Pobre. Ya no quiero ser humano. Solo deseo reencarnar en un perro pobre y callejero, no para vagar por el mundo, sino para enseñar a amar al humano, no me importa que mi amo me agarre a patadas, siempre lo amaré y aun, mis ojos solo demostrarán compasión.
Por: Francisco Parada Walsh*
No quiero ser un perro viviendo en un hogar donde no me falte nada, no, mientras mis amigos apenas comen, no, al contrario, solo deseo ser limpio, puro, que mi corazón de perro no albergue una esquinita para el odio, la venganza y la falsedad como lo hace mi corazón humano; cuando camino con toda mi pandilla canina solo hablar les hace falta; son demasiados, unos galgos, otros correlones, pero todos, amorosos, esa mirada de compasión nunca la he visto en una persona, nunca; por eso deseo tener alma de perro, para amar al humano sin restricciones, algo que él no puede hacer; salir a caminar con él, protegerlo del peligro, no quiero ser un perro pleitista sino tranquilo, comelón, y cuando toque ir tras la fémina canina, dejar de ser un perro para convertirme en un toro que ladra, pero seguir siendo más perro.
Durante las caminatas, les pregunto a mis perros qué fueron en otra vida, soy yo el que les dice lo que fueron, algunos fueron humanos mentirosos y perversos y no pudieron evolucionar o mejor dicho involucionar a humano; a la “Colita, polita, chachita” debo chinearla por dos cuadras, sino se me esconde y no va a hacer el patrullaje, le digo que es un marranito que se puso un disfraz de perrito y que es con ella que se encontró al eslabón perdido; le fascina acostarse conmigo en la hamaca, en dos minutos está dormida, roncando, cual se hubiera comido toda la sopa de pitos destinada para la zona occidental; “La Ministra”, rescatada de la calle, es una perra elegante pero algo perdida, de ahí su nombre; le fascina caminar y frente a mí tengo a toda la patrulla canina, casi diez perros que duermen, ya almorzaron y recientemente me puse a sacar cuentas sobre el gasto en la comida para perros y gatos y pude ver una de las razones de mi pobreza pero eso poco importa, es un deber entender que alimentar a un animal, es alimentar nuestra alma.
Esa historia de “El lago de sangre” que después de morir debo atravesar un lago y en el otro extremo estará Dios con todos los perros que he tratado bien o mal, y son ellos los dueños de mi futura vida; una vez por semana reúno a todos mis perros y les repito hasta la saciedad para que cuando cruce “El Lago de Sangre” digan que los traté como perros, mal, que los golpeaba, que no los alimentaba, así, Dios, encolerizado no me dará el pase para el cielo sino que iré al infierno, ahí quiero estar, con esas diablotas con grandes nalgototas y tetotas y que sea José Alfredo y Cuco Sánchez quienes me inviten a seguir mi farra eterna.
Debo pagar mis pecados y después de tanta jodarria me vaya calmando poco a poco y que, una vez sea otro Francisco o Firulais quiero convertirme en un perro con una alma piadosa, seré yo quien buscaré a mi próximo amo y quiero que sea un tipo malo, perverso, sicópata, mentiroso, ignorante para que con los movimientos de mi colita le pueda enseñar que se puede cambiar, ¡Que todo es posible! quizá al principio solo me espere maltrato pero poco a poco lo malo se convertirá en bueno, lo perverso en juicioso, lo sicópata en un buen ciudadano, y lo mentiroso en alguien sincero; sé que eso me costará, ya tengo a mi amo en mi mente, pero es un secreto, no la tendré fácil, pero quiero que mi alma de perro me enseñe a dejar egos, miedos, inseguridades y que, una mirada mía baste para llevar calma a un hombre atormentado; que mi colita no deje de revolotear, siempre alegre, siempre pendiente de mi amo, dando lo que como humano, soy incapaz de dar.
En apariencia es mi persona la que es buena, pura, sincera pero todo eso es mentira, soy un humano y por y tan solo esa condición, soy malo; deseo tener alma de perro para que la compasión y mi amor por los humanos y otros perros sea la que gane la batalla.
*Médico salvadoreño