Juega un papel importantísimo. En un mundo de cuerdos, ser loco es un estigma cuando para mí es lo máximo; es algo que aun, la sociedad ve de lejos, con cierto recelo; poco importa que homo sexuales y tantas deformaciones que se hicieron de la sexualidad sean hasta bien vistas, se les celebra con toda algarabía y por cierto en forma hipócrita cualquier desfile o desmán en que intervengan.
Por: Francisco Parada Walsh*
Mientras me pregunto ¿Quién será el loco? ¿El paciente ingresado de por vida en un hospital para enfermos mentales o Biden y Putin que están a punto de acabar con la humanidad? Sin lugar a dudas que los locos del mundo son estos dos presidentes que arrogándose derechos divinos basta una rabieta y toda la especie humana acabó. Esa es una realidad que, ojalá este artículo sea publicado antes del estallido de la tercera guerra mundial.
Día a día soy más ermitaño, solitario, conmigo basto, no soy de galas y festines sino de acicalar un gato, caminar largas jornadas con una manada de perros que, en silencio parece que están de a poco mimetizándose conmigo, nadie hace bulla, nadie ladra, y la gente desde lejos dice: “Ese señor es compasivo con los animales”, me encanta la palabra COMPASION y pueda ser que otros digan que estoy loco por darles de comer a tantos perros, gatos, gallinas y platicar con las cabras; esa es mi vida y quizá sean patrones heredados del lado paterno pero eso no me preocupa, sencillamente me fascina la conducta humana, al fin, basta poner atención a un tan solo hombre para entender que, él nos representa, él es el mundo.
No me cuesta comprender a alguien, aun, me es fácil hacerle creer que le creo o saber hasta dónde puedo llegar en la interacción humana. Recuerdo que cuando estudiaba no sé qué ciclo de siquiatría, era parte de la materia asistir al hospital psiquiátrico y en medio de todos los alumnos era el Maestro Dr. Ulises Gutiérrez quien traía a un paciente y lo sentaba en el centro del grupo; muchos, muchísimos tenían miedo, algunos creo yo, intentaban huir mentalmente del lugar, y quizá se abstraían; el Maestro, mi Maestro y ahora colegas en esta onda de ser Maestros de la Vida no era de poner tres ni ocho, o cero o diez y recuerdo que llevó a un paciente paranoico y esquizoide; el objetivo era que el paciente dijera su nombre, edad, procedencia, oficio o profesión, motivo de su ingreso, de dónde era; empezó la ruleta rusa, compañeras que apenas balbuceaban: ¿Y usted cómo se llama? El paciente impávido, ni siquiera las volteaba a ver: Cero.
Deseaba que llegara mi turno, sabía que mi objetivo era ser ese mismo paciente, el personaje que él interpretaba, algo que todos hacemos día a día y nos creemos ¡Normales!, llegó mi turno y empecé a decirle al paciente que cuál canción tocaríamos, él me respondió; empecé a hacerle preguntas personales, sencillas, me dio su nombre, seguimos afinando los instrumentos invisibles y él, no puedo olvidarlo, tenía un dote para imitar el sonido de los instrumentos musicales, poco a poco empezamos a prepararnos para el “Toquin”, y seguía escarbando en la vida del paciente; mis compañeros miraban atónitos, de repente el paciente entendió que yo era parte de los “perfumados” e inmediatamente puso candado a su vida. Las palabras del Maestro fueron: “Excelente Jorge, te felicito”. ¿Cómo olvidar esos momentos de magia en mi vida, cómo? No puedo y eso me dio o generó una auto suficiencia de que sabía mucho (En ese momento quizá había jactancia pero no lo creo, sencillamente me fascina la conducta humana) y empecé a entender que los cuerdos están encerrados en bellos castillos que les dicen hospitales, que viven en sus mundos mientras yo vivo en la búsqueda de la aprobación de otros mundos; que les llamamos “locos” cuando los verdaderos locos sicópatas están en el Kremlin pero más en Washington; que los creemos enfermos por masturbarse frente a los que pasábamos por esos pasillos mientras el ruido de las bombas que nos destruirán poco nos importa y menos la guerra como tal.
No vivo en el mundo de los “Perfumados”, vivo en mi propia celda y soy el celador al mismo tiempo, de vez en cuando me doy permiso de salir y no es la persona la que sale, sino que me transformo el letras, largas letanías que cuentan mi verdad, verdades que, a muchos agradan y desagradan pero en mi mundo de locura se escribe por pasión y debe ser uno de mis gatos el corrector, quien miaga ante un error de ortografía y ronronea ante el artículo terminado.
En mi mundo mágico, he entrenado a un perro, al General Ranger de ser el responsable de traer la cerveza antes y después de cada artículo; al final, todos terminamos cuerdos. Nuevamente me pregunto ¿Quién es loco y quién es el cuerdo?: El niño que se escondió bajo una cama mientras soldados masacraban a toda su familia y a tan corta edad quedó ingresado para siempre en el hospital (Historia verdadera, niño o ángel que hablaba con dios frente a nosotros, eso hacen las guerras) o Biden o Putin que, en nombre de la paz harán mierda al mundo, prefiero ser loco y de remate.
*Médico salvadoreño