Agradecimientos a un Lector

Llegó a mí el siguiente texto, dice así: “Hola, felicidades, El Independiente ha llegado lejos, muy buenas edición, histórica. De nuevo los artículos son muy interesantes, me sorprende la narrativa del Dr. Walsh y el artículo sobre los derechos de la madre tierra”. Mi respuesta al director del periódico fue: “Lo tomo con toda humildad.

Por: Francisco Parada Walsh*

Para seguir luchando con más fuerzas”. Agradezco desde el fondo de mi corazón un elogio a mi persona, y esa es la magia cuando se escribe, sacudir al lector, que llore, que ría, que dude, que cambie. El lector es el colibrí y yo soy el néctar, el lector es la clorofila, yo soy un árbol; todos somos un capeado donde nadie está arriba o abajo; si me pierdo por un elogio, ya no soy Francisco Parada walsh, quizá seré un ego que escribe creyéndose dueño del mundo, de la verdad.

Recientemente alguien me increpó que si dos cientos mil personas me escribieran para saludarme o felicitarme, si les daría las gracias y calculé el tiempo que me lleva  enviar un mensaje breve y sincero y le hice ver que sí, les daría las gracias a todos. Si no tengo tiempo para el otro, y me convierto en “Personaje público” ya no soy público, sería un hombre cualquiera que se dejó llevar por cantos de sirena cuando la vida es ser agradecido con todo y con todos. En un mundo de egos, alguien que escribe aspira a ser un dios, no es mi caso, anhelo a ser más humano.

Y estimado lector, usted dijo la palabra clave: “Me sorprende”, quizá ahí está la magia de la escritura, en tener esa capacidad de sorprenderse ante el dolor, ante la alegría, ante la muerte, ante un joven desaparecido y siempre he creído que antes de juzgar a una persona, se debe estar en sus mocasines por siete días y siete noches; desde que era un niño, asumí mi madurez y entre el amor y el dolor, tan necesario el uno como el otro y siempre vi la vida desde otra óptica, más cerca del dolor que del amor, de la empatía que de la antipatía, de la verdad que de la mentira; tomé decisiones que de una u otra forma afectaron mi vida profesional pero no mi vida humana, esa vida común está años luz de mi profesión y es en ese mundo corriente donde habito; le contaré una pequeña historia: Cuando estaba realizando mi internado rotatorio en el hospital de Zacatecoluca, justo ese 11 de noviembre de 1989 empezó la “Ofensiva Final” y después de ver caer muertos a civiles, soldados, guerrilleros, “samuelitos” (niñas y niños que eran carne de cañón, nombre en honor a un joven estratega da la guerrilla de nombre Samuel que a los diez y seis años se codeaba con el alto mando de la guerrilla); quedé harto de ver morir siempre al pobre y decidí regresar a mi casa, cuando hablé por teléfono, mi padre me dijo que cada quien es dueño de su propio miedo y fue el jefe del servicio de medicina interna, el Maestro Dr. Guillermo Rivas quien condicionó mi nota a que debía pasar el examen privadou8.,, sino, me aplazaba; en ese diálogo le hice ver que mi prioridad era, es y será mi familia; él lo entendió.

Si escribiera por dinero o fama mis artículos serían vacíos porque para escribir debo “sorprenderme”, y en un país cargado de sorpresas, día a día me sorprendo de algo, sepa amigo lector que así como río al revisar un artículo y viene una sonora carcajada, también lloro y mucho; no puedo evitar el dolor ante la madre de los hermanos desaparecidos, no, lo siento como propio, no sabe cuánto quisiera hacer por esa santa madre, pero no dispongo de recursos para paliar ese dolor y no me preocupa que el lector sepa que soy pobre, otro ladrillo más en la pared pero si miento, el castillo se me derrumba.

Recientemente amigo lector, en un grupo de conversación de médicos, salió a relucir algo que me indignó: “Que no hablemos nada de deporte y menos de política pues esos son temas que hieren susceptibilidades”, ¿En qué mundo vivimos? Política es una palabra amplia que abarca a la patria y cada desaparecido es un pequeño El Salvador que me destrozan y ésta fue mi respuesta: “¿Es  más importante el futbol que el futuro de tus hijos? ¿Qué pasaría si tu niña fuera la desaparecida? No nos volvamos indolentes, pero tú, que SOS una eminencia en psiquiatría preferís dar la espalda, ¿Qué podemos esperar del pueblo? Si preferís callar, eres cómplice por OMISION DE AMOR, DE SOLIDARIDAD Y DE LAGRIMAS mano”.

Hubo silencio y otros colegas me felicitaron en privado por mi comentario  No dependo de terceros, vivo en una soledad hermosa, tumultuosa, bulliciosa y poco a poco me alejo del hombre y vuelco mi cariño y tiempo a cuidar animales; eso no significa que no esté pendiente de todo lo que pasa en el mundo y en esta tierra roja; por eso, mientras el pueblo no se mimetice con el dolor del hermano seguiremos siendo engañados, saqueados, desaparecidos por que no hemos entendido que cuando muere un joven, muere el mundo; no somos sociedad, somos apenas un rebaño perdido que bala no por comer pasto sino un simple mazacote de atún con macarrones; ni cuenta nos dimos cómo caímos tan bajo y aun, falta.

La agradezco su opinión y es un compromiso tácito que adquiero ante usted para que cada artículo deje un mensaje, sea de amor o de dolor pero que deje algo. No escribo por compromiso con nadie, más que conmigo mismo. Sepa que las  nuevas amistades en mi vida, son los lectores.  Nuevamente gracias Estimado Lector. “Me sorprende”, me encanta ese binomio, el día que nada me sorprenda, estaré muerto y aun, sé que no me asusta la muerte, demasiado cerca la he tenido y solo es cuestión de tiempo.

Mientras vivo, me sorprende el salto de un gato, ver jugar a los perros, una pequeña flor, el canto de un pájaro esquivo, la poca sinceridad del amigo que fue amigo, el dolor de ver a mi gente migrando más por miedo y hambre que por deseo propio; me sorprende que este país tenga un karma de dolor que gime por tanta sangre, y mi sorpresa más grande será cuando la o lo conozca, está invitado, mi casita es pequeñita, sencillita, calientita, es muy lindita pero mi corazón será la chimenea que le dará ese calor de respeto y amistad; eso sí, no olvide traer el vino que en vano limpia mis venas, y no me voy a poner exquisito, mi necesidad de olvidar y estar anestesiado solo lo logra el amor y el alcohol. Este es mi whatsapp: 72 34 37 42. Reciba todo mi cariño, respeto y agradecimiento.

*Médico salvadoreño

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