MELVIN MARTÍNEZ*
Siempre que pienso en la coherencia personal en la vida de los políticos, recuerdo aquel juego infantil que en su canto principal decía: “o a sin moverme, sin reírme, con una mano, con un pie, adelante, atrás, atrás y adelante, adelante y atrás, remolino, torbellino, rodillete, caballete, ahora si, mañana no, la media vuelta y la vuelta entera”.
Eso de “ahora si, mañana no”, es lo que mejor se les aplica a la mayoría de los que hacen de la política su modo de vivir.
La mayoría de estos “honorables señores” tienen posturas radicalmente cambiantes ante los temas más importantes de la vida social y política.
Casi siempre se oponen a acciones de sus contrincantes políticos en el poder, pero cuando dejan la llanura y les toca ejercer el poderío político su postura contra esos actos cambia y comienzan a hacer y defender lo que antes criticaban y adversaban radicalmente (ahora no, mañana si).
Esto es sin ninguna duda producto de su inexistente formación política ideológica o de sus refinados intereses personales de utilizar la acción política como vía de enriquecimiento personal o, para favorecer a los grupos económicos que representan y que han financiado sus campañas proselitistas.
Usualmente los políticos de oficio contradicen con sus acciones los encendidos discursos de honestidad y fidelidad al pueblo, que pronuncian en su propaganda.
Es entendible entonces la falta de confianza y baja credibilidad que tienen entre la mayor parte de la población.
Desgraciadamente los políticos coherentes, honrados, fieles a los intereses de las sociedad y de los más pobres son juzgados de manera irracional e injusta y les cuesta mucho hacerse sentir con sus bondades y fortalezas.
Los políticos incoherentes, por no decir deshonestos, tienen múltiples medios y muchos recursos para legitimar sus contradictorias y malsanas posiciones.
En Honduras han habido muchos casos de incoherencia política, de los que podríamos escribir infinitos escritos.
Lo más decepcionante fue la acción de un grupo significativo de diputados del partido Libertad y Refundación quienes, impulsados por sus ansias de poder, negociaron el manejo del congreso nacional de la república con un grupo político, del partido nacional, que siempre calificaron de dictador, corrupto y ligado al narcotráfico.
Inmediatamente la presidenta de la república calificó a sus ex compañeros de traidores, calificativo que este grupo de diputados no ha podido borrar de la conciencia popular.
Entre los incoherentes no podemos olvidar a los diputados y dirigentes liberales que apoyaron al partido nacional en sus 12 años de dictadura a cambio de muchas dádivas y “beneficios personales”.
No me extrañaría que aparecieran con posturas revolucionarias los políticos del partido nacional, institución caracterizada por un conservadurismo ortodoxo, actos de corrupción y nexos de sus máximos dirigentes con el narcotráfico.
La reacción popular contra el rumor de la nueva aplicación del fondo departamental del congreso nacional que, bajo un nuevo nombre, daría a los diputados propietarios un millón de lempiras anuales (más o menos cuarenta mil ochocientos dólares) y la mitad a sus suplentes, no es de extrañar y sólo refleja el prestigio decadente de la clase política y la incoherencia personal de los que antes adversaban con radicalismo esta practica que hoy justifican, y que es sin duda una puerta abierta a la corrupción. Esto es inconstitucional; la función de los diputados es legislar.
Lo que es malo, es malo hoy y mañana.
*Educador hondureño. melvinadalidmr@gmail.com