Hace tres semanas me visitó un paciente, en lo que conversábamos resultó que el motivo o lo que realmente le preocupaba no era tanto el dolor de cabeza, sino que debía conseguir tres mil dólares para que le realizaran una cirugía para la extirpación de la vesícula.
Por: Francisco Parada Walsh*
“Todos somos pobres”, ese es mi lema y de a poco fui escudriñando en cómo podía ayudarle; revisé todos los exámenes de laboratorio y de gabinete y le pregunté si le podía ayudar a que su cirugía se le realizara en un hospital nacional y ahorrarse esa fortuna.
Él, aceptó mi trato e inmediatamente llamé a mi gran amigo de amigos Dr. Rafael Merazo y como nos conocemos tan bien me dice: “¿Está escuchando el paciente? A lo que le respondo que sí, no hay espacio ni para agravar ni mentir, cosa que mi amigo no hace; empezó a decir que necesitaba una ultrasonografía que debía ser realizada en San Salvador pues debía diferenciar entre lodo biliar y pólipos biliares y que con gusto lo operaba en el hospital nacional de San Bartolo; el paciente no salía de su asombro al ver que del nudo ciego, ya habíamos desamarrado una pita; era un viernes y mi paciente realiza viajes a San Salvador a dejar hortalizas y tenía viaje para el martes, inmediatamente le hice una referencia para la Clínica de Radiología Sosa-Guevara; mi paciente no pudo sacar cita pues hay una demanda de pacientes muy grande; ese martes me llama y me dice que fue el primero en pasar, que ya estaba solo esperando que le entregaran la ultrasonografía y aun, me dice que por la referencia que envié no le cobrarían cincuenta y cinco dólares sino treinta; otra pita desamarrada.
Es mi paciente quien me dice que si le puedo ayudar a que sea evaluado ese mismo día en el hospital de San Bartolo, le digo que necesito unos diez minutos para hablar con mi amigo, en el momento mi amigo me está diciendo: “Decile a tu paciente que se venga, no lo puedo atender yo, que pregunte por el Doctor Flores en la emergencia de cirugía, que él lo atenderá”; hablo con mi paciente y le digo que vaya a San Bartolo, que ahí le darán la referencia.
Mientras venía de regreso a la montaña me dice: “Doctor, usted solo amigos grandes conocedores tiene, el doctor que me atendió me explicó todo tan bien como ninguno y ya tengo la referencia para el hospital de Chalatenango”; ya vamos desmarañando el nudo.
El jueves, menos de una semana él se apersona al hospital nacional de Chalatenango y se le programa la cirugía para el día 9 de mayo. Ahorrarle tres mil dólares a un paciente no es favor el que le hago sino que es mi deber, desde el punto de vista que se vea, sea como médico pero sobre todo como prójimo.
El sábado siguiente, fui invitado a almorzar a la casa de mi paciente, él, hombre de hablar pausado no encontraba la forma de pagarme lo que hice por él, no hice nada, nada, solo que trato de ponerme en los zapatos del otro, eso es todo.
Sin embargo me pregunto ¿Por qué los médicos no tendemos puentes de solidaridad a nuestros pacientes? ¡No lo sé! Sino que nos afilamos los colmillos para vaciar toda la sangre que el paciente pueda dar, no hay juramento, no hay solidaridad, no hay fe, no hay un tal dios, no hay nada; corazones vacíos que ven la vida, igual que la muerte.
Lo que hice, fue tan sencillo y los resultados fueron de gran beneficio a mi paciente. Agradecí a la Doctora Sosa la atención brindada a mi paciente, el haberle cobrado apenas treinta pesos y haberle dado la prioridad de ser el primero en ser atendido a pesar de no tener cita; es a ella y a su equipo, es al Doctor Merazo y al Doctor Flores que llamo “médicos de verdad” pero sobre todo, maravillosos seres humanos, que dan más de lo que deben dar, que sirven más de lo que deben servir, que aman más, que lo que deben amar. Ojalá estas líneas las lean los “money makers” y que, sepan que todo en la vida, regresa.
*Médico salvadoreño