La guerra en Ucrania ha conmocionado los mercados de productos básicos, alterando los patrones mundiales de producción, comercio y consumo de forma tal que los precios se mantendrán en niveles históricamente altos hasta finales de 2024, indicó este martes 26 un nuevo informe del Banco Mundial.
El aumento de los precios de los alimentos y la energía “está generando un alto costo humano y económico, y probablemente frenará los avances en la reducción de la pobreza”, señaló Ayhan Kose, director del Grupo de Perspectivas del banco, el cual redactó el informe.
Además, como ha comenzado un cambio hacia patrones de comercio más costosos, la transición hacia una energía más limpia podría retrasarse, según el análisis.
El aumento de los precios de la energía en los últimos dos años ha sido el más pronunciado desde la crisis petrolera de 1973, debido a las alteraciones en el comercio y la producción relacionadas con la guerra.
Se espera que el precio del petróleo crudo Brent (del mar del Norte, uno de los referentes del mercado global) ascienda, en promedio, a los 100 dólares el barril (de 159 litros) en 2022 —el nivel más alto desde 2013—, lo que representa un aumento de más de 40 % en comparación con 2021.
Ese valor se moderaría a unos 92 dólares en 2023, pero muy por encima del promedio quinquenal de 60 dólares la unidad.
Adicionalmente, las proyecciones indican que los precios del gas natural (europeo) llegarán en 2022 al doble de los de 2021, mientras que los del carbón serán 80 % más altos, ambos en máximos históricos.
“La merma en el uso de los insumos afectará la producción y la calidad de los alimentos, lo que a su vez influirá en su disponibilidad, en los ingresos rurales y en los medios de subsistencia de los pobres”: John Baffes.
El alza de los productos básicos alimentarios -de los cuales Rusia y Ucrania son grandes productores- y de los fertilizantes, en cuya producción se utiliza el gas natural como insumo, ha sido la más marcada desde 2008.
Se prevé que este año los precios del trigo aumentarán más de 40 % y alcanzarán un máximo histórico en términos nominales, lo que ejercerá presión sobre las economías en desarrollo que dependen de las importaciones de ese cereal, en especial las que provienen de Rusia y Ucrania.
Y según las proyecciones, los precios de los metales se elevarán 16 % en 2022, para atenuarse luego en 2023, pero se mantendrán en niveles altos.
Sobre una base 100 en 2010, el precio promedio de las materias primas no energéticas (como alimentos, maderas, fertilizantes y minerales) fue de 84,4 en 2020, 112 en 2021, llegará a 133,5 este año, y aún se sostendrá en 121,7 en 2023 y 117,8 en 2024, según las proyecciones del estudio.
Entre los energéticos, el barril de Brent promedió 42,30 dólares en 2020, 70,40 en 2021, se calcula que estará en 100 dólares en 2022, y bajará a 92 dólares en 2023 y a 80 en 2024.
La tonelada de carbón australiano se vendió a 138 dólares en 2021, pero este año puede alcanzar 250 dólares, 170 en 2023 y 154 dólares en 2024. El gas en Europa, comercializado a un costo de 16 dólares el millón de unidades BTU en 2021, llegaría este año a 34 dólares y se situaría entre 25 y 22 dólares en 2023 y 2024.
La crisis “se ve agravada por el aumento de las restricciones al comercio de alimentos, combustibles y fertilizantes” y “estos acontecimientos han comenzado a agitar el fantasma de la estanflación (estancamiento con inflación)”, dijo Indermit Gill, vicepresidente de Crecimiento Equitativo, Finanzas e Instituciones del banco.
Para John Baffes, economista sénior del Grupo de Perspectivas, “esto tendrá efectos indirectos duraderos. El marcado aumento de los precios de los insumos, como la energía y los fertilizantes, podría dar lugar a una reducción en la producción de alimentos, en particular en las economías en desarrollo”.
“La merma en el uso de los insumos afectará la producción y la calidad de los alimentos, lo que a su vez influirá en su disponibilidad, en los ingresos rurales y en los medios de subsistencia de los pobres”, abundó Baffes.
En el corto plazo, el alza de los precios amenaza con perturbar o retrasar la transición hacia formas de energía menos contaminantes, y varios países ya han anunciado planes para ampliar la producción de combustibles fósiles.
Los elevados precios de los metales también están impulsando el costo de la energía renovable, que depende de metales como el aluminio y el níquel para baterías.
El informe culmina exhortando a los funcionarios a cargo de estos temas a actuar con prontitud y a diseñar programas de protección social focalizados, como los de transferencias monetarias, de alimentación escolar y de obras públicas, en lugar de establecer subsidios a los alimentos y los combustibles.
Considera finalmente como una prioridad invertir en medidas de eficiencia energética, lo que abarca el acondicionamiento de los edificios para protegerlos del clima, y también se alienta a los países a acelerar el desarrollo de fuentes de energía con cero emisiones de carbono, como las energías renovables.
Fuente: https://ipsnoticias.net