La Doble Moral y la Mala Educación

Soy miembro de un grupo de personas que estudiaron o se graduaron del colegio García Flamenco.

Por: Francisco Parada Walsh*

Recientemente  alguien subió una foto de David Escobar Galindo, como soy una persona que vino a la capital procedente de un pequeño pero bellísimo pueblo como es mi Berlín, hay cosas que uno no sabe, o si las sabe, ¿Quién me puede importunar para soltar una sonora carcajada ante lo que se me dé por escribir? ¡Nadie! e hice un comentario si  el colegio era mixto o solo estudiaban hombres malandrines como mi persona y mi pandilla de gatos negros; no, eso fue una ofensa, mi comentario hizo sudar calentura ajena a chinche y telepate, unos hablando de madurez, otros de que el colegio nos dio una buena educación, que mi comentario se salía de todo contexto.

Debo aclarar, mis padres me matricularon en tal institución no para que al graduarme pudiera decir “buenos días, gracias, por favor siéntese”; no. Eso se aprende en casa, mis padres me dieron educación y el sueño de ellos nunca se cumplió ¿Cuál era el sueño de ellos? Que me enseñaran la verdad, no era un convento al que iba y poco importa mi grado de madurez, pero nunca me enseñaron quiénes robaron la tierra a nuestros indígenas, esas tierras ejidales que, aun, pertenecen al grupo hegemónico de poder; a mis padres no les interesaba si me podía hacer el nudo de la corbata sino que supiera quiénes son los que nos socan el nudo del hambre, de la miseria; esos que rompieron a la familia, dinamitándola para que tuviera que emigrar, a morir en los desiertos, esos culpables que son “los mismos de siempre” les interesaba a mis padres que los conociera, que siquiera supiera sus apellidos, no más; no me mandaron a estudiar para aprender a decir “Gracias”, no, soy mal educado, mis padres me enviaron a estudiar para que supiera quiénes ahorcaron a Feliciano Ama, el verbo más lindo del mundo; quiénes se lucran con las remesas que ese hermano cada vez más lejano envía sin falta, y esos, dueños de cielo, mar y tierra, por apretar el botón se quedan con descomunales ganancias; no me enviaron a aprender a escribir con letra Palmer sino que mis recetas médicas sepan conocer al pobre, al que no existe, al campesino que con una caja de macarrones llega a la gloria y conocer que después de tantas guerras, quiénes son los dueños del país.21

No me enviaron  a aprender mecanografía sino a conocer quiénes mataron a San Romero, a que siquiera haya escuchado alguna homilía del Santo y no a ver si soy un hombre maduro o inmaduro; soy inmaduro, nunca maduré por la necesidad de buscar la verdad; esos hombres perfectos, educados y perfumados que sigan su vida; yo, sigo la mía.

Mis padres no me mandaron al colegio a aprender los verbos ni a clases de canto sino a gritar la injusticias, a saber quiénes patrocinaban los escuadrones de la muerte, entender qué es ser pobre, qué es ser desempleado, qué es ser un paria en este país; mis padres no me matricularon para que su hijo aprendiera a ser sumiso, no, eso lo odiaban mis padres, me enviaron a estudiar la verdad y no la doble moral, conocer que los ochenta mil muertos que dejó el conflicto armado no se debe olvidar y que un comentario que sale de mi locura, es irrelevante ante el dolor de la muerte.

Mis padres no querían que tuviera una buena educación sino que tuviera huevos para denunciar las desapariciones, para mimetizarme con la madre del desaparecido, del migrante, del invisible; a mis padres les importaba un comino si sabía los nombres de los catorce departamentos, no, solo les interesaba que aprendiera que hay tres departamentos con nombres épicos: la Paz, La Unión y La Libertad y no tenemos libertad, unión y mucho menos paz, eso, agradezco a mis padres y poco les importaba que los Lunes Cívicos cantara a viva voz el himno nacional y la Oración a la Bandera Algo Salvadoreña, sino que supiera que hay una frase en el himno nacional que dice: “Con su Sangre escribió libertad” pero no, ellos querían que me aprendiera el himno oculto del Pinochini de América que reza: “Ni con su sangre, la sangre de los jóvenes, la sangre de “los samuelitos”, las desapariciones de los jóvenes escribió libertad”; por ser un colegio laico a mis padres no les preocupaba en absoluto si rezaba largas letanías si no que supiera que hay cuatro departamentos con nombres de santos, si, aunque sea el mismo infierno esta tierra roja, hay uno que se llama San Vicente Ferrer, tenemos a Nuestra Señora de Santa Ana, San Miguel Arcángel y en la capital del pecado tenemos a un El Salvador del Mundo que ni él, se salva.

No me matricularon para “ser educado” sino que el sueño de ellos era, que aunque fuera un mal educado, tuviera la verdad como lámpara, la solidaridad como apellido y el amor a mi prójimo como mi nombre. Soy mal educado y no me arrepiento, y quisiera que esas voces críticas tuvieran el arrojo de ser mal educados siquiera por un momento y que griten en vez de “Gato, gato negro, el gato negro es cachimbón”, que aúllen por los desaparecidos, por tener el carácter de un gato negro que no desea más muertos, que quiere un país justo, que sueña con dejar verdades de herencia y no una buena educación, que sepan siquiera qué es un ladino, un indio, un mestizo, un ladrón, un amerindio; no, al mundo se viene a vivir, a gritar, a putear al enemigo y no, a quedarme sentado en el rincón de la miseria humana.

¿Qué sentido tiene la vida sino hay fuerza en el miagado del gato negro? Y aparte, mis padres me inculcaron el amor al arte y por eso sé que a  David Escobar Galindo le encanta la música, particularmente una canción, lo sé porque un amigo muy cercano me dice que no puede vivir sin escuchar “Querida, ven a mí que estoy sufriendo, ven a mí, mira mi soledad, lalalala”.

Mientras, grupos de profesionales, todos mayores se debaten entre escribir si tal cosa es buena o mala educación, nos están desapareciendo a nuestros jóvenes, el país va a pique, no hay memoria histórica. Razón evidente que cualquier persona nos duerme, nos engaña y seguimos aplaudiendo. Al final, el colegio me enseñó a sumar, a restar pero no me enseñó la verdad, esa la aprendí en la avenida Dolores con la intersección Indolentes. Post data. Aun, a los bien educados, los invito a un solo de las poesías de Escobar Galindo, para que siquiera, sepan qué defienden, que conozcan sus obras. Sepulcros blanqueados.

*Médico salvadoreño

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