“Rusia concentra una agrupación de 100.000 hombres en la frontera con Ucrania y se dispone a lanzar una invasión a gran escala del país vecino. La invasión puede comenzar mañana, puede que la semana que viene, a finales de este mes o a principios del próximo”. Así es -sin necesidad siquiera de añadir el adjetivo “aproximadamente”- como suenan las noticias diarias y, lo que es más significativo, los comunicados oficiales de Washington y los países satélite de Estados Unidos.
La situación es especialmente estúpida teniendo en cuenta que los primeros informes de “invasión inminente” de Rusia a Ucrania aparecieron a principios de noviembre del año pasado. Desde entonces, la intensidad no ha hecho más que aumentar y desde que comenzó el año se ha convertido en un flash mob teatralizado. En primer lugar, se publicaron “mapas de invasión”, después listas del “gobierno de ocupación”, se llegó a leyendas sobre la creación de “campos de concentración para ucranianos desleales” y finalmente se produjo la evacuación de las embajadas de Kiev. La evacuación también ha sido algo específico. Han sido evacuadas, pero, al mismo tiempo, continúan trabajando normalmente.
Olvidemos por un momento la parte política de la cuestión, es decir, qué conseguiría Rusia tomando una parte o toda Ucrania. El número de tropas en cuestión, 100.000 soldados en la frontera con Ucrania, es en sí un dato interesante.
Por supuesto, esta cifra no ha sido confirmada de ninguna manera en absoluto. Si hay declaraciones sobre la “concentración de tropas” en el punto B, entonces esas tropas lógicamente han tenido que ser retiradas del punto A. Especialmente cuando Occidente se refiere constantemente a los “datos de inteligencia”. Debe ser algo así: tal y tal brigada de Ulan Ude ha llegado a tal y cual distrito de la región de Rostov y tal regimiento de Izhevsk ha sido trasladado a la región de Belgorod.
Pero los políticos y la prensa occidental no se molestan en tal evidencia. La “prueba” más concreta de acumulación de tropas fue la historia de la concentración de equipamiento cerca de Yelnya. A principios de diciembre del año pasado, la publicación estadounidense Politico mostró las “sensacionales imágenes” de equipamiento “en la frontera con Ucrania”. Pero entonces llegó la confusión. Dijeron a los periodistas americanos que Yelnya está situada en la región de Smolensk, que ni siquiera es fronteriza con Ucrania. La distancia de Yelnya a la frontera de Ucrania es de casi 400km. Incluso Jen Psaki, la única persona del mundo que sabe dónde está el mar de Bielorrusia, podría dudar con esas distancias.
Desde entonces, esa “concreción” ha desaparecido. La prensa occidental ha empezado a limitarse a imágenes de equipamiento militar en trenes rusos o simples convoyes militares. Si hay transporte de tanques o camiones militares, todo está claro, deben de ir a la frontera de Ucrania. ¿Dónde si no? Sin embargo, Rusia realmente está ampliando su construcción militar. Y no es solo en dirección a Ucrania. Para seguir teniendo un papel geopolítico clave en la comunidad internacional, Rusia considera que necesita, ante todo, un ejército fuerte. Las Fuerzas Armadas Rusas son un factor básico en la influencia del país en el mundo.
Después de lo ocurrido en Crimea, Rusia ha aumentado la construcción de infraestructuras. Se han abierto nuevos campamentos militares y bases en el Ártico, las islas Kuriles y Kamchatka y se han combinado ejércitos y divisiones que se están formando o recreando. Si nos referimos específicamente a la zona fronteriza con Ucrania, en los últimos cinco años han aparecido tres nuevas divisiones motorizadas: la 144ª en Briansk, la Tercera en Belgorod y la 150ª en Rostov. En total, se han formado 13 nuevas divisiones y brigadas en el Distrito Militar Sur en los últimos ocho años. Al mismo tiempo, se ha dado un proceso similar en todos los distritos militares, la prioridad no ha sido el distrito Sur, sino el Distrito Militar Occidental.
La creación de nuevas unidades militares y sus ubicaciones permanentes no son secreto militar y se informa regularmente por parte de representantes del Ministerio de Defensa. “Un nuevo campamento militar será construido en Boguchar (región de Voronezh)”. Mensaje de 2016. “En la localidad de Kamenskoe (región de Leningrado), se han introducido seis nuevos objetos”. Mensaje también de 2016. “En Vilyuchinsk (Kamchatka), se han solicitado nuevas construcciones”. Año 2017. “Más de 30 infraestructuras militares y sociales están planificadas en Chukotka”. Año 2017. Hay cientos de esos mensajes. Todo es público.
Así que no está nada claro de qué tipo de “agrupación de 100.000 tropas cerca de la frontera de Ucrania” se está hablando. La longitud de la frontera ruso-ucraniana es de 3000km, una enorme distancia. El área total de las regiones fronterizas -Briansk, Kursk, Belgorod, Voronezh y Rostov- es de 245.000 kilómetros cuadrados. Además, Ucrania es un país abiertamente hostil a Rusia, como Kiev declara por doctrina. Y está también el factor añadido de Donbass, un conflicto militar activo en la frontera de la Federación Rusa. Teniendo en cuenta todos estos factores -grandes áreas fronterizas, la hostilidad del país vecino y la zona militar-, la presencia significativa de contingentes militares rusos en las regiones de frontera está justificada y es lógica.
En todos los casos en la historia reciente en los que Rusia se ha presentado en algún lugar con sus fuerzas armadas, la inteligencia occidental estaba durmiendo. Hasta febrero de 2014, no hubo una sola advertencia occidental de que Rusia pretendiera tomar Crimea. Y cuando comenzó la operación para recuperar la península, Occidente se quedó perplejo y en silencio. Occidente también se durmió ante la aparición de tropas rusas en Siria y solo reaccionó cuando las topas ya estaban allí. Todo ello pese a que Siria está en el Mediterráneo, zona controlada de forma prácticamente total por la OTAN, y no es fácil trasladar por allí de forma secreta ni siquiera un parte de aeronaves.
Occidente también fracasó en la reciente aparición rápida de las tropas rusas en Kazajistán. Tokayev realizó la petición la noche del 5 de enero y el 7 de ese mes aterrizaron el Alma-Ata las primeras unidades. Occidente se quedó otra vez sin tiempo para reaccionar. Así que, si Moscú decide alguna vez utilizar la fuerza militar en Ucrania, es improbable que CNN o Bild lo publiquen el día anterior. Cuando Rusia realiza una operación militar, suele ser una sorpresa para el mundo.
Fuente: Slavyangrad