El legado de Ana Margarita Gasteazoro

El libro de las memorias de Ana Margarita nos lleva a reflexionar sobre el papel de mujer en las luchas revolucionarias. En mi caso particular, la conocí a través del libro titulado Díganle a mi madre que estoy en el paraíso, claro que el concepto de paraíso que nos habla Ana Margarita no coincide con el concepto religioso de un lugar en donde todo funciona bien y se vive un ambiente de amor y paz, lo que pude captar en el paraíso de Ana, es la convicción de estar haciendo lo que todo salvadoreño humanista y sensible, debía de hacer ante los hechos que vivía nuestro país en aquella época.

Por: Igor Iván Villalta Sorto*

El caso de Ana es atípico en el sentido que procedía de lo que en la sociedad salvadoreña se denomina como de “buena familia”. Ella se define como de clase media alta, por tanto creció con muchos privilegios, se codeaba con las personas de la aristocracia pequeño burguesa salvadoreña, y además de eso con representantes de la oligarquía nativa, más sin embargo su alto compromiso con el deber ser la lleva a abandonar un futuro prometedor para insertarse en las luchas populares.

Pasó a realizar un trabajo que muy pocos veían pero que sin ellos hubiera sido imposible sostener la lucha, se convierte en una persona que tenía bajo su responsabilidad la de abastecer logísticamente a muchas casas de seguridad, eso le llevo a correr muchos riesgos como la introducción de periodistas y realizadores de uno de los documentales que abordan la realidad de la guerra salvadoreña.

A una persona como ella se le facilitaba por el hecho de ser una mujer con una personalidad magnética, de buenos modales y de buen trato hacia las personas. Para los miembros de los cuerpos represivos que consideraban inaudito que una persona con esas características estuviese metida en algo tan oprobioso como el ser “terrorista”.

Por otro lado, podemos observar la soledad de perder su “status quo”, de ser una persona mimada por la sociedad salvadoreña en convertirse en una amiga de comunistas como la tildó su cuñada al querer llevarse una cantidad considerable de aguacates para alimentar a sus compañeros de lucha en las múltiples casas de seguridad en donde debía proveer alimentación, ese caso doloroso de ser excluido por los que constituyen tu círculo familiar o social, no por estar cometiendo delitos execrables; sino por estar aportando para que el país avanzara a mejores derroteros, como constituir las bases para la consecución de una democracia real.

Ser sujeto de tortura como la sufrida por Ana, no es poca cosa, estar en las ergástulas de la Guardia Nacional amarrada a una cama sin ser desatada ni siguiera para realizar sus necesidades básicas, es un trato que además de deshumanizar al ser humano, conduce a la degradación de la sociedad entera, una sociedad que permite esos comportamientos por los entes del estado no puede estar más enferma y carcomida, y es precisamente esos comportamientos bestiales los que conducen a reaccionar y a condenar ese tipo de atropellos.

Al mismo tiempo resalta la solidaridad y el sufrimiento de sus padres que, aunque ninguno de ellos tenía ideas progresistas, aceptaron el legado de sacrificio aportado por su hija. Comprendieron que como reza una frase de La Negra Álvarez “a los que decidieron caer por qué esa era su única razón de existir…” sólo el imaginarse la humillación que tuvo que pasar su madre sometida a los registros para visitar a su hija durante los años de encierro en cárcel de mujeres, ella que era una mujer que salía por las mañanas a cortar las flores del jardín para adornar su casa, caminando seguida por su fiel jardinero, sólo el amor de una madre puede soportar situaciones tan tristes y lamentables.

En su estadía por cárcel de mujeres también conoce a Clelia(1) que en la cárcel se llamaba Esperanza, una compañera que tuve la oportunidad de conocer en los preparativos de la “Ofensiva Final” de 1981, en su libro nos acerca quizá al último relato de una compañera de gran valía. Conociendo la historia de Ana nos podemos acercar al legado que deja toda persona que se define como revolucionario, no son sus bienes materiales lo que sobreviran a ella, es su testimonio, su hidalguía, su tristeza, su angustia, pero sobre todo su gran sentido de justicia y de la solidaridad por el que menos tiene, por el marginado, por el excluido.

El libro se ha publicado en inglés, para Estados Unidos y resto del mundo. Asimismo, puede encontrarse en español en la sede del Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI), quien publicó la primera versión..

*Biólogo e Investigador

(1)- La comandante Clelia, era una mujer joven, bastante atractiva, hablaba con mucha convicción y propiedad sobre las tareas del momento, poseía gran facilidad de palabra. Nos instruyó sobre los últimos preparativos para lanzar la ofensiva, y el análisis de coyuntura que hacia el partido sobre la situación política y militar en el plano nacional e internacional. Villalta Sorto, Igor Iván. Varilla Negra (En impresión).

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