La Cuaresma y el futuro

Mientras fui un devoto católico, transformación acaecida en mi vida ante una de las situaciones más difíciles por las que he atravesado, esperaba con ansias, como agua de Mayo ese miércoles de ceniza, el inicio de la cuaresma.

Por: Francisco Parada Walsh*

Quería llevar no solo la cruz de dolores que en ese momento cargaba muy en mis adentros sino también una cruz que cual grafiti, se le ocurre a un cura marcarme por horas; pero ¿Qué representaba eso en mi vida? Siempre dudé que ese fuese ni mi pureza ni mis pecados sino, que así como en polvo he de convertirme, serán horas o días en los que, todos seremos cenizas. Realidad. Quizá demasiada dura.

Viví una espiritualidad ruda, demasiado fuerte donde mi obediencia a los cánones regidos por el momento eran los votos de pobreza (Aun los sigo aumentando), castidad (Durísima prueba, pero la superé con creces, aunque me arrepentiré para toda la vida no haber  vivido un pleito de gatos con la bella dama, por eso merezco el averno, no por pícaro sino por culero).

De repente el tiempo pasa, casi una década de esos desbalances emocionales y nuevamente tengo frente a mí a la semana que debe enseñarme el pesar de Jesús el  Cristo sin embargo me preguntaba por qué asistía tan poca gente a la iglesia cuando deberían ser los días de mayor júbilo y entrega, nunca hubo una respuesta.

Hoy, debido a que nadie me dio una explicación comparo el polvo al que he de volver y del que fui creado, no sé si fue un buen polvo o un mal polvo de donde germinó mi vida solo lo puedo comparar a esa ceniza que, entre ritos, verdades, zalamerías, nimiedades y sortilegios debe ser que en vez de polvo al que debería regresar, sean a esas cenizas que poco a poco empiezan a esparcirse por el mundo, tristemente creo que estoy en lo cierto pues en esas cenizas que llegan a mi montaña quizá viene el alma de una joven ucraniana o un soldado ruso, no lo sé, no lo sé, solo que todos somos polvos o cenizas y eso no debe importar sino que, me pregunto ¿Dónde está Dios? Si, el dios de los buenos, no lo veo, no lo siento, no lo escucho; parece que ese dios al que adoré cambió de nombre, se llama o se apellida Biden o Putin y mientras ¿Qué dice el Vaticano de lo que se avecina? ¡Nada! Silencio.

Menos Los Hombres de Azúcar, que resguardados de las malditas gotas de agua se esconden en un silencio no de los hombres de dios, no, sencillamente menos que hombres. No quiero que nadie rija mi vida ni mi mente y no encuentro a un dios amoroso, no, es un dios vengativo que me da miedo y no sé qué hacer; deseo la paz para el mundo donde nadie pierda ni nadie gane sino que todos seamos el cuerpo de Cristo pero no veo al cuerpo ni al cristo.

Esto me decepciona. Mientras, pobres y ricos preparan sus maletas para ir a donde sea que deban ir, ese es nuestro país, no importa el costo sino el placer; si esa fuese mi vida, estaría muerto en vida.  Cuenta la historia que uno de nuestros héroes nacionales como es El Cipitio se alimentaba de cenizas, y la siguanaba se bañaba chulona en ríos y quebradas; todo cambió, la siguanaba pidió asilo en Italia (Junto al esposo, pidieron asilo ante el miedo en que vivían) no recuerdo si puso un restaurante, no le va ni  bien ni mal, solo que, sus  grandes tetotas y su ensortijada cabellera vuelven locos a los galantes hombres ante tales monumentos, babean cuando les sirven los exquisitos platos propios de la culinaria salvadoreña.

¿Qué es del Cipitío? Por andar de tunante pisó una mina y voló por los cielos, fue trasladado en un avión ambulancia al hospital Walter Reed donde debieron amputarle la pierna izquierda; su tratamiento demoró mucho tiempo y una vez recuperado empezó a trabajar en un car wash, trabajo que no le pareció y decidió regresar a su tierra natal: El Pinochini de America.

Por cosas del destino, no perdió el gozo infinito por comer cenizas y quizá, no estoy seguro, sean esas cenizas las que, animen o destrocen esta época tan fervorosa espiritualmente hablando. Polvo y cenizas ¿A quién pertenezco? No lo sé, no lo sé; creí ser polvo al que he de volver pero según veo la realidad del mundo, creo que en semanas seremos cenizas, cenizas, cenizas a quien a nadie importamos.

Creí que los crematorios nazis eran lo peor del mundo, no; ninguna religión puede calmar los egos de dos locos, uno más que otro; uno se defiende, el otro quiere ganar la reelección y no importa el precio ni el dolor que causa la muerte. Así el mundo. Aun, cuando van a matar a un gallina, evito, me molesta, me incomoda ver esa supremacía aria contra una indefensa gallina, no digamos la muerte de un niño, de un padre, de la abuela; entonces ¿Cómo esperamos tener un mundo mejor si somos cómplices por omisión? Somos cobardes por genética, indolentes por historia, vividores de la nada que quieren el todo.

Pensé que solo era mi patria, la patria inexacta, la mal parida sin embargo siento un calor frío en el alma al ver a todo un mundo manso, gelatinoso, cobarde que no tuvo el arrojo de salir a las calles a pedir que no más guerras, no más cenizas, no más muertos; no, saldrán a las calles volando despavoridamente cuando empiece el fin del mundo y seamos apenas  sombras pintadas en el asfalto.

*Médico salvadoreño

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