Soy amante de todos los animales, son los gatos y los perros quienes comparten mi dicha o desdicha, mi buen carácter o mal carácter.
Por: Francisco Parada Walsh*
A veces son conversaciones infinitas con los gatos, parece que me entienden y sí me entienden, fijan la mirada en mí, eso me asusta, no sé si están viendo a mi persona o ya soy ánima que vagará por el infra mundo.
Poco a poco el pasto escasea tanto para mis amigos como para mí, sin embargo intento alimentarlos dignamente, dedicarles tiempo y así pasa un día común en mi vida, demasiado común.
Recientemente me bañaba, el cuarto estaba a oscuras y en la cama vi tirado un bóxer negro, cuando lo agarro era un gato negro, era Nirvana que da un brinco que me deja asustado, no sé quién se asustó más, si el gato o yo; más que preocuparme por mi manifiesta ceguera, me causó gracia tal suceso, entendí que poco a poco todas las funciones se van perdiendo, es la vejez que tocó a mi puerta.
Quisiera saber a qué equivalen mis 58 años, y al ver ese franco deterioro físico y por qué no decir mental entiendo lo efímero de la vida, que todos somos iguales, que no nos llevamos nada y quisiera antes de partir revisar si hay rencores en mi vida para pedir perdón, irme sin clavos, irme libre, sin ataduras; visitar a todas las personas de mi cariño, abrazarlas por largo tiempo y sé que quizá no nos volvamos a ver.
De una u otra forma no le temo ni a la vejez y mucho menos a la muerte, sé que me espera, eso me consuela. Pero este día viernes un gran amigo me comentó sobre el estado de salud que atraviesa un pariente cercano.
Mientras realizaba mi caminata matutina pensaba en qué quisiera decir ante un quebranto de salud donde estoy a punto de perder el habla, qué desearía ver antes de perder la vista, cómo debería abrazar a todos los que en vida fueron parte de mi vida y no los que llegan a mi lecho de enfermo, qué viandas deseara disfrutar antes de que todos mis alimentos sean dados por sonda, qué música quisiera escuchar antes de perder la audición, por qué senderos amaría caminar antes de que me amputen un pie; en fin, esa es la vida; el gato Bóxer es apenas un preámbulo de lo que me espera, no sé qué sentiría si apenas escucho algunas palabras de consuelo; no me imagino vivir ese drama pero no soy dueño de nada, de nada.
Hace siete años presenté una deshidratación severa, no recordaba los nombres de mis padres y mientras hablaba con mi ex esposa, le hice ver que si colgaba, no podría volver a llamarle; mientras unos amigos me llevaban a la unidad de salud de La Palma nunca corté la conversación, empeoraba a cada segundo y le hice ver a ella que si era un derrame cerebral, que hiciera todo lo posible por evitar tantos manejos médicos que a veces solo alargan la agonía, esa es mi vida.
No juego a dios, solo que todos debemos estar preparados para la muerte y por ende, quizá revisar nuestra vida, escudriñar en el alma algunas trabas con los amigos, con la familia; eso no lleva tiempo y acercarnos, no esperar a que el pariente o uno esté vencido, no, en vida hermano, en vida.
Cuando la pandemia subió a la montaña, hubo una ocasión que presenté fiebre alta, dolor de cuerpo y fatiga, saturaba 78, un gran amigo colega me incitó a que me fuera a ingresar a la unidad del seguro social donde él labora, no me traté con el método aceptado por el mundo, sino que con hipoclorito de sodio, en buen salvadoreño con lejía, decidí morir haciendo lo que amo, emprendí mi caminata, sudaba profusamente, caminaba despacio pero quería morir haciendo lo que es mi vida.
Luego descongelé dos libras de lomo de aguja y una perolada de papas fritas, no podía faltar el vino que en vano limpia mis venas, sabía que podían ser mis últimas comidas, tenía claro que si era capaz de comer tal cantidad de comida y beber el litro de vino quizá cobraba relevancia aquel dicho que dice que a la mala hierba ni los cuches se la comen; no lo sé pero en ese momento era reacio a ir a un hospital, prefería morir en mi montaña, rodeado de la sinceridad con bigotes y colas.
Soy un hombre más común de lo que alguien pueda imaginar, por eso el gato “Bóxer” es mi referencia, todos más temprano que tarde sucumbiremos, solo es cuestión de actitud, de entender lo frágiles que somos y ver a los demás como parte de nuestro existir, dejar egos, poderes terrenales, cuentas, orgullos que no sirven de nada, y hacer un pacto en silencio con la muerte, es algo personal pero así está mi vida trazada.
*Médico salvadoreño