El último traje

Que usaré, no lo decido yo. En esta vida que corre cual carro de la fórmula 1, pocas veces reparamos en nuestro qué hacer, en nuestra gente y entender que todos somos “nuestra gente”, no puedo considerar a un paciente un ajeno a mi vida si ha confiado en mí, su salud y su vida; y así, nos olvidamos que no somos nada y quizá deba escribirlo en un papel con un lapicero rojo y pegarlo en la refrigeradora: ¡Francisco, no eres nada!

Por: Francisco Parada Walsh*

Y así entender que debo reducir la velocidad de mi vida y poder disfrutar de lo poco que va quedando, todo pasa, y siento profunda tristeza cuando veo a mi alrededor y lentamente, muy lentamente a muchos que se van marchando, no me avisan, solo toman su pasaporte “Vida después de la Vida” y se marchan y no puedo soportar el dolor, tan solo de pensar en los mayores que me dieron cariño, techo, comida.

¿Cómo poder olvidar a mi ex suegra que ha sido como otra madre para mí? hace muchísimos años atrás hice el comentario que yo era un hombre afortunado pues tuve dos madres:  Mi amadísima madre biológica y a mi madre astral, mi ex suegra; retiro lo dicho, no hubiera querido tener madre,  sino ser polen y que una abeja culona me lleve a una orquídea y de ahí nacer, ser otro francisco en minúsculas, ser una espora, ser una flor y aun, me dolería el alma si apenas siendo una flor, ver que a mi madre orquídea la arrancan de tajo para adornar una lujosa casa, no lo soportaría porque  aun, siendo una planta, ella es mi madre y yo su hijo; retiro lo dicho; preferiría la generación espontánea y de repente aparecer escribiendo pero eso de amar a nuestra gente tiene un final triste, siempre triste, demasiado triste.

Mis amigos empiezan a caminar por la nebulosa, los vi, les hablé, reímos y ya no los veo, se fueron, se fueron para nunca volvernos a ver; qué decir de los mayores amados, mis hermanas, cómo podré soportar tanto dolor si vengo perdiendo una pata, una mano desde los ocho años ¡Ya no! Debo viajar al pasado, recuerdo cuando mi río de leche y de amor como fue, es y será mi madre perdía poco a poco la batalla, era una lucha encarnizada, no la tuvo tan fácil la santa Muerte, hubo rounds que mi madre ganó, eso poco importaba a la muerte, ella es eterna y puede esperar el tiempo que sea, es más, creo que se dejaba ganar para que la afición del más allá, creyera en esa lucha invisible ente el bien y el mal y algunos vitoreaban a mi Nena, otros a la muerte, esa es la vida; después de más de cinco meses de esa batalla tan dispareja fue la muerte la que, aunque cansada, ganó la pelea.

Lo supe, unos días antes le vi algo raro en la boca a mi madre, esa boca que me dio los besos más cariñosos y divinos estaba lastimada, la muerte, esa puta de la muerte le había querido volar los dientes cuando presentó el primer paro cardíaco, lo entendí y supe que era cuestión de días y así fue, pero ¿Dónde está el último traje? Si, ese último traje que ella debía llevar a donde sea, yo sí sabía dónde estaba, era su vestido preferido, un vestido azul con ciertas incrustaciones blancas que adornaban el cuello, más parecía una marinerita que tomaba su buque y se tiraba a la mar y  cantaba “Señor, me has mirado a los ojos, sonriendo has dicho mi nombre…”  pero no, ella nunca lo escogió, yo sí sabía que era su vestido preferido y debía tenerlo listo, no debería andar buscando “El último Traje” al final de la pelea, ya lo tenía listo y nadie le preguntó a mi santa cuál santa ropa quería usar, eso mismo me pasará a mí y a usted, no hay tiempo para las cosas hermosas que la vida nos da, todo es un arrebato, todo y por eso, me duele llegar a esta etapa de mi vida donde ni el dolor cambió al mundo; a mí sí me cambió, no pienso en el ahorro, en esos planes de mentiras, en futuros tan inciertos como el pasado, no me importa tomar vino en ayunas o cuando nace la luna, toda mi cabeza dio vueltas y eso sí me alegra porque vivo el ahora, este momento que suenan las teclas del piano, al final, esta computadora no pertenece a nadie ni nadie nos pertenece.

Solo que cuando reencarne quiero ser un gato huevón, consentido, hartón y correlón de las bellas gatitas.

*Médico salvadoreño

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.