Rodrigo Moya, el artista de la foto clásica

Por Mónica Mateos-Vega:

 

En entrevista con La Jornada, el artista consideró que, en general, los grandes periódicos en la actualidad “no tienen interés en gastar cuatro páginas en un fotorreportaje, todo es temas políticos y actualidades. El fotorreportaje se ha ido perdiendo, casi no hay”.

Luego de documentar intensamente con su cámara la vida del país y del continente en la década de los 50 y 60, a Moya hoy le resulta “una experiencia personal muy íntima y muy fuerte ver cómo México ha avanzado en unos terrenos y en otros ha retrocedido; en los más agudos, como la vivienda y la vida campesina, que yo cubrí, siguen igual de jodidos todas esas personas.

“Es decir, la pobreza se va yendo hacia las periferias, se va concentrando en ciertas ciudades, como ahora Tijuana. Los problemas sociales persisten, eso me golpea mucho. A pesar de todo lo fantástico que ha hecho el presidente Andrés Manuel López Obrador, al país le hace falta salir adelante por medio de un proceso de autonomía, de zafarse del imperio.

“Veo un país con clases sociales enajenadas. A la clase media, totalmente ajena a lo que está pasando, no le interesa nada más que la competencia, comprar, ser como el otro o mejor; es una clase media que tiene mucho poder y ha crecido. Cuando hice foto éramos una clase media bastante pareja, con algunos ricachones por aquí y por allá. Hoy persisten los problemas sociales, a pesar del esfuerzo tremendo y positivo que se ha hecho recientemente”, insistió el fotógrafo.

Moya, de 89 años, ha tenido el privilegio de vivir y disfrutar las dos vertientes de la fotografía. “Una es cuando la sientes y haces la imagen de acuerdo con ciertas convicciones y temáticas, yo hice siempre foto social. La otra vertiente es cuando, a una edad avanzada, vuelves a ver tu trabajo y se viene encima un enjambre de recuerdos y asociaciones, te arrepientes de lo que no tomaste, de lo que se nos fue. Los fotógrafos veteranos siempre nos lamentamos de lo que dejamos pasar por una u otra razón, pero también gozo mucho ver lo que hice. Es lo que hoy estoy viviendo”.

Desde hace 22 años, Rodrigo Moya y su esposa Susan radican en Cuernavaca, “por eso no sueno, pues no me interesa estar aclamándome. Vivo muy tranquilo y dedicado con Susan a ordenar mi archivo, que es muy bonito y espectacular desde el punto de vista visual, todo está en carpetas, tengo todos los movimientos sociales de la época y las guerrillas. Por ejemplo, fui el único fotógrafo extranjero que estuvo en la invasión de República Dominicana del 65. Sobre todo, me paso el tiempo ordenando, lo hago con el afán de que las personas que requieran algo de mi archivo lo encuentren con facilidad, y ya está pasando, me busca mucha gente y me piden muchas fotos”.

El libro de todas las épocas

Hasta el momento, del archivo Moya ha salido una decena de libros y se encuentra en preparación otro más. Hace unos días, el catálogo de la exposición que presentó en el Museo del Palacio de Bellas Artes en 2019, titulada Rodrigo Moya: México recibió el premio Premio Antonio García Cubas al mejor libro de arte de 2022.

En ese volumen el lector puede apreciar “la manera de ver el mundo de un fotógrafo que con mucho empeño se dedicó a cubrir diversos problemas sociales”, dijo el maestro, quien no sólo es el decano del fotoperiodismo en el país, sino quien más asuntos cubrió entre 1955 y 1967.

Todo un mosaico de géneros habitan en su acervo: teatro, música, fiestas populares, retratos de personajes célebres, desde el Che Guevara hasta Gabriel García Márquez.

“Cubrí un espectro muy amplio y eso es lo que me diferencia de los demás. Ahora trabajo en la idea de hacer un libro con fotos de todas las épocas”, detalló.

Moya narró que cuando dejó la carrera de ingeniería, “muy joven comencé con la foto, mi primer reportaje lo hice a los 21 años, en el Mezquital. Luego me fui a fotografiar Ciudad Nezahualcóyotl, que estaba surgiendo.

“Todos los movimientos sociales de esos años los tengo fotografiados, el que menos hice fue el del 68 porque ya estaba dedicado a una revista propia sobre el mar y la pesca; el 68 lo cubrí de refilón, sólo dos manifestaciones.

“En mi época no había una escuela de fotografía propiamente dicha, o una línea. Mi gran maestro fue el colombiano Guillermo Angulo. Estaba Manuel Álvarez Bravo, que es un gran maestro, pero es una foto apacible, poética, y yo andaba en los chingadazos, me preocupaban mucho los movimientos sociales, a pesar de que fui clase media. Iba a todas las manifestaciones y no llegaba ningún fotógrafo, o llegaba uno que sólo tomaba una foto y se iba porque no se las publicaban; yo cubría de principio a fin las manifestaciones, y además me gustaba, fui muy caminador.

“Entonces quiero hacer un nuevo libro con una foto espectacular de cada época, al menos. Sería la foto clásica, como llamo a lo que ahora le dicen ‘foto analógica’, nombre que me parece una barbaridad. Yo le llamo foto clásica a lo que hice, y estoy metido en eso. No hago nada digital, mis exposiciones son todas copias plata/gelatina, en fibra, copiadas una por una del negativo original. Esa es la peculiaridad del archivo y de mi trabajo.

“Admiro mucho la foto digital, me parece un invento prodigioso, mandar fotos en el momento, es un instrumento de documentación muy bueno, pero la fotografía clásica es otra cosa, son recuerdos perdurables, así se llamará mi próximo libro”, concluyó el maestro.

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