Algunas realidades pegan hoy más fuerte que nunca a la estructura sindical, llena de anacronismo, débiles liderazgos, en mucho el sector del comercio y servicios es el que sigue más acumulativo—en su mayoría pequeñas empresas sin trabajadores sindicados—asalariados sin mayor formación político-social y sin el peso para profundizar una lucha por mejores condiciones de vida y de trabajo, y en mucho una fuerza femenina, ligada a comportamientos más de subordinación y hasta sumisión, con pocos grados emancipatorios.
Por: Róger Hernán Gutiérrez*
La tarea sindical primaria reconocimiento de la fuerza laboral: mujeres, jóvenes, de la diversidad sexual, empleados públicos modernizados, manufactura (industria), comercio y servicios, por cuenta propia, núcleos familiares, independientes dentro de la economía no estructurada, ¿dónde está hoy la fuerza laboral, pensante, independiente y autónoma que trabaje los factores de la unidad en la acción, programática u orgánica?.
El Ministro de Trabajo, alucinó tiempo atrás, pretendiendo impulsar un Instituto de formación sindical, pero ni el propio Ministro, ni los liderazgos sindicales actuales han visto esta acción por hoy demagógica del propio Ministro, como una oportunidad, la formación y educación sindical, es elemental para adquirir nuevas lógicas para el impulso de un trabajo organizativo sindical en la actualidad, que sea diferente en su esencia.
El mundo tecnológico y las condiciones de hacer un trabajo productivo, que llene los vacíos y deficiencias económico-sociales de las personas trabajadoras, no alcanza a ser lo suficiente para tener un modelo de desarrollo de país, que esté enfocado en la gente y no en actividades acumulativas de las ganancias de los grupos fácticos, que se nutren de estos procesos de empobrecimiento poblacional acelerado, bastante cimentados en las actuales políticas públicas y de gobernanza que se llevan.
Hay un lastre que lleva cargando el sindicalismo, que no logra liberarse, y empujar una acción más transparente, siguen enquistadas formas antidemocráticas a lo interno, que por hoy lo hacen incapaz de superar el ambiente de ahogamiento y asfixia en que se encuentra, en mucho sin credibilidad y sin una visión de conjunto, llena de principios y valores que se han ido menoscabando por la actuación venal de algunos personajes sindicales, que siguen aferrados a un pasado de encontrar pactos oscuros con grupos empresariales y gobiernos poco éticos.
Hay obsolescencia en lo que hacemos, la lucha reivindicativa está desvalorada, sigue en mucho con alta prevalencia economicista, válida por el alto grado de deterioro económico en la vida de la gente, se acepta cualquier trabajo sin alcanzar los estándares de una suficiencia de ingresos para vivir, y se ata a una subsistencia llena de miedo, que paraliza e inmoviliza la acción reivindicativa.
La crisis de la economía globalizada, que destruye una infinidad de puestos de trabajo, hacia un estadio de superación de esta etapa por una diferente con otros puestos de trabajo, con otras características; y para los cuales las nuevas generaciones serán los indicados de ocuparlos, pero eso requiere de una formación profesional y educación que no tenemos, bajo otra óptica socio-laboral y política de las condiciones productivas del trabajo.
Esta transición que vivimos, es actualmente de zozobra y desesperanza, es degradante, nada ética, de intereses mezquinos, que generan mayores inequidades y desigualdades, todo este ámbito que caracteriza la fase en que nos encontramos será de mayores indecencias laborales, de alta degradación del trabajo que conocemos para aquellos grupos de personas trabajadoras que no tienen alguna preparación para enfrentar el nuevo esquema laboral y de puestos más enfocados en una formación profesional, que sigue sin incorporarse en la currícula educativa del INSAFORP.
Los atrasos en el sistema de educación y de formación profesional, vinculados a la pandemia del covid 19, a los altos deterioros de los partidos políticos, de las conducciones empresariales incompetentes, voraces y acaparadoras de la ganancia, y que no ayuda a generar un sindicalismo de mayores entendimientos y apropiación de los procesos productivos que se modifican, para entrar en un esquema y estadio de mayores complejidades.
La propagación de la pandemia ha estirado el tejido social, amenazando aún más la sanidad del país, la actividad económica y el sistema social, así como los medios de vida a largo plazo y el trabajo decente para todos. Esta situación nos arrastra a ser un sindicalismo poco creativo, participativo de las condiciones de trabajo, no identificados a causas por un desarrollo económico-social sustentables y con alta sostenibilidad.
Es claro la movilidad en reducción, la desconfianza por la causa, que crea mayores oposiciones a la actividad sindical reivindicativa en la empresa, deterioro de la representación sindical, por la manera como se eligen sus delegados para la interlocución con la fuerza empresarial y gubernamental. Pensemos si lo hacemos de manera dogmática como siempre o lo hacemos con una apertura a mayores y mejores intereses genuinos ligados al trabajo que todas las personas trabajadoras necesitamos.
*Sindicalista salvadoreño