Al ganar las elecciones ¡Qué triste apreciación! No se hace historia por tan solo ganar una contienda electoral, se hace historia dejando pisadas de dolores, de amores, de sangre, de sudor, de pasión, de gritar con todas las fuerzas ¡Dignidad!, se hace historia solo conociendo “la verdadera historia” del país, del mundo, de uno mismo pero decir “izimos Yztoria” fue y es apenas un buen anzuelo para el incauto ignorante de la historia y parece mentira pero cómo podemos no conocer nuestra historia si toda la tinta que se ha ocupado es de color roja, es nuestra sangre, nuestros sueños, todo lo que somos.
Por: Francisco Parada Walsh*
Que un presidente que no tiene ni la mínima noción de nuestra realidad diga tal frase, se le vale, es el objetivo confundir a un pueblo en sumo grado confundido, el pobre fanático toca el cielo, cree que su voto sirvió para cambiar el rumbo de una nación tan particular como este país, sin embargo, este ciego no entiende que ya se empieza a escribir una historia donde no hay un tan solo muerto, todos son desaparecidos; no hay rumbo, todo es pérdida; no hay pobreza, hay miseria; la vida cada día se vuelve carísima y es el hambre de esa familia que entenderá que historia no es saltearse tiempos de comida sino que historia es siquiera conocer cómo llegamos tan bajo, y aún falta.
“Izimos Yztoria” en equivocarnos como pocas veces, “izimos Ystoria” en mandar a nuestros hijos al rastro llamado El Salvador; hacer historia es poderse de memoria los nombres y apellidos de los que nos robaron las tierras ejidales no por afán de venganza sino para siquiera saber que nuestra ruina no es de ayer sino que es histórica y que este gobierno, sabedor de nuestra sencillez empezó a despotricar contra “los mismos de siempre” cuando todos, tanto el ejecutivo como “los saqueadores de riquezas y de tumbas” son “los mismos de siempre”; hacer historia no es cantar el himno nacional en el estadio sino poder escuchar el llanto de las tripas del hermano que no tiene trabajo; hacer historia es recorrer desiertos a temperaturas altísimas para poder brindarle a nuestra familia lo que aquí jamás podremos hacer; hacer historia es saber que seguimos siendo simples conejillos de indias mientras nos zampan esto y aquello; hacer historia es conocer que no fuimos colonizados sino conquistados a “pija y rincón” y aun, nada ha cambiado; hacer historia es entender por qué al pobre se lo lleva siempre la chingada y los que viven de nuestra demencia, se lucran a más no poder; hacer historia es aquella familia que solo come dos tiempos al día pues no alcanzan a comprar el pan francés ¡Lo vivo en mi montaña mágica! hacer historia es saber que próceres e independencias son nombres y fechas inventadas por esos, que nos mantienen desfilando, cantando mientras no tenemos que comer.
Hacer historia es compartir el pan y el dolor con el hermano ¡Eso es azer Yztoria! No se puede ser tan ingenuo cuando el país va en picada y nada ha cambiado, aun, todo parece en cámara lenta donde nada se mueve no por la voluntad del mesías sino por esa pobreza que cada día nos agarra del buche y preferimos ver hacia la mentira y no la realidad; hacer historia es que nuestros hijos no sigan nuestros cobardes pasos sino que hagan un caminar lleno de dignidad, de amor propio y de recitar la verdad y ser hombres libres en todo sentido y no, en fechas inventadas.
Hacer historia no es ver aviones surcar los aires sino que no gasten nuestro dinero, que se entienda que no damos para más y quizá, hacer historia es reunir todas las maldiciones para que caiga sobre todo aquel que nos ha jodido, nos ha robado, nos ha saqueado.
Hacer historia es erigir nuestro futuro con cinceles donde la verdad quede desnuda, la fuerza que tenemos sea el dínamo de nuestras vidas y una fe no en dioses de temporadas sino en nosotros mismos que, somos más los buenos que los malos y juntos hacer la prueba del puro para que todo hijo de puta que nos ha ultrajado reciba todo el peso y castigo donde se arrepientan de lo que nos han hecho y nos siguen haciendo, al final, son pinches mortales que, deben terminar el ciclo de su vida en ese infierno en el que no creo pero que sí existe; deben ser rostizados a fuego lento y que el espetón les atraviese desde el pescuezo hasta el trasero y disfrutar ver a nuestra oligarquía botando la grasa, mientras mis huesos emaciados, apenas me sostienen.
*Médico salvadoreño