Cuando a una sociedad le importa más la pelota de Catar, se ha perdido el rumbo. Entiendo que todos vivimos en un micro cosmos pero no podemos vivir aislados de las realidades del mundo aunque me duela aceptarlo.
Por: Francisco Parada Walsh*
Es fácil subir el vidrio polarizado de la vida y evitar ver dolores, pobrezas, enfermedades y desgracias; harto estoy que me digan “No escribas cosas tan duras” pero ¿Qué es la vida en sí? Cada quien debe preguntarse y responderse, para mí la vida es compasión, pensar siquiera ponerme en los zapatos del otro y entender que soy afortunado de tener una vida mejor que aquel pero eso no me exime de ser indiferente y pensar en Catar mientras el otro no tiene ni para catar frijoles y menos para el ayer.
Así no camina el mundo pues si eso enseño a mis hijos tales anti valores no pueden ser hombres de bien sino una mezcolanza de perfumaditos que prefieren nadar a la orilla de la vida y no en las profundidades, en lo desconocido, en el misterio de la pobreza; quizá cada día me vuelvo más loco pero soy bendecido cuando conozco un mundo que muchas personas ni idea tienen de lo que es el hambre, el analfabetismo, la desnutrición y el olvido, si, ese olvido que sufre el pobre, no vine a cambiar el mundo, me basta cambiar el metro cuadrado donde estoy parado y moriré tranquilo pero si mis prioridades fuesen nimiedades sería menester preguntarme ¿A qué vine al mundo?
Mis padres me enseñaron a servir, a compartir, a invitar al otro y ver al otro como un igual, jamás alguien que haya trabajado para mi come aparte, comemos lo mismo y en el mismo lugar ¿Tener asco de un empleado? Quizá asco debería sentir de mi si lo desprecio y si no me despierta la curiosidad ver en su ropa, en su flacuchento rostro la pobreza marcada, eso es repugnante pero como mencioné, no cambiaré el mundo, me iré de él quizá con alguna media mueca en mi rostro, no sé si será una sonrisa de satisfacción o un dejo de tristeza por no haber dado más; las cuentas son personales, ni espero un cielo por mis obras, pues no he hecho nada excepcional sino simplemente olfatear como sabueso ese olor inconfundible que es ser pobre en este país y morir más pobre.
Quizá para mí La Pelota de Catar sea la barriga lombricienta de un niño, que la opulencia de Catar sea la pobreza de la zona alta, que la muerte de tantos trabajadores extranjeros que construyeron los estadios sean los desaparecidos de mi patria, que el grito de Gol sea el alarido del señor que murió estrangulado en la cárcel; esas son mis realidades y entender que entre más empapado esté del dolor del otro, mi vida será mejor porque aprendo y vivo en carne propia experiencias que la mayoría evita, claro, es más chic hablar y viajar por el mundo que leer las miserias humanas que Francisco escribe, es de perfumados visitar el restaurante de moda y no escuchar al campesino decir que si compra café ya no tiene para la azúcar
Esas son realidades y sé que esto molesta a algunos conocidos que, asumen que “Eso no vende”, en primer lugar escribo para mí, de una u otra forma dreno tanta confusión, ingratitud, dolores y esperanzas; que re leer un artículo significa mucho para mí; la solidaridad no es dar palmadas en la espalda al otro ni decir que “Te vamos a poner en oración”, no, eso es falso, eso es tomarle el pelo a una persona, se le debe tomar de la mano y caminar a algún lugar donde la vida cambie, no puedo aspirar al “Buenismo” ni al “malismo”, no, debe haber un punto medio donde el pan de la vergüenza se gane pero pensar en una pelota mientras día a día mueren personas detenidas solo habla por la desgracia que vivimos y que, hasta que no lo vivamos en carne propia, nunca aprenderemos las lecciones más importantes de la vida.
Seguiremos siempre endrogados, bolos, en un mundo color rosa donde todo a mi paso debe ser perfecto, inmaculado aunque mi vida sea una mancha en la pureza de la humanidad, claro, es el dios dinero el que lleva las de ganar. Soy pobre y acepto mi condición, no añoro ni por un momento ni envidio a fulano de tal, cada quien tiene su historia y debo escribir la mía.
*Médico salvadoreño