El aula enjaulada

“Vidas encajonadas”. Reensamblajes conceptuales y obras plásticas de Claudio Rama

Los lugares de enseñanza parecen muchas veces cárceles en su forma física y en su estructura organizativa. Y en nuestros sentidos cuando las recorremos, queda siempre la duda, de su función de ser aulas para aprender a vivir o de jaulas para encerrar la vida. Hay una sensación de encerramiento, pero también no estudiar, es una falsa libertad.

¿Es posible la enseñanza sin cárcel, o la libertad con enseñanza? Encerramos en aulas a los niños para que los padres puedan ir a trabajar, los encerramos hoy para que pudieran ser felices mañana, los encerramos para que aprendan y pensamos el aula como una solución y apenas como una cárcel momentánea. La vemos con la esperanza que no sea una cárcel sino un espacio de libertad, un encuentro con los otros que nos acompañan en este viaje milenario de trasmitir desde una generación a otra.

Con ese sueño enjaulamos a los niños desde sus primeras horas. Discutimos cuanto más joven se puede ingresar a las aulas y creamos el ciclo educativo del preescolar como una categoría propia. Antes de la escuela ya están en jaulas para comenzar su formación de socialización y de adiestramiento en las estructuras del preescolar. Y también, sin duda, de un tipo de crecimiento personal futuro normalizado y ordenado.

Pensamos en enseñarles hasta cuando la cárcel es el útero. Por miles de años incluso había una clase como jaula que era el lugar de los castigos, para cumplir sanciones por no aprender o por ejercer sus libertades, de la cual no se podía salir. Hemos avanzado a encerrarlos ahora en jornadas completas y dedicaciones exclusivas aumentando además los tiempos de reclusión como sinónimo del aprendizaje. Doble jornada o jornadas de tiempo completo se constituyeron en la forma de socialización y sojuzgamiento a la tarea de aprender. Cuando la educación era llenar las mentes, cuando más fijas y estables fueran las aulas, mejor se creía que era la enseñanza.

El aprendizaje como encerramiento es la base del rechazo incluso a las tecnologías de educación virtual. En esas aulas somos socializados y adiestrados como en jaulas. Para algunos sin ellas es difícil encontrar el remanso para aprender, el sacrificio del esfuerzo de leer, razonar y entender. Para otros es para repetir, memorizar y limitar las individualidades. La vida de mil tentaciones nos dificulta esa dedicación, esa disposición, esa tranquilidad que requiere la concentración de estudio y la formación. Se ha probado que la adrenalina de los varones dificulta sus aprendizajes y que se requiere más tiempo en los recreos. Hoy sabemos que no se pueden aprender competencias realmente encerrados en aulas dedicadas a la tiza, la lengua y el pìzarrón.

En la cárcel está todo lo que necesitamos, está el libro o el globo terráqueo, está la comida y la seguridad, la luz y el agua. Sólo falta el tiempo presente y la libertad. Pero no es seguro que esté allí el futuro. La enseñanza no se produce cuando estamos encerrados entre cuatro paredes. Hay algo más de vida en el aprender, muchas veces en la calle del trabajo hay nuevas verdades que en el mundo del aula donde se repiten sonidos y saberes como loros.

Fuente: Grupo R Multimedio

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