Jamás tendremos resultados diferentes, si seguimos haciendo lo mismo. Y eso pasa por poner en cuestión el concepto de seguridad que subyace a las supuestas “estrategias de seguridad” de los distintos gobiernos.
Por: Edwin Felipe Aldana Aguirre*
Los rezagos coloniales siguen manteniendo al pueblo como objeto y nunca como sujeto de su propia historia; sin importar las expresiones políticas partidarias del escenario nacional a lo largo del siglo pasado y de este siglo: españoles-criollos, liberales-conservadores, militares-civiles, derecha-izquierda, los de antes-los de ahora.
Mientras el pueblo siga tomado como simple objeto de la acción política, los acuerdos siempre van a ser tomados por las cúpulas de turno; y en consecuencia seguiremos sin tener estrictamente ciudadanía y por tanto seguiremos con una falsa institucionalidad democrática que nos llevará irremediablemente a conflictos permanentes que no darán espacio a los esfuerzos por el Desarrollo Nacional.
Ante el concepto de seguridad de corte militarista que cargamos a lo largo de nuestra historia nacional, y que por cierto no es sólo responsabilidad del actual gobierno; ofrecemos el aporte del IIDH-ONU con respecto al tema de seguridad:
La seguridad humana consiste en proteger, de las amenazas críticas (graves) y omnipresentes (generalizadas), la esencia vital de todas las vidas humanas de forma que se realcen las libertades humanas y la plena realización del ser humano.
La seguridad humana integra tres libertades: la libertad del miedo, la libertad de la necesidad (o miseria) y la libertad para vivir con dignidad:
Siendo coherentes con nuestra Constitución Política que nos “rige”, hay que tomar conciencia que todavía la persona humana sigue sin ser el centro de la acción del Estado. Y el artículo 1 de la constitución así lo dice:
Art.1.- El Salvador reconoce a la persona humana como el origen y el fin de la actividad del
Estado, que está organizado para la consecución de la justicia, de la seguridad jurídica y del bien común.
Por lo tanto, estamos llamados a superar estos conceptos de seguridad militaristas y obtusos, que terminan resquebrajando las bases de las instituciones del Estado, como la Policía y el mismo ejército, y dejamos como espejismo la pretendida Institucionalidad Democrática; que más que una realidad, es una aspiración permanente de la nación salvadoreña.
El concepto de Seguridad Humana que el país necesita debe ampliarse y enriquecerse. Y de paso dejar bien claro, que la Policía Nacional Civil no puede ser responsable absoluto de toda la “seguridad o inseguridad” que el país padece.
Ahora bien, esto siempre se ha tenido en claro por parte de las universidades, personas y otras instituciones que reflexionan sobre la realidad; pero justamente también ha sido parte de la visión institucional de la policía nacional civil:
“La seguridad es tarea de todos.”
Coherente con esto, se remarca el carácter civil de la policía, y en consecuencia los policías son ciudadanos que cumplen una tarea dentro del Estado Democrático, siendo ciudadanos y agentes que promueven el cambio en el estricto marco de la ley. De ahí que, de hecho, el personal de la institución constituye, el personal de primera línea en las diversas catástrofes y problemas que sufre el país, incluida la delincuencia homicida de la cual también son víctimas.
En consecuencia, no sólo el Estado, sino todos los sectores que conforman nuestra sociedad, estamos llamados a ser participes de la verdadera Seguridad humana, que es seguridad de todos y de todas: Políticos, empresarios, trabajadores, universidades, iglesias, centros educativos, organizaciones sociales, Directivas comunales, alcaldías etc.
“Servir y proteger ante todo”
Remarcan las anteriores palabras, la naturaleza de una institución que nació producto de los Acuerdos de Paz, de una policía al servicio de la nación y no al servicio de grupos de poder que opriman a la nación.
La Convivencia y el Desarrollo.
La inseguridad permanente que padece la nación, violencia de todo tipo, desempleo, salarios de hambre, salud deficiente, educación atrasada, impunidad, sistema judicial inoperante y la violencia estructural sistémica; no vamos a resolverla solamente con represión. Más policías, más soldados, más cárceles sólo serán la muestra del fracaso de nuestro pretendido sistema democrático.
Qué habrá que hacer en cada uno de esos factores que constituyen la seguridad humana que necesitamos, es una tarea que se debe emprender por parte de todos los sectores e instituciones del país. La tarea de repensar el rumbo nacional es una tarea de todos y todas.
El imperativo del diálogo nacional no debe ser obviado, eso sí, los objetivos fundamentales tienen que ser: la Convivencia y el Desarrollo.
La convivencia democrática, no cualquier convivencia neo colonial, sino aquella que considere la necesidad de todos, las capacidades, la diversidad que somos como riqueza, la fortaleza de las familias y las instituciones.
Todos y todas deberíamos tener en claro que, sin Desarrollo, no hay Paz. Y por supuesto que sin Paz no es posible construir Desarrollo. Y esto no es tautología, es la verdad plena que la realidad nos impone. No debemos seguir confundiendo crecimiento con desarrollo, ni paz con ausencia de guerras.
Ahí está el reto. Alimentemos las mentes, pero también las bocas y los corazones. Acá cabemos todos, con la única exigencia de no causar el mal a los demás y dedicarnos a construir una nación libre y soberana.
*Investigador y docente universitario.