El economista Joseph Stiglitz (1943), Premio Nobel de Economía compartido en el 2001, introdujo un aporte fundamental a la teoría económica clásica al incorporar la variable de la información asimétrica al funcionamiento de los mercados y develando sus fallas y desequilibrios asociados a la inversión en información en contextos de incertidumbre.
Con ello, reafirmó un camino que otorga a la información y el conocimiento el eje en el desarrollo económico y en la eficiencia de los mercados. Stiglitz dio un cambio a la economía clásica que presupuso siempre el libre acceso a la información y el funcionamiento perfecto de los mercados, al otorgar a la información el carácter de ser una mercancía sujeta a reglas de oferta y demanda con sus costos asociados y con ello determinando un funcionamiento imperfecto de todos los mercados en función del acceso a la información y de su calidad.
Este enfoque micro y macro económico de la imperfección de los mercados, sentó las bases de una mayor intervención por parte de los Estados en las economías, pero sobre todo impulsó un rol central público en la creación de condiciones para la libre oferta de información, la mayor competencia en el campo del conocimiento y el aprendizaje, el mayor rol del Estado en crear sistemas de información para la toma de decisiones por parte de las personas y el establecimiento de criterios de evaluación sobre la calidad de la información y la educación y el impulso a su obligatoriedad. Tal cambio en el papel del Estado hacia la producción de información y conocimiento, en un contexto de la información como una mercancía, introdujo nuevas miradas a los derechos de propiedad intelectual. En este camino, en el 2014, Stiglitz junto con Bruce Greenwald, escribieron el libro “La creación de una sociedad del aprendizaje” cuyo subtítulo “un nuevo enfoque hacia el crecimiento, el desarrollo y el progreso social”, expresa el deseo de conformar un nuevo paradigma para el desarrollo de las sociedades en el marco actual dinámica de la información. El tema central de su libro es que el aprendizaje requiere que los individuos y las organizaciones tengan capacidades de aprendizaje, pero ambos deben ser “incitados a aprender”, poniendo el acento en los incentivos desde el Estado y la sociedad para que los ciudadanos y las organizaciones se orienten hacia impulsar dinámicas de aprendizajes. El centro es incentivar la disposición de las personas hacia la elección de su tiempo “extra” con fines de aprendizaje.
Desde que Solow mostrara que el gasto de tiempo y recursos en educación se conforma como el determinante futuro del aumento de los niveles de vida de las personas y de las sociedades, el enfoque sobre la educación en las sociedades cambió radicalmente de ser un consumo a pasar a ser una inversión con retornos futuros medibles. La existencia de sistemas distorsionados de incentivos en las sociedades hacia otras áreas con menos externalidades o antagónicas en la asignación de recursos deteriora la capacidad de desarrollo de las personas y de las naciones por las externalidades de los aprendizajes de las personas y las organizaciones. La búsqueda del óptimo de eficiencia, se focalizó entonces en la eficiencia en los sistemas de aprendizaje y en la distorsión de las políticas. Ello llevó a concebir claramente que el éxito de las economías modernas se centra en la eficiencia de las estructuras de los aprendizajes, y que el desarrollo conlleva aprender a aprender en forma eficiente.
Estos desarrollos llevaron a analizar la economía de los procesos del aprendizaje, viendo los factores que promueven o retardan el aprendizaje de las personas y las organizaciones. La problemática se coloca en las distorsiones o desequilibrios de mercados que limitan el aprendizaje, en términos de mayor uso eficiente del tiempo libre de las personas para el aprendizaje, una mayor movilidad de la información y de las personas, y mejores procesos de selección de las demandas, oportunidades y ofertas de aprendizaje y un mayor uso del conocimiento en las organizaciones. Ello no meramente refiere a los aparatos educativos, sino a toda la asignación de recursos en las áreas de investigación, innovación y aprendizaje. El desarrollo se conformó entonces como el desplazamiento de la curva de producción de las personas, las organizaciones y los países, hacia un nivel superior en el cual se requiere más uso de conocimientos y concurrentemente con ello, mayor niveles de oferta educativa en términos de calidad, cantidad y diversidad. La creación de sociedades del aprendizaje y el impulso por parte del Estado a estos procesos se conforma como la preocupación central de este libro de Stiglitz y Greenwald, en tanto ellos plantean que no existe la presunción de que los mercados sean eficientes en la producción y diseminación del conocimiento y el aprendizaje. Sostienen que en tanto la información es asimétrica y endógena, las decisiones eficientes están limitadas y por ende no existe movilidad perfecta de los factores de producción, especialmente de la información.
Además, la existencia de fallas de mercado en el aprendizaje, hace que estas limitaciones tiendan a generalizarse a toda la economía y las sociedades, por lo que la intervención pública, sostienen, es la palanca para el funcionamiento eficiente de las sociedades del aprendizaje. Las políticas que impiden el aprendizaje a largo plazo disminuyen el bienestar y es función del Estado remover esas limitaciones. Lo que separa a los países a escala mundial en su desarrollo, no son los recursos materiales, sino la brecha en cuanto al conocimiento y la organización de estos procesos. Así, si la capacidad de aprendizaje de un país es inferior al de sus competidores, fatalmente se atrasará en su propio desarrollo al no avanzar en el cambio hacia una nueva curva de producción de productos con conocimiento.
Este enfoque, en la perspectiva del aprendizaje redefine la teoría de las ventajas comparativas dinámicas, que se complejizan y asocian al funcionamiento de sociedades del aprendizaje, que son quienes compiten en la economía global. Es claro que algunos sistemas educativos llevan a cabo mejor esas tareas del “aprendizaje”, creando mejores externalidades y correlaciones con las estructuras productivas y sociales. Stiglitz nos muestra que la discusión de los temas de educación y de conformar sistemas eficientes y dinámicos de aprendizaje y conocimiento, es mucho más que la generación de recursos humanos de calidad, es el centro del desarrollo y de alcanzar las fronteras de posibilidades del Uruguay.
Tomada de www.grupormultimedio.com