La revista Forbes publicó recientemente la trigésimo sexta edición de su listado de las personas más ricas del mundo, una enumeración verdaderamente vergonzosa en momentos en que millones de seres humanos están al borde de la muerte por el hambre en distintos rincones del planeta.
Por: Guillermo Alvarado
Según la citada publicación, existen en 2022 un total de dos mil 668 multimillonarios, cifra de por sí muy reveladora si tomamos en cuenta que la población mundial asciende a siete mil 900 millones de personas, o sea que los superricos corresponden al 0,000034 por ciento, cifra infinitamente pequeña.
Estas abismales diferencias se incrementaron luego de dos años de convivir con la pandemia de covid-19, que causó millones de pérdidas de vidas y sumió en la pobreza a muchos más, pero que de alguna manera les permitió incrementar su fortuna a unos cuantos, algo que es obsceno.
Como es habitual, Forbes publica los nombres de los diez más adinerados, entre los cuales hay un hindú, Mukesh Ambani; un francés, Bernard Arnault; y el resto son todos estadounidenses, sea porque nacieron allí o se nacionalizaron sin pasar, claro, por los embrollos del migrante común.
Se me ocurrió, entonces, buscar el otro lado de la moneda, donde están los más pobres de la tierra, categoría en la que no existen listados individuales y nadie conoce el nombre de la persona más desamparada hoy por hoy.
Existen, eso sí, registros de los países más pobres, más bien dicho empobrecidos porque en varios de ellos existen valiosos recursos naturales que van a parar a otros sitios a cambio de unos pocos dólares.
La mayor parte de ellos están en África, pero en diversos listados se repite un nombre, Afganistán, que durante dos décadas sufrió una ocupación militar encabezada por Estados Unidos con el objetivo de llevar la democracia, el desarrollo y la estabilidad.
Una vez retiradas las tropas, lo que quedó fue una sociedad sumida en profunda crisis, donde sólo el 32 por ciento de la población sabe leer y escribir, dato favorable para los ocupantes, la esperanza de vida es de 60 años y millones dependen de la ayuda exterior para sobrevivir, vaya democracia.
Fuera de África también está Haití, cuna de la primera revolución triunfante de esclavos en la historia, osadía que le costó un brutal castigo de las potencias que impidieron su desarrollo a toda costa.
Siguen los nombres habituales de la miseria y las tragedias, como Mali, hasta hace poco ocupada por militares europeos dirigidos por Francia; Ruanda, donde la ONU observó impasible la masacre más cruel de la historia moderna; República Democrática del Congo y otros con una historia muy común.
Estamos en un mundo doloroso, complejo, donde algunos hacen turismo en el cosmos y muchos viven de las basuras, una especie de la que es difícil sentirse orgulloso de pertenecer.
Fuente: https://www.radiohc.cu