Varias ciudades de Suecia fueron escenario reciente de airadas protestas, luego de que un grupo de extrema derecha quemó en público en la ciudad de Estocolmo un ejemplar del Corán, el libro sagrado musulmán, y amenazó con repetir esa grave ofensa en otras urbes del país escandinavo.
Por: Guillermo Alvarado
Cientos de personas salieron a las calles en Malmö, en el sur del país, así como en Noorköping, en el suroeste, donde fueron reprimidas con violencia por la policía, cuyos disparos causaron heridas a tres manifestantes que están hospitalizados, pero bajo custodia de las autoridades.
Los responsables del ultraje fueron varios miembros del partido xenófobo y racista Stram Kurs, Línea Dura, dirigido por el sueco danés Rasmus Paludan quien, sin embargo, no fue detenido ni cuestionado por las fuerzas del orden.
Los gobiernos de Irak y Siria emitieron comunicados de protesta porque se permitió, en nombre de una supuesta “libertad de expresión”, mancillar un texto que representa los valores de millones de creyentes en todo el mundo.
A pesar de la imagen de estabilidad, desarrollo y democracia de los países escandinavos la realidad no siempre corresponde con estas ideas, como lo demuestran algunos tristes y lamentables acontecimientos de la historia no tan lejana.
Ocurrió así, por ejemplo, con los estudios eugenésicos que se comenzaron a aplicar en Suecia desde los años 20 del siglo pasado, mucho antes de que los nazis tomaran el poder en Alemania y pusieran en práctica su macabro programa de “solución final” para eliminar a varias razas.
Le eugenesia, como se sabe, tiene como punto de partida las ideas del británico Francis Galton, quien proponía fomentar el nacimiento de ciertos individuos para lograr una población genéticamente superior, en detrimento de otros calificados como inferiores.
Tales conceptos fueron acogidos con entusiasmo por el sueco Herman Bernhard Lundborg, quien llevó a cabo estudios entre la comunidad indígena sami y concluyó que debería impedirse “su mezcla” con los miembros de la raza nórdica para no “debilitar” a esta última.
Esto trajo como consecuencias programas de esterilización no voluntaria que se practicaron hasta 1975, aunque un informe independiente enviado al gobierno extiende la fecha a 1996.
Las autoridades suecas reconocieron su responsabilidad en estos hechos, que incluyeron también a gitanos y otras minorías étnicas, y muchas de las víctimas fueron indemnizadas.
Sin embargo el racismo permanece enquistado en la sociedad, como lo revelan los hechos recientes que lamentablemente no son actos aislados ni, por cierto, exclusivos de ese país.
Fuente: www.radiohc.cu