Debe ser recordada. No fue la masacre de San Valentín que ejecutó Al Capone, sus capitanes y soldados, no, fue ejecutada por un estado para doblar la moral de un país, que de por sí, ya no tiene moral. Debe la memoria de un país nunca olvidar unos de los días más tristes que hemos sufrido. Todo fue una carnicería.
Por: Francisco Parada Walsh*
Salvadoreños arrechos, luchones, vergones quedaron tirados como consecuencia no de las balas sino de las malas intenciones, armas que un estado dispara como es la indolencia, la pobreza, la corrupción y se debía buscar no cortinas de humo sino cortinas de sangre y qué mejor que sea el pobre el que revienta a otro pobre.
¿Alguien recuerda el decomiso de los setecientos kilogramos de cocaína realizado por autoridades españolas? ¡Nadie! ¿Cómo va la estafa del Bitcoin? ¡Nadie sabe! ¿Qué decir de los desaparecidos? Solo a alguien totalmente incompetente, torpe como solo él, prepotente y brabucón se le ocurre visitar de improviso a la madre de dos hermanos- hermanos salvadoreños que fueron desaparecidos; no entender el dolor de una madre que le han arrancado lo más valioso y querer intimidar a una madre, hay que ser, o muy sencillo o muy perverso pues a una madre que ha perdido a dos retoños no le tiene miedo a la muerte ¡A NADA! menos a un director de la policía con poses de matón.
¡Qué vergüenza! Un ministro de seguridad que culpa a los jóvenes desaparecidos sin mostrar un ápice de empatía solo dice que estamos perdidos, que los que dirigen este país, aparte de incapaces, jamás entenderán el dolor de una madre que pierde a dos hijos. Mi madre perdió a dos hijos en un accidente de tránsito, solo yo sobreviví y nunca nuestra vida fue igual, por eso hablo con propiedad y dolor del bueno, de entender que ese hogar nunca será igual, nunca.
Nunca. No fue una masacre donde los soldados de Capone tirotearon a los culpables, a los de la banda rival sino que se escogieron blancos o rojos y empezó un día de dolor de parto como nunca; jamás la policía había enviado mensajes donde se informa de una persona asesinada pero ese día, los radios de las patrullas ratificaban la muerte de uno, un ataque aquí, otro allá. Miremos las cosas con calma.
Si todo fue cometido por los grupos pandilleriles y al día siguiente, no pasa nada, es para entender que las órdenes fueron dadas por una persona que tiene una estrecha relación con estos grupos. Fue un día de zozobra, una de las cortinas de humo más bajeras, inhumanas que pueda haber; mientras, nadie recuerda que se le debe el seguro de vida al personal de salud, nadie recuerda que nadie recuerda.
Aun, hubo personas que en su miopía quisieron culpar al Frente pues ese día se inició la ofensiva en 1989; lamentablemente, “las Fuerzas oscuras” no son el Frente ni Arena, son los descalabros del ejecutivo que día a día lleva a este país a una perdición como nunca. Noviembre de 2021 debe ser recordado como una fecha que nos avergüence, que nos humille porque fueron inocentes, personas comunes y corrientes que su único delito es haber nacido en esta tierra maldita.
¿Cómo puede ser una tierra bendita si día a día desaparecen a lo mejor de un país? ¿Cómo puede ser tierra bendita sin en un día masacran a decenas de hermanos? Pueda ser una palabra fuerte pero es mi verdad; vivir bajo el terror del hambre, de la pobreza, del desempleo, de la migración, del acoso de las pandillas y un país sin liderazgo donde importa más un espectáculo ataviado de incredulidad, luces y humo de que seremos la capital mundial de la nueva economía solo dice lo perdido que andamos.
Apenas tenemos para comer, apenitas y hoy, somos únicos, futuristas, visionarios. Como un ciego queriendo reventar una piñata, así camina este gobierno donde la indolencia es la regla. No la excepción. Que todas las personas asesinadas esos tres días de Noviembre, descansen en paz, que cada joven desaparecido descanse en paz, que cada colega fulminado más por la indolencia que por el virus, descanse en paz. Demasiadas personas deben descansar en paz.
Médico salvadoreño