De piedra la cabecera, la mujer que a mí me quiera me ha de querer de a de veras, ay, ay, corazón por qué no amas.
Por: Francisco Parada Walsh*
(Era un niño, a mi padre le encantaba la música de Cuco Sánchez, de José Alfredo Jiménez y no recuerdo ni quiero buscar en las redes sociales una canción que era una mina de oro para mí si cantaba frente a toda la pandilla de bolos amigos de mi tata, era un colón el que entraba a mi mini banco y ni lerdo ni perezoso me arrancaba con algo que dice: “Me caí de las nubes que andaba, como a veinte mil metros de altura, por poquito pierdo la vida, esa fue mi mejor aventura”, no sé si la letra es correcta sin embargo hay un puente de casi 53 años entre esa aventura de niño a lo que es mi aventura de viejo y aun, cuando pienso en tan bella canción de Cuco Sánchez, quizá prefiera una cama y una cabecera de piedra a un corazón tan duro, no, mi corazón es el que dirige mi vida, mi sangre cada vez más chirle, más rala busca todavía lo bueno, lo excelso, lo sublime, ese es mi mundo y mis premisas, solo a mi deben importar pues si escribo, amo, leo, duermo, sueño en base a otros, estoy perdido, demasiado perdido he estado en mi vida para seguir como tal; no, vamos despacio llegando al puerto, no sé quién será ese lugar donde tiraré las anclas, será en el puerto La Bella, en la marina El gato Feliz, no lo sé, debo tirar anclas y que lleguen profundas, que se entierren no en el fango sino en la verdad, en el respeto, en el amor).
Subí a la sala del crimen, le pregunté al presidente que si es delito el quererte que me sentencien a muerte, ay, ay corazón por qué no amas.
(Crimen tras crimen, nuestra historia y sé que si le pregunto al presidente que si es delito el quererte El Salvador, seré fusilado pues te quiero El Salvador de Qué, te amo, pero vivimos día a día sentenciados a muerte, tantas formas de matar que existen, morimos balaceados de mentiras, de odio, de corrupción, de indolencia, de coprolalia, de ser extraños en mi propia tierra donde el médico es un paria y el soldado es un héroe; moriré y no poder ver tan siquiera un calco de Costa Rica, seguiremos matándonos, ya matamos lo más importante de una sociedad: Su historia, qué más da matar a jóvenes, qué tristeza, qué vergüenza de país).
El día en que a mí me maten, que sea de cinco balazos y estar cerquita de ti, para morir en tus brazos, ay, ay corazón por qué no amas.
(No sé cómo moriré, sin embargo es la muerte mi verdad, lo único tangible en un mundo intangible, sea como sea, la muerte solo es un parpadeo, se muere día a día cuando mentimos y dejamos que nos mientan, cuando arrebatamos en lugar de dar, se muere lentamente cuando volteamos la cara al hermano después de salir de lo que se llama iglesia; prefiero salir de una cantina y abrazar a mi prójimo, de un burdel después de conocer las verdades que las lleva a ser tan sinceras, tan mujeres, tan únicas; se muere cuando botamos la comida en vez de compartirla por eso, lo de los cinco balazos es relativo, solo es un número, no, no sé junto a quien estaré en mi último viaje, añoro a mi madre, la añoro; de ahí, sino estoy junto a ella, me quedo en el cementerio de mis gatos y perros y seguir jugando de correr, de saltar, de volver a ser niños, todo, sin distinción).
Por caja quiero un sarape, por cruz mis dobles cananas y escriban sobre mi tumba mi último adiós con mil balas, ay, ay, corazón por qué no amas.
(Siempre he amado los sarapes, siempre pero no será mi caja, mi ataúd será mi rocola para escuchar música hasta el infinito. Por cruz, quiero dos botellas de vino, entrecruzadas, de ese vino barato pero que sé, es la sangre de Cristo y que escriban sobre mi tumba: “Aquí yace un loco que creyó ser cuerdo y terminó sus días en las calles solitarias, creyendo en un mundo mejor, de nada le sirvió, de nada y a petición de él, su cuerpo queda expuesto para ser devorado por los animales, sus eternos amigos, sus panas, sus leales”.
*Médico salvadoreño