Los hechos recientes confirman el dominio de la lógica absurda que señalamos en un editorial anterior. Desde esta perspectiva El Salvador es un país “patas arriba” y sus funcionarios son miembros de la “Escuela del Mundo al Revés” que describió el escritor uruguayo Eduardo Galeano en un libro publicado en 1998.
Por ejemplo: por este sentido absurdo potencias mundiales gastan billones de dólares para producir armas, en vez de usarlos para acabar con el hambre en el mundo. También con esta lógica “al revés” los Estados criminalizan a comunidades afectadas por la contaminación, y no a las empresas que causan los daños.
En nuestro país el gobierno de Nayib Bukele ha instalado esta lógica absurda, lo reiteran dos acontecimientos recientes. Uno es la decisión del Instituto de Acceso a la Información Pública (IAIP), controlado por el oficialismo, de contratar a un “amañador” de partidos de fútbol para promover la transparencia y la probidad.
Se trata -según la revista Factum- de Ramón Sánchez, ex integrante de la selección nacional de fútbol suspendido de por vida en 2013 por “amañar” partidos, es decir, negociar el resultado a cambio de dinero o prebendas. Esta irónica decisión del IAIP solo se explica con la lógica “al revés”.
Y el otro son las declaraciones del asesor jurídico de Casa Presidencial, Javier Argueta, quien -en relación a las recientes sanciones de Estados Unidos contra funcionarios del gobierno salvadoreño- propone enjuiciar a los periodistas y medios que publicaron la información, y no a los funcionarios señalados.
Argueta, incluso, admitió -en una entrevista en TCS- que ha sugerido a uno de los sancionados proceder legalmente contra los periodistas, ya que éstos “le mancharon su honor”. La lógica “el revés” en su máxima expresión: procesar periodistas y medios que denuncian la corrupción, y no los funcionarios que la cometen.
En este El Salvador “al revés” los culpables de las desapariciones son los mismos desaparecidos o sus familias, según las autoridades de Seguridad Pública. En este país “patas arriba” se ofrecen exenciones tributarias a inversionistas criptomonederos especuladores, mientras se amenaza a la cooperación solidaria con impuestos del 40%.
En este país de lo absurdo una aerolínea mexicana es presentada por el presidente como salvadoreña; el gobierno busca “transparentar” a las ONGs, mientras oscurece aún más el uso de fondos públicos; y construir hospitales para mascotas es más “cool” que abastecer de medicinas a los centros de salud para personas.
El Salvador es, pues, un país “patas arriba”, con una lógica “al revés” y donde impera lo absurdo. Los hechos lo confirman.
(Editorial Arpas)