Sudáfrica rindió homenaje al hombre que fue símbolo de la lucha contra el apartheid en Sudáfrica y Premio Nobel de la Paz, en un funeral discreto en la catedral de San Jorge, como él había deseado.
Las cenizas del Premio Nobel de la Paz de 1984 y luchador contra el apartheid, Desmond Tutu, fueron enterradas este domingo en la antigua parroquia de Ciudad del Cabo, un día después de su funeral. La trayectoria de Tutu estuvo marcada por una constante defensa de los derechos humanos, algo que lo llevó a desmarcarse en numerosas ocasiones de la jerarquía eclesiástica para defender abiertamente posiciones a favor de los derechos de los homosexuales o la eutanasia. El arzobispo emérito falleció el pasado 26 de diciembre a los 90 años.
«Las cenizas del arzobispo emérito Desmond Tutu fueron enterradas en la catedral de San Jorge en un servicio familiar privado», dijo la iglesia anglicana en un comunicado.
Su viuda, conocida como «Mama Leah», asistió al servicio. El cuerpo de Tutu se redujo a polvo mediante aquamación, un método de cremación con agua considerado una alternativa ecológica a los sistemas convencionales.
Sudáfrica había rendido homenaje el sábado al hombre que fue símbolo de la lucha contra el apartheid en Sudáfrica y Premio Nobel de la Paz, en un funeral discreto en la catedral de San Jorge. Allí estuvieron presentes la viuda del último presidente blanco del país, Frederik Willem de Klerk, cuyo esposo también falleció recientemente, y el actual presidente Cyril Ramaphosa.
También participaron de la ceremonia la expresidenta irlandesa Mary Robinson y la viuda de Nelson Mandela, Graça Machel; Letsie III, el rey del vecino Lesoto y un representante del líder espiritual budista Dalai Lama, uno de sus mejores amigos, quien no pudo asistir por su avanzada edad y las restricciones impuestas por la pandemia.
Tutu «era nuestra brújula moral, pero también era nuestra conciencia nacional», dijo al intervenir en la ceremonia el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa. La nación africana se despidió de quien siempre actuó como la «voz de la multitud silenciada», tal como apuntó en su sermón el obispo retirado Michael Nuttall, quien trabajó junto con Tutu durante su época como arzobispo de Ciudad del Cabo, donde fue la primera persona negra en ser nombrada para el cargo en 1986.
«Si el arzobispo estuviera aquí, hubiera dicho ‘¿Por qué parecen todos tan tristes?’. Hubiera intentado arrancarnos una sonrisa», dijo Ramaphosa durante su discurso, captando el tono general del funeral, que fue emotivo pero también alegre y de celebración por la vida del difunto.
La misa de réquiem se vio marcada por las restricciones derivadas de la covid-19, que obligaron a reducir el número de asistentes a un centenar. A menos de un kilómetro de allí, decenas de personas seguían el funeral en una gran pantalla en la calle, una escena que se repitió en las casas y bares de todo el país.
Las exequias contaron con la participación de diferentes coros cuyas voces llenaron el templo al cantar el himno nacional de Sudáfrica, un símbolo de la unidad «arco iris» que defendió Tutu toda su vida. Se cierra así una semana de duelo y homenajes en el país, incluyendo la instalación de una capilla ardiente en la catedral durante el jueves y el viernes pasado por la que desfilaron cientos de sudafricanos para despedirse.
Nacido en 1931 en Klerksdorp, una pequeña localidad al sudoeste de Johannesburgo, Tutu fue galardonado con el Nobel de la Paz en 1984 por su lucha incansable contra la opresión racial del apartheid. Tras la elección de Nelson Mandela en 1994, presidió la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (TRC), creada con el fin de llevar justicia a quienes fueron víctimas de las políticas segregacionistas.
Fuente: Página/12.