No existe. Ni existirá. O debo de entender que un gato o un perro es mi alma gemela mientras lo acaricio.
Por: Francisco Parada Walsh*
No puedo esperar a esa persona mágica que cabalga cual reina celta y yo, rendido ante su paso, le ayudo a bajar de su lindo corcel, no, esos son cuentos para dormir a niños y necesito cuentos para dormir a grandes y no es mi alma gemela una mujer, no es mi alma gemela mi pareja, no es mi alma gemela mi amante pues le doy un toque místico o mágico a una relación que en días o meses sale volando, eso es un romanticismo caótico que me hace creer que se vive del amor, todo es efímero, aun, el amor de pareja es lo más delicado que existe, enamorarse es como andar en terreno minado que en un zas perdí no una extremidad sino mi identidad, y quizá hasta mi dignidad; lo más cerca del amor verdadero es el amor ágape, ese amor lo puedo cultivar día a día y hacer que crezca, que se nutra pero pensar que en las redes sociales encontraré a una diva que, después del primer polvo todo se reduce a la nada, a la realidad, a la crudeza de ver que el mito de la belleza no es más que un momento que seduce, luego, viene la realidad, cruda, defectuosa, sin lástima.
Aun, un amigo puede ser mi alma gemela, un libro es mi alma gemela mientras lo leo, y al fin de mis días, habré tenido tantísimas almas gemelas como haya deseado y no una, como se cree.
En un mundo donde escuchar la voz del amigo o de la amiga ha quedado abolido a que todo deben ser mensajes, solo puede decir que vivimos en una franca regresión emocional cuando es tan cálido y bello escuchar una risa, lo que pasa en nuestras vidas, y también un llanto porque me dice que en el otro extremo está un humano y no lo que vivimos donde ¿Cómo puede ser alma gemela alguien que es incapaz de hablar? ¿Tan raros somos? No lo dudo, poco a poco nos vamos ensimismando y quizá ese silencio sea nuestra única protección ante un mundo falso, sin embargo moriré queriendo escuchar una sonrisa, conversar sea algo trivial o un tema que decida el fin del mundo pero debo poder entender que las emociones deben ser reales, viajar cuando escucho un “Hola Francisco”, eso, lo que fue tan normal, ahora es un privilegio.
Recientemente leía un proverbio japonés que dice que tenemos tres caras, la primera es la que mostramos al público, la segunda es la que conocen los más cercanos y la tercera cara o rostro es la que veo al espejo, ese hombre miedoso o seguro, ese hombre que solo él se conoce y debo agradecer a la escritura que me permite que el lector y yo me conozca como soy, nunca había pensado que cuando escribo dreno mis dolores, alegrías, traumas y no tengo nada que ocultar, soy uno más y poder expresarme y que el lector me pellizque los cachetes y por más que intente, no hay máscara, soy el mismo, soy uno y que, el miedo a que conozcan mis miedos, fracasos, adicciones, derrotas me hace más humano, más real y eso me complementa porque puedo caminar erguido ante la vida, es a la vida a quien debo rendir cuenta y no a mí, que mi alma gemela quizá yo mismo pueda ser, quizá no me falle, no me traicione, no me sea infiel y como dice García Márquez, que en la vejez lo mejor es hacer un pacto con la soledad, es esta mi alma gemela; paso horas solo, cuando escribo quince artículos son quince horas que no hablé con nadie, cuando decido revisar la ortografía quizá demore más, tiempo que me dedico en silencio, solo escucho que las teclas de mi vieja computadora me dicen que ya, que la pare, que ya no escriba, que les duele el lomo, que ya es hora de dormir.
*Médico salvadoreño