¿Cómo aprenden los jóvenes ahora? ¿Cómo el conocer, el educarse, es algo dinámico y que por tal debe actualizarse continuamente? ¿Cómo perciben los jóvenes la realidad? ¿Cómo creen, en qué creen y por qué creen?
Por: Edwin Felipe Aldana Aguirre
Lo desconocido suele provocarnos miedo, curiosidad, interés y hasta parálisis. Lo normal o lo más sano sería que nos provocase curiosidad e interés, ya que al fin de al cabo, somos seres sociales por naturaleza; y dichas reacciones nos pondría en la dirección de comprender y asumir eso tan real que tenemos frente a nosotros. Parafraseando el evangelio diríamos que: La realidad verdadera nos hará libres.
La primacía de la realidad a la hora de pensar seriamente nos garantiza una praxis humana realmente posibilitadora. Y esa es una carencia seria de nuestra cultura en el más amplio sentido. Ese no partir de la realidad hace brotar expresiones como: “El pasado fue siempre mejor”.
Esa expresión en boca de los maestros y maestras es tremendamente preocupante, ya que muestra una soberbia absoluta impregnada de una buena dosis de ignorancia; y que para nada resiste una mínima revisión de historia. De hecho, el pasado está inmerso en el presente como un rasgo posibilitador; no hay presente sin pasado y éstos nos empujan al futuro.
Se habla demasiado de la crisis de la juventud, del desinterés, de la superficialidad y de una pretendida incapacidad etc, etc. Y ante esa realidad que le toca vivir a las generaciones jóvenes, nos erguimos como los sabelotodo, mostramos una pretendida superioridad en todos los órdenes y enterramos la cabeza ante algo que no entendemos y que preferimos no asumir.
Pero en realidad, si vamos hablar de crisis, deberíamos hablar de nuestra crisis como adultos, como maestros que han divorciado el hecho educativo de la realidad social que nos toca vivir junto con los estudiantes. Y, es más, hay rasgos inequívocos de desclasamiento del sector docente, cuando antes fue uno de los sectores comprometidos con el cambio. Ahora, el conservadurismo ronda en la mentalidad de muchos maestros y maestras.
Desmeritamos, desacreditamos y muchas veces nos colocamos como piedra de tropiezo para los estudiantes.
Esta nuestra realidad actual está marcada entre otros por el avance tecnológico, por el consumismo al cual por cierto muchos jóvenes se oponen. Ellos tienen niveles de información que nosotros no tuvimos; de hecho, nosotros mismos no alcanzaremos a leer ni el 3 % de los libros que nos gustaría leer. Ellos tienen más conciencia sobre el medio ambiente que nosotros.
La lucha por la igualdad y la equidad es parte de su horizonte, ellos asumen con naturalidad la diversidad que nutre la vida y el corazón de los seres humanos. De ahí que, estas generaciones están siendo atacadas por avalanchas de ideologizaciones, productos éstas, de la unificación de los grandes poderes mezquinos de este mundo.
Queridos maestros y maestras, la educación no está al margen de la realidad; la educación no parirá las ideas que cambiaran el mundo, si esta Educación no está centrada en el desarrollo de la persona, de las sociedades y de las naciones. La Educación verdadera deberá ir chocando con los modelos de “desarrollo”, que no garantizan la vida de las grandes mayorías, y para eso, los maestros y maestras deben terminar sus ciclos siendo estudiosos permanentes de la realidad.
Nuestra realidad actual marca que tenemos un cierto crecimiento económico, pero esto no es lo mismo que desarrollo nacional. Definitivamente esto genera una serie de discursos y practicas políticas de los sectores dominantes, que buscan convencernos de que todos vamos avanzando. Pero es que, además, tener más y mejores cosas, no nos garantiza una vida realmente de calidad o más humana.
El desempleo sigue golpeando a nuestra gente, y por supuesto que esto no sólo tiene que ver con la crisis internacional; hay algo estructural en esta problemática que ya hemos señalado en otros artículos. Delincuencia e inseguridad, una educación que no impacta en los estudiantes y por supuesto una eterna emigración, que significa ni más ni menos, que las oportunidades para vivir mejor tenemos que buscarlas afuera. En definitiva, hay una realidad dura y triste, que ni siquiera tenemos idea de cómo impacta en el ánimo de nuestros estudiantes.
¿Acaso nuestros jóvenes quieren algo diferente a lo que nosotros queríamos? Lo cierto es, y debe ser punto de partida para toda estrategia educativa; que los jóvenes se enfrentan a nuevos problemas o viven los problemas desde otras perspectivas, y sólo el acercamiento amoroso hacia ellos y, como diría Ellacuría: – “La realidad hay que verla con ciencia y con amor”-; y de este carácter debe estar nutrida nuestra pedagogía actual.
Al menos nosotros hemos vistos, que los jóvenes también quieren y sueñan con tener su propia casita y reflejan lo duro de esto en sus memes: “Somos la generación que ya no encontramos terrenos baratos.” Los jóvenes están conscientes de los precios, de las casas pequeñas, de las cuotas etc, etc. Sueñan también con tener un buen empleo que les permita una vida feliz y sin necesidades.
Pero, la realidad no pinta para eso. Nuestros jóvenes también expresan la realidad laboral y las oportunidades en sus memes: “Contacto, mata currículum”. Entonces en esta realidad de bajos salarios, de subempleo, de violencia y falta de libertad, cómo nos va a extrañar que 7 de cada 10 jóvenes quieran irse del país.
La lucha de todos los buenos maestros y maestras debe tener como punto de partida, nuestra propia transformación para ponernos a la altura de la realidad actual. Y en esto, estoy convencido del enorme aporte que significa Don Bosco: “la Amorevollezza (amabilidad) caracterizada en dar siempre el primer paso para favorecer el encuentro interpersonal con los demás, la iniciativa de acercarse, respeto a los demás, aceptación del otro, sobre todo los jóvenes en los cuales reconocemos al mismo Jesús presente en ellos, …”
Nuestros jóvenes entienden magníficamente la pedagogía de la ternura, porque de eso precisamente está carente nuestra realidad. Si, los jóvenes necesitan ser y descubrirse amados.
“La amabilidad y el afecto demostrado a los demás (No basta amar, los demás deben darse cuenta)” y un puntito más: “La dulzura al corregir”. Y se concluye con: Ejemplo y no discurso. La pedagogía salesiana, entre otras, tiene mucho que aportarnos en este proceso. “la comprensión de los jóvenes como nuestra “zarza ardiente” mediante la cual Dios se nos revela”.
¿Qué realmente nos está diciendo Dios desde la vida de nuestra juventud actual? Definitivamente, si no nos acercamos, no lo sabremos. Si no somos como niños y niñas, no nos llenaremos de asombro y no iremos a ver, y seguiremos con nuestros cantos nostálgicos que sólo nos llenarán de amargura.
¿Cómo aprenden los jóvenes ahora? ¿Cómo el conocer, el educarse, es algo dinámico y que por tal debe actualizarse continuamente? ¿Cómo perciben los jóvenes la realidad? ¿Cómo creen, en qué creen y por qué creen?
Quiero terminar este artículo con un hecho acaecido en la graduación de Parvularia, a los niños de preparatoria en un cantón pobre… Como pobres son nuestros países:
Como siempre estos actos tienen una formalidad que es educativa para nuestra niñez. Pero dentro de este acto, hubo momentos feos que provocaron violencia, enojo, frustración, tristeza y confusión. Entiendo que estos momentos no están avalados por el Ministerio de Educación; pero no sé si estoy equivocado.
En el momento uno, – de los feos- los padres de los niños y niñas graduados debían pasar a poner el respectivo anillo de graduación; cosa que la gran mayoría de padres no pudo hacer y se les vio con pena y a los niños con enojo.
En el momento dos, tocaba a la mesa de regalos para los graduados. De igual manera, no todos los padres pudieron y los qué si pudieron con algo sencillo, se encontraron con padres de familia regalando patinetas caras, bicicletas etc y etc. Y el llanto de los niños y niñas no se hizo esperar, y algunos jalones de los padres hacia ellos, tampoco.
Esto es una muestra de que hasta en estos niveles de la escuela, nuestros maestros y maestras están de espaldas a la realidad, al sentido común, a la empatía mínima con la comunidad a la cual sirve la escuela.
Definitivamente, si yo me hubiese graduado en esta Parvularia, éste sería para mí, el recuerdo más mierda de mi niñez.
*Investigador y docente universitario.