Ante la debacle que vive El Salvador, y en tres años de una pérdida del rumbo del país no queda más que ir tras “los grupos terroristas”, amigos cuando conviene y chivos expiatorios cuando se necesita un culpable.
Por: Francisco Parada Walsh*
El objetivo es enviar un mensaje a una de las sociedades más violentas del mundo que la violencia es la solución a los problemas. El día que desencadenó la masacre más grande en estas tierras fue el asesinato de 62 personas como resultado del rompimiento de una tregua que llegaba casi a tres años; no ha habido gobierno que no pactara con el mal, mientras un pueblo aletargado aun, cree que este gobierno está haciendo las cosas mejor que nadie, que la economía florece, que no hay migración, que el país se enrumba a ser la sede de la economía mundial, sin embargo todo es falso, no hay justicia, solo sangre.
Ver en anuncios del gobierno cómo un custodio de Centros Penales derriba a un pandillero no es sano, es querer enviar una señal de que el estado tiene el poder, tiene el control. Pero todo perdió sentido, prevaleció la sangre y no la justicia. Siempre es el pobre el que sale con la peor parte, es un estamento, casi los parias de nuestra sociedad los que han sufrido las aberraciones legales e inhumanas que puedan existir.
Si esto sucede es porque se perdió el estado de derecho y la represión como la tortura vuelve a aparecer pero ¿Cómo pudimos permitir que eso sucediera? ¡Por indolentes! Y aun, no parece que recapacitamos del error cometido y debo preguntarme ¿En qué mundo vivo? ¿En qué país nací? ¿Se debe o no se debe volver al pasado? Vivo en un mundo no a colores, solo predomina el rojo sangre donde el objetivo es hacer saber que la vida no vale nada. Nada.
Lo que pudo ser una oportunidad a un sistema judicial para sacudirse esas costras de corrupción solo sirvieron para hacer de este sistema, un perro furioso que muerde despiadadamente al pobre; todo está estructurado para ser pobre y recibir una educación engañosa; por ende el joven pobre será siempre lo peor de una sociedad, será el culpable de todo lo malo que a un país suceda con el beneplácito de la oligarquía que, ahora está mejor que nunca.
Qué triste lo que vivimos. Familias destruidas, desapariciones, una pobreza infinita y aun, parece que vivimos en el Olimpo; incapaces de no entender la diferencia entre justicia y sangre, entre derechos humanos y sangre, entre el futuro de una sociedad y sangre; todo lo que predomina es una violencia de un estado destrozando todo aquello que sea fuerza, rebeldía, pasado; no, esto es insano y a dos años que este gobierno finalice, no hemos entendido que se le inoculó a una sociedad un odio como nunca había existido, tristemente no hay antídoto contra esta eterna confrontación y debemos pagar las consecuencias en un futuro no tan lejano.
Somos una sociedad a la que no le importa nada, dudo que un lector tenga algún interés por saber el drama que vive una madre que anda de la seca a la meca en busca de su hijo, comprando un paquete de cosas de limpieza personal y otras a un precio que no cualquier familia dispone, son 140 dólares y ¿Quiénes serán los que venden esos productos? Los verdaderos dueños de ese dinero, no es difícil imaginarlo.
Todo el tejido social se pulverizó, a nadie parece importar lo que suceda a otro y así, jamás saldremos de este atolladero llamado El Salvador de Qué. No hay justicia, no hay probidad, no hay leyes que se cumplan, todo lo que sucede en el país es un circo romano donde el pobre se tira a los leones, esos leones pobres, sin dientes ni garras son policías, soldados, custodios que sin revisar la historia por la culpa de “los mismos de siempre” vuelcan su furia, frustraciones y se envilece esa pizca de poder para someter y somatar a su hermano, otro pobre. Otro pobre. Otro pobre.
*Médico salvadoreño