Son un clásico los debates entre hombres y mujeres sobre a qué intensidad poner la calefacción. Ya sea en la oficina o en nuestras casas, todos hemos o pasado frío o calor, según nuestro género. La ciencia ha dado su veredicto.
Investigaciones previas siempre coincidieron en que las mujeres prefieren una temperatura interior más alta que los hombres. Pero, ¿por qué ellas sienten más frío que ellos? Un nuevo estudio esboza una respuesta a este interrogante.
Una buena explicación es que las diferencias anatómicas y hormonales juegan un rol importante. Por un lado, las mujeres sulen tener menos músculos para generar calor, además de más grasa entre la piel y los músculos, por lo que la piel se siente más fría, ya que está un poco más lejos de los vasos sanguíneos, publica The Conversation.
Además, tienden a tener una tasa metabólica más baja que los hombres, lo que reduce la capacidad de producción de calor durante la exposición al frío.
Por otro lado, las hormonas de estrógeno, que se encuentran en grandes cantidades en las mujeres, dilatan los vasos sanguíneos de las extremidades.
Esto significa que se puede perder más calor en el aire circundante. Otra hormona, la progesterona, puede hacer que los vasos de la piel se contraigan, lo que significa que fluirá menos sangre a algunas áreas para mantener los órganos internos más calientes. Los investigadores resaltan que este equilibrio hormonal cambia junto con el ciclo menstrual.
Esta lógica aplica no solo a los seres humanos, sino también a los animales. Estudios sobre una numerosa cantidad de especies de aves y mamíferos indican que los machos comúnmente se congregan en áreas más frías donde hay sombra, mientras que las hembras y las crías permanecen en ambientes más cálidos donde hay luz solar.
Esto podría explicarse de la siguiente manera: las hembras de mamíferos pueden haber desarrollado una preferencia por climas más cálidos para descansar con su descendencia durante las etapas en las que las crías no pueden regular su propia temperatura corporal.
Es decir, la diferencia entre los mecanismos de detección de calor puede ser evidencia de una ventaja evolutiva.
Parece que genéticamente es imposible ponerse de acuerdo respecto a la temperatura, así que la mejor solución para evitar peleas será que en casa cada uno tenga su propia manta.