que detenerme y a lo lejos pude oír: “Hola Jorge Francisco, llegó tu momento, ya estás en la capital, luego a conquistar el mundo, Yale, Harvard,  Oxford are waiting for you, come on, devora el mundo, qué orgullo siento de estar cerca de ti y ver tantos éxitos”, yo jadeaba, apenas podía respirar y mientras me quitaba los zapatos de futbol se escuchó: ¡Solo quiero ser feliz! Llegó el momento de la graduación, ni por cerca había logrado lo que la Vida me había pronosticado, al contrario, solo a joder llegué al colegio, ni cerca de las mejores notas, sabía que era uno más, más o menos loco pero otro más, es el rebaño perfecto; la clausura terminó con una pachanga en un lujoso hotel, sabía que a muchos de mis compañeros no los volvería a ver. Y así fue.

Decidí estudiar medicina, el dinero no era problema, me inscribí en la Universidad Salvadoreña “Alberto Masferrer”, altivo nombre para una universidad de garaje, pero bueno, mientras presentaba los documentos exigidos, que esto, que aquello, que bla, bla, bla, mientras converso con la niña Cory, pensé que la persona que estaba tras de mi quería decirle algo a la niña Corita, pero no, es la Vida que me dice: “Hola Jorge Francisco, vaya, vaya, te encontré en uno de los peldaños más importantes, veo que estudiarás medicina, serás como tu padre, pero debo decirte algo, eres inteligente, brillante, esfuérzate y serás uno de los mejores médicos del mundo, oye bien lo que te digo, ¡Del mundo! Adelante muchacho, the world is yours”; ya estaba harto de que la vida me dijera qué hacer y me voltee, recuerdo que no pude disimular mi enojo y grité: Vida puta, vete, déjame en paz, ¡Solo quiero ser feliz! Creo que las demás personas pensaron que era esquizofrénico o algo así, no me importó.

Era 1992, año de mi graduación de médico, mientras, más pensaba en la ausencia de mi madre que en el título a recibir, entiendo que todo  lo que soy, se lo debo a mi vieja; mientras me colocaba la toga siento que me tocan la espalda, cuando volteo a ver es la Vida quien quizá, no tan confiada de mis éxitos y conociendo mi carácter dice: “Hola Jorge Francisco o George, casi tocas el cielo, ¡Eres médico! Puedes lucir tu blanca y elegante gabacha, serás el orgullo de la familia, me siento nerviosa de ver tantos éxitos, y esto apenas empieza, lucha con ahínco, no te rindas, pasa sobre tu adversario, destrúyelo, eres tú el único, eres irremplazable”; cuando me coloqué el birrete cual, una chistera salió una voz que dijo: Vida, deja de joderme, ¡Solo quiero ser feliz! Eso es más importante que todo lo que me has venido metiendo en la cabeza, ¡Solo quiero ser feliz! Pasa el tiempo; viajo a la universidad de Emory, mientras conocía las instalaciones y llego a la  cafetería, doy un sorbo a un café y escucho por los parlantes: “Hola George Frank Parada Walsh, era lo menos que esperaba de ti, un médico de la tradición de los Parada, brillantes, únicos, te llegó el momento, que se prepare la Tierra de Cochise para recibir al mejor de lo mejor”; mis amigos americanos estaban sorprendidos, y para no parecer más loco, hice como que si ellos fueran la vida y les dije: Si apenas tengo para el Kaplan, ni soy brillante, ni único ni el mejor de lo mejor, soy el más común de los hombres pero ¡Solo quiero ser feliz!

Es diciembre de 2021, mientras camino con mis amigos perrunos y llegan al abrevadero, escucho que de una cascada no cae agua, sino una voz y me arrulla con tanto cariño y me dice: “No soy la vida, soy la muerte; ya está cerca tu momento, perdiste grandes oportunidades, pudiste ser el mejor médico del mundo, tener los carros de tus sueños, veo que no usas reloj, los rolex esperaban por ti, dejaste escapar dinero como pocos, mira tuz zapatos, no usas zapatos deportivos sino unas baratas botas de hule; más de lo que hizo la vida por ti no hay más; hoy es mi turno, no ahora, solo quería conocer al que pudo ser el dueño del mundo”; ya a mi edad, me tengo más miedo a mí que a la muerte y le dije: Señora Muerte, veo que vienes sola, quisiera llevarme todas las cosas que tengo, mi mesa de billar, la rocola, todo el vino que en vano limpia mis venas, unos pantalones de lona y si pudiera el carro que con tanto esfuerzo compré; es la muerte quien soltando una espantosa carcajada me dice: ¡No podrás llevarte nada, nada de nada Jorge Francisco! Mientras le digo a mi trineo de perros que halen, a la vez grito y río con toda mi alma ¡Solo quiero ser feliz!

*Médico salvadoreño

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