Al ver tu foto, sentí el amor más puro que haya experimentado, que haya sentido, que haya vivido; al ver tu foto viajé al pasado, y pude ver cómo te observaba, en ese segundo plasmé todo mi amor al verte siempre fuerte, optimista, sonriente; esa fuiste, eres y serás mi amadísima madre, que como un viejo puerto esperabas a que sencillas lanchas llamados hijos recalaran en tu fuerte armazón, indestructible, bendita.
Por: Francisco Parada Walsh*
Al ver tu foto, apenas conocía la vida y menos el dolor de perderte, pocas veces creo en la eternidad y una de ellas es creer que eras eterna, que nada te derrumbaría, que siempre estarías presta a mis necesidades, a darme el consejo oportuno, a prepararme aquellos cangrejos rellenos del amor más puro sin embargo la vida me jugó sucio como siempre y hace treinta años el avión Air Force 001 trocó motores y llegaste a un mejor destino; me pregunto ¿Qué hubiera pasado en mi vida si aún estuvieras en este mundo? No lo sé, imagino tantas cosas, sé que me hubieras tomado de la mano y fuera un buen médico, lo de hombre y valores es otra historia, tú sabes mejor que nadie que lo que soy es gracias a ti, a nadie más.
Al ver tu foto, solo se ve una luz brillante, si, esa luz que ilumina mi caminar, aun, ahora más que nunca que empiezo a sentir que estoy más cerca de ti, aunque tú sabes que eso de la fe, de un cielo donde todo será bello y no habrá dolor no mucho me lo creo; sencillamente vivo del amor que sembraste en mí y que, si todo eso de encontrarnos fuera cierto, seríamos felices, tan felices pero no creo que las cosas sean así, sin embargo me sale mejor creer que nos volveremos a ver, a abrazar, a conversar, a disfrutar largas tertulias; y si no es así, solo debo dar gracias a la vida por haber decidido ser mi madre, yo no pude escoger, nacemos por un karma bueno o malo y fuiste tú la que fijaste tu mirada en mí, y como hijo, me duele en el alma que no pudiste ver a tu hijo ya tallado, ya hecho un hombre pues tu ausencia repentina jamás la esperaba, todo fue rápido, doloroso y así como pedí a dios que me llevara a mí en ese momento de tu enfermedad, así lo repito; tú tienes muchísimo que dar, yo no, tú deberías seguir en este mundo para que tu ejemplo sirva de guía a tantísimos y ser esa chimenea que calienta nuestros corazones.
Al ver tu foto, pareciera que mi vista esta clavada en ti y que a lo lejos percibo que me dejarás, que te irás y tu partida fue tan dura, demasiado pero debes saber algo, cuando te fuiste, vino una señora, ella es mi ex suegra, al conocerla me sentí tan afortunado pues ¡Tendría otra madre! y ¿Quién tiene dos madres en este mundo? ¡Nadie! Y así pasé años amándote y amándola a ella, ya a mis 57 años todos vamos llegando a la meta y me duele el doble saber que perderé a dos madres, el dolor es inmenso, es un dolor al cuadrado y no puedo hacer nada, absolutamente nada, más que llamar a mi otra madre, lo hago ocasional, no por dejadez sino por vivir tan lejos y nunca estar al día conmigo mismo; tú me enseñaste que llegar lejos en la vida no lo da ni títulos, propiedades ni egos sino que el pensar, el decir y el hacer en forma coherente son los que forjan el carácter del hombre; de riquezas no hablemos, mis bienes son apenas unos gatos, unos perros y miles de rosas que tratan de alegrar el jardín, esas riquezas son reales, son vidas, son amores y mientras te escribo veo un combate cuerpo contra cola de dos gatos bandoleros que, quizá, sabedores que estoy triste, intentan alegrarme, y sí lo han logrado.
Al ver tu foto, no sabía que las divinidades se mezclan con la plebe, tú eres divina, yo soy un forajido de la vida, siempre huyendo y aquí, en esta sencilla casa de adobe vivirías conmigo, te contaría un cuento, te leería como siempre lo hacía y volvería a leerte. Aunque estuvieras dormida.
*Médico salvadoreño