¿Qué es un estado policial?, ¿A qué denominamos estado policial? Pero primero, antes de definir a esa entidad que evoca control, establezcamos ¿qué es el estado salvadoreño?
Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*
El estado salvadoreño, al menos el que debiéramos conocer, surge de los Acuerdos de Paz y es producto de las negociaciones adelantadas entre el gobierno de entonces, pro oligárquico, rígido, criminal y atrasado, representado por la administración Cristiani, y su contraparte insurgente, el FMLN-END.
Los convenios emanados de aquellas negociaciones promueven el estado moderno, inclusivo e integrador que se habría de construirse con la paz, y al que desde el primer momento se resistieron las fuerzas oscurantistas y retrógradas reseñadas arriba, y al que niegan sistemáticamente por medios económicos y políticos, su cristalización.
Dos factores más han impedido la construcción de un estado inclusivo y moderno, además de la oposición férrea y hasta fanática de parte de los estamentos privilegiados de nuestra sociedad, y son el constituido por la cultura imperante, producto de siglos de dominación, y lo conforma la naturalización de parte de los sectores sociales más vulnerados de precisamente el esquema que los expolia, la exclusión y la marginación estructural que sorprendentemente incluso defienden.
El otro está conformado por la influencia que implica el gran hermano del norte y su visión estratégico militar de la doctrina del patio trasero, y que supone su permanente intromisión en los asuntos internos del país y la región en general.
Entonces, al conservadurismo estructural y cultural que padecemos, debemos sumar la injerencia del norte y la indecisión y aburguesamiento de la dirigencia del progresismo partidario que se acomodó en los últimos dos quinquenios, al orden político y cultural establecido.
En tal escenario y en consecuencia con el estancamiento político que supusieron las dos gestiones anteriores de la seudo izquierda burguesa, la población que optó por votar, favoreció el arribo de la actual gestión de derecha, la más recalcitrante y oscurantista que hemos padecido, y que ha naturalizado la cleptocracia mitómana más visceral, siguiendo el manual de Goebbels al pie de la letra.
El gobierno resultante no tuvo reparos para asesinar a opositores (2), durante el último ejercicio electoral; tampoco tiene dificultad en mantener, o negar, negociaciones con el hampa para asegurar su influencia en los territorios, o de practicar el autogolpe que le otorgara el control del aparato judicial y que derivó en el control total del estado, asegurando el encubrimiento del masivo saqueo que ahora mismo se sucede en el país.
En tal escenario, para preservar el poder y asegurar la impunidad, el régimen procura el control de la opinión pública, con la desinformación que provee el aparato mediático con el que aliena a la población, al que destina la mayor partida de recursos públicos.
La corona: el control policíaco de la población, sujeto al régimen persecutorio, implementado y basado en el temor a la represión.
El objetivo, controlar su pensamiento, anulando a cualquiera que denuncie los abusos cometidos, y anulando mediante la difamación y la persecución en sus diferentes formas, cualquier disidencia al régimen.
*Educador salvadoreño