La paz total en Colombia

Las elecciones presidenciales del año 2022 motivaron un sin número de opiniones acerca del futuro de Colombia. Para algunos, Colombia se conducía al castrochavismo y el socialismo del siglo XXI; para otros, esta esquina de Suramérica era asaltada por el progresismo y la agenda conspiradora de los acuerdos para 2030.

Por: Oscar Andrés Flórez Cordovez*

Sin embargo, frente al pesimismo de muchos y los intereses políticos de las élites que siempre habían gobernado el país, una gran mayoría pensaba que el Pacto Histórico era un programa para el cambio, la paz, la vida, la dignidad y para vivir sabroso.

Vivir sabroso y hasta que la dignidad se haga costumbre fueron frases que calaron hondo en las clases populares, los medios alternativos y hasta en las redes sociales, como una nueva forma de parodiar el sufrimiento e ironizar la impotencia de encontrar tan lejana una transformación.

Colombia, con una de las tasas más altas de muerte de líderes sociales, el país más desigual de la tierra, una violencia política de más de 6 décadas, gran parte de su territorio sin servicios básicos y con una gran dependencia de los productos importados, así como un desempleo creciente, afronta el reto de zanjarse con la Paz.
Este encuentro cara a cara entre propietarios de la tierra y desposeídos, empresarios y obreros, Estado y excluidos, explotadores y explotados: ciudadanos todos, se ha convertido en el eje del discurso del Presidente electo, Gustavo Petro. Para ello la Paz Total ha sido su bandera para reducir la violencias.

La Paz Total ha sido objeto de la mirada critica de la oposición bajo el argumento de la no impunidad, mientras que para muchos sectores sociales, se asume como la esperanza de construir una Nación que ya no se bañe en sangre, sino en tramitar las diferencias en la conversación, como rasgo fundante de la democracia.

Así es como el gobierno va de anuncio en anuncio y de desconcierto en desconcierto. Porque si se quiere la Paz, la voz de los diferentes debe estar en la mesa. Cuando se pretende dialogar con el ELN, la derecha política del país se resiente; cuando se asumen escuchas con las bandas criminales, tiemblan los cimientos éticos de las víctimas; si se entabla un diálogo franco con los ganaderos, los progresistas ven amenazados sus intereses y su memoria histórica; y mientras eso se teje en la diferencia, el poder de los medios masivos urde un sinnúmero de infundios sobre cuestiones éticas de los actores y vaticinios funestos sobre el país que nos toca.

¿Cómo pretender una Paz Total, sin contar con todos los actores y con todas las causas estructurales de la exclusión histórica en Colombia? Postura ingenua pretender que hacer la Paz es un desarme. La Paz es un estado de cosas, y como estado de cosas implica que las miradas de los otros y sus voces converjan en un diálogo de lo posible. El camino para integrar esta diversidad no va a ser fácil, pero el gobierno del Pacto Histórico está siendo coherente con su programa, la reconciliación posible entre todos y todas.

Por ello en la última semana, en medio de las consecuencias de la tragedia por las lluvias, se anuncia a un ex guerrillero —Otty Patiño— y a José Felix Lafaurie (político de derecha y acusado de cohonestar con el paramilitarismo), como negociadores de gobierno frente al ELN. Y para que a Colombia no le pase como a Celina, acusada injustamente por la muerte de su esposo, en la maravillosa obra de Mientras Llueve, cuando al final dice —Y esperaré la muerte…Amiga Muerte; hoy el país susurra el versículo de Juan, el evangelista —bienaventurados los que no vieron, y creyeron—.

*Filósofo – Colombia

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