La reciente filtración del borrador de una resolución de la Corte Suprema de Estados Unidos escrito por uno de los jueces de ese tribunal que anularía el fallo del caso Roe versus Wade y permitiría nuevamente la penalización del aborto cayó como un balde de agua fría sobre decenas de millones de mujeres estadounidenses, quienes desde hace casi medio siglo daban por descontado que gozarían por siempre del derecho a la interrupción del embarazo en los cincuenta estados de la Unión Americana.
Por: Jerry Espinoza Rivera*
Pero además, si esta resolución llegara a aprobarse tendría enormes consecuencias en los fundamentos mismos de la institucionalidad política estadounidense e incluso cuestionaría su condición misma como democracia.
Ciertamente nunca ha existido consenso sobre lo que significa la democracia. Lo que los atenienses del Siglo de Pericles entendían por democracia sin duda era algo muy diferente a la democracia que se practica en las sociedades contemporáneas y difícilmente la democracia directa de la Antigüedad podría aplicarse en los complejos y heterogéneos Estados modernos.
Las democracias modernas procedimentales y representativas son más bien herederas de la Ilustración y de las grandes revoluciones del siglo XVIII. Sin embargo, mientras en la Francia republicana la democracia se relaciona con la igualdad, en Estados Unidos influye más la tradición del liberalismo inglés y la filosofía política de Thomas Hobbes y John Locke, en especial su defensa de las libertades individuales. Por eso no es casual que en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos los llamados Padres Fundadores establezcan que la libertad es, junto con la defensa de la vida y la búsqueda de la felicidad, un “derecho inalienable” (unalienable Right).
En la relación entre la religión y el Estado también existen diferencias significativas. Mientras en Francia se establece una clara separación entre la religión y el Estado, en Estados Unidos se establece que el Estado no puede establecer una religión oficial o “la prohibición del libre ejercicio de la misma” (Iª Enmienda de la Constitución).
Al proteger la libertad de las mujeres de interrumpir el embarazo en el fallo de Roe versus Wade, la Corte Suprema fue consecuente con la tradición democrática liberal de los Padres Fundadores, pero enfrentó el rechazo de los grupos cristianos conservadores que siempre han aspirado a convertir a Estados Unidos en una república confesional cristiana, aunque esto sea incompatible con lo que establece la propia Constitución.
A pesar de todos sus intentos, estos grupos no habían podido revertir la decisión de la Corte Suprema, hasta ahora. Sin embargo, el triunfo de Donald Trump en las elecciones de 2016 con el apoyo de los grupos conservadores cristianos inclinó la balanza a su favor. Al elegir a dos jueces conservadores en la Corte, Trump por primera vez posibilitó que se revirtiera el histórico fallo de 1973. Más preocupante aún es que al revertir el fallo de Roe versus Wade la Corte establecería un peligroso precedente para que los estados establezcan normas que restrinjan aún más los derechos de las mujeres, de los grupos LGBTIQ+ o de otros colectivos.
*Profesor Asociado Universidad de Costa Rica.