Podríamos consagrar la vida a denunciar estragos cualitativos y cuantitativos propinados por la mafia que se adueñó de la comunicación y seguir pasando ¡nada!
Por:
Una denuncia, por sí sola, no produce conciencia, tampoco acción. Eso es escandalosamente doloroso cuando se trata de nuestra mayor fragilidad política en materia de comunicación que es, muy posiblemente, nuestra peor debilidad en los campos de lucha de la «izquierda» o del «progresismo». Podríamos consagrar la vida a denunciar estragos cualitativos y cuantitativos propinados por la mafia que se adueñó de la comunicación y seguir pasando ¡nada!
Así nos ha ido. Ni las derrotas más alevosas nos han conducido a frenar (y menos a resolver) las causas de los daños y derrotas que nos impone el capitalismo, también, con sus mass media o armas de guerra ideológica.
Nadie tiene escapatoria. Ha sido un clamor en el Foro de Sao Paulo celebrado en Caracas, durante el 18, 19 y 20 de noviembre, y con la hospitalidad de la Universidad Internacional de las Comunicaciones.
En las filas de «los nuestros», todas las direcciones y los dirigentes deberían poner «barbas a remojo» por sus conceptos o prejuicios acumulados en materia de comunicación. Revisar sus convicciones más firmes e interrogarse de dónde las sacaron, cómo aprendieron a repetirlas, en mérito de qué les confieren pasión y confianza y qué resultado les ha ofrecido su cóctel de ideas comunicacionales.
Un porcentaje grande de las direcciones y los dirigentes jamás participó en algún tipo de capacitación, y menos en el diseño de tácticas y estrategias comunicacionales contrahegemónicas.
Abunda un cierto «sentido común» influenciado por el palabrerío de publicistas mercantiles o asesores rentados que con «encuestas», focus groups o artilugios cuantitativos diversos, imponen «verdades» convincentes para lubricar el tránsito de los dineros no poco inefables.
En este baile danzan direcciones y dirigentes en trances de esclavitud ideológica comunicacional, sin importar la fase de su lógica estereotipada, en proceso de campaña electoral, tanto como en el diseño de estrategias de salud, educación, vivienda o cultura.
Creen que las fórmulas de lo «exitoso», para el mercado, pueden ser trasplantadas linealmente para hacer «exitosos» los enunciados políticos de las gestiones gubernamentales. Un enredo teórico-metodológico carísimo y sin resolver. No hay peor sordo que el que solo se escucha a sí mismo, convencido de que sus ideas, sus medios y sus modos son un encanto de eficiencia y eficacia comunicacional. Calco odioso del estilo burgués.
Existen, al menos, cinco antídotos contra las manías comunicacionales del individualismo y el mercantilismo infiltrados en las cabezas de alguna «izquierda» y «progresismo»:
- La agenda temática no debe salir de las suposiciones o conjeturas de coyuntura, sino de las luchas sociales.
- Los gobiernos deben equiparar su base instrumental para la comunicación con una política democratizadora de las herramientas para la comunicación.
- Dejar de transferir dinero del pueblo a monopolios mediáticos.
- Transparentar el financiamiento de la comunicación, toda.
- Desarrollar instrumentos científicos especializados en el perfeccionamiento del relato transformador, su comunicación y retroalimentación.
No debería haber direcciones ni dirigentes populares, en pie de lucha, que no hubieren cursado una especialidad en comunicación transformadora, actualizándose en tiempo real para dominar la ubicuidad y la velocidad comunicacional de los pueblos.
Pero la realidad es desoladora. En el paisaje horrible de nuestras derrotas comunicacionales, reinan la soberbia y las soluciones de maquillaje. No pocas veces más de lo mismo. Nada de esto niega los avances y las excepciones honrosas que suelen ser insuficientes. Nada borra las «buenas intenciones» ni los «buenos propósitos» que de nada o muy poco sirven si reinan, además, la desorganización y el marasmo semántico de los intereses individuales por encima de los problemas comunes.
Tienen responsabilidad suprema los gobiernos y los gobernantes que parecen estar más dispuestos a la connivencia con la estulticia mediática burguesa que con una verdadera revolución comunicacional desde las bases sociales. Es un «talón de Aquiles» el avance de las derechas y ultraderechas.
A nosotros nos urge, hoy, una Corriente de la Comunicación Emancipadora contra el neonazifascismo; abrir una lucha a fondo contra las ideas, los medios y los modos del supremacismo histriónico, sus financiamientos, sus difusores, sus predicadores y sus cómplices.
Pero vemos lentitud consuetudinaria y no vemos opción posible de una plataforma cumbre de los países para organizarse y resolver los problemas actuales de la comunicación. Como alguna vez lo propuso el Informe MacBride. Por eso, la urgencia de un Segundo Informe en Un solo mundo con voces múltiples.
Ofende la ninguna voluntad política de muchos gobiernos y gobernantes ante la necesidad de un nuevo orden mundial para la información, la comunicación y la cultura. Eso duele e indigna.
Ya es bastante complicado, y peligroso, entablar escrutinio crítico al modelo de «comunicación» hegemónico burgués, y no es menos complicado el litigio científico entre los nuestros. Nada de eso omite la obligación, de método, que exige presentar credenciales de fraternidad y camaradería incluso en el trabajo de la crítica y la autocrítica de nuestras filas comunicacionales. Pero eso no nos hará suaves ni permisivos. Ya tuvimos demasiado de eso.
Ahora nos urge la acción que repare vacíos y que organice a las fuerzas para una contraofensiva híbrida, creativa y contundente que nos actualice los años de atraso que ponderamos desde que la Comisión Internacional para el Estudio de los Problemas de la Comunicación produjo el Informe MacBride (1980), Un solo mundo con voces múltiples por un nuevo orden mundial de la información y la comunicación (Nomic).
Urgen decisión política, sinceramiento y audacia. Urge una Cumbre latinoamericana y caribeña en materia de comunicación, para abolir la esclavitud semántica, la esclavitud tecnológica, la esclavitud jurídico-política, la esclavitud financiera y la esclavitud semiótica.
Fuente: Granma