¡Oh, Señor de Señores, debo pedir perdón a ti! ¡Dioses de las Divinidades! ¡Dioses del todo! ¡Dioses del mundo! yo, un altanero Hipócrates, invento un juramento que, creyendo ser el padre de la medicina ofendo a todos los médicos del mundo.
Por: Francisco Parada Walsh*
Mi pesar es grande, merezco cicuta o el destierro, y si ustedes, deidades me dan larga vida, revoco lo escrito en ese Juramento y que, en mi mayor arrebato de locura, osé escribir para que, cada médico, creyera en él, y viviera, como tal.
Lloro ante ustedes Dioses de Dioses: Zeus, Poseidón, Hades, Hermes, Hera, Dionisio, Atenea, Artemisa, Ares, Afrodita, Gerardo Barrios y otros más ante mi craso error; debo aclarar, no soy nadie ni nada comparado a los Dioses de la medicina de El Salvador, genios y figuras hasta las sepulturas, quizá ni tan figuras y mucho menos genios pero me siento atribulado, el peso de mi mal proceder no deja a mi alma descansar y debo gritar con todas mis fuerzas: ¡Oh, médico salvadoreño, pecho incrustado de diamantes y pergaminos, que, nosotros, aquí en este Olimpo, nunca llegamos a ver! Todos creían que eran buenos, quizá algunos los fueron pero no como tu Oh, Médico Salvadoreño, que me inclino ante ti, y pido tu perdón por no creer en ti.
Diosas y Dioses Salvadoreños, tenéis derecho a volar mi cabeza ante proferir tal insulto haciéndome acreedor de un juramento que no jura, que, lo plagié a un dios del caribe, pero no tengo palabras más que el arrepentimiento, el oprobio y la desdicha.
Sea para ti, médico salvadoreño los honores, los laureles y las coronas; no puedo menos que sentir vergüenza ante ustedes, Dioses del Nuevo Olimpo, ya ese juramento que lleva mi nombre, es cosa del pasado; el presente y el futuro no es nuestro, es del gallardo médico salvadoreño, que aun, después de ver morir a sus hermanos, callan, no por temor, sino por el máximo respeto y reverencia a su amigo, a su colega.
No hablemos de dinero, no, lo que un día fue un honorario y ahora es un salario, a mis Dioses, poco importa, toda transacción poco importa, si es sal por esclavos, si es bitcoin por esclavos, si es médico por impostor, nada importa, solo el honor de ese ejemplar médico, que, siendo, y alcanzando una conciencia limpia y pura, hace a un lado el dinero para volcarse por su paciente, por su razón de ser; Yo, Hipócrates ¿Cómo fui tan torpe, Dioses del Olimpo? Ante ustedes desgarro mis vestiduras, mi alma y mi título para que, todo, arda bajo el fuego del averno, no, no, mi nombre ya no es Hipócrates, padre de la medicina, soy un don nadie que vagará por vaguadas, ríos y calzadas, perdido, seguiré el rastro del destierro, de la vergüenza y que todo honor solo sea para ese médico salvadoreño, que, haciendo añicos mi juramento, me demostró que nada importa con tal de servir al débil, de proteger al indefenso y de amar, si, de amar su profesión.
Dioses del Olimpo, postrado ante ustedes, decidid qué hacer con mi vergüenza; nunca hice un agravio por error, todo se debe a mi ignorancia que creyéndome superior a todos, olvidé la estirpe de ese médico salvadoreño, quien es el responsable de tirar a la hoguera mi juramento y que sea el Juramento de El Médico Salvadoreño el que reine por el mundo; hombres probos, honradísimos como pocos, dignos caballeros, hábiles espadachines contra el mal, fuertes contra el dolor, valientes en cada combate, hombres y mujeres que no saben qué es un aborto, una herida operatoria innecesaria, comprar equipo de bio seguridad a precios altísimos, la evasión fiscal; no, son una raza aparte.
Ante ti, médico salvadoreño, me hinco para que tú decidas qué hacer con mi vida, solo tú puedes terminar con mi agonía, decide hoy o déjame vivir en mi locura. A lo lejos se ve una cabeza rodar. Una voz, conocida, parece la del jefe de jefes de médicos, quien dice: “Necesito esas córneas, el riñón, el hígado y…”
Médico salvadoreño