El Acuerdo de Paz y una oportunidad desperdiciada

El 16 de enero de 1992, hace 31 años, se firmó, en México, el Acuerdo de Paz entre el Gobierno de El Salvador, con su inserto consustancial la Fuerza Armada, y el FMLN, que congregaba la acumulación histórica, con matices, de las luchas revolucionarias de larga data.

Por: Víctor Manuel Valle Monterrosa

Las partes firmantes eran dos instancias antagónicas muy definidas que tenían correlatos en la escena internacional. El gobierno era la parte política de un régimen pro-oligárquico y alineado en el anticomunismo liderado por Estados Unidos, y el FMLN proclamaba ser la vanguardia político-militar de la larga lucha de los de abajo en El Salvador y contaba con el apoyo de lo que, por entonces, se llamaba el campo socialista.

En la interpretación de hechos históricos no hay unanimidades. Mis opiniones son las de un octogenario observador, testigo privilegiado y alejado de las candilejas del poder y sus coleópteros, que tiene recuerdos y vivencias políticas desde hace casi 80 años.

Sobre esa base, creo que el Acuerdo de Paz es un hito en la historia de El Salvador. Ojalá mis reflexiones lleguen a personas prestas a entender, principalmente que tengan 40 años o menos, la vasta mayoría de la población, pues hace 31 años o no habían nacido o estaban haciendo la primera comunión.

El Acuerdo de Paz era una plataforma mínima, promisoria, consensuada con mediación internacional, para construir un nuevo país.

La firma del Acuerdo, efectuada en México, congregó a jefes de Estados y autoridades importantes de varios países que celebraban el acontecimiento como inicio de transformaciones en nuestras injustas estructuras económicas y sociales causantes del conflicto.

El secretario general de Naciones Unidas, Boutros Boutros Ghali, dijo: “No es exagerado decir que en conjunto y habida cuenta su amplitud y su alcance, estos acuerdos causarán una revolución lograda por la negociación”.

Los diez jefes de Estado y de Gobierno, que asistieron a la suscripción de los Acuerdos finales declararon; “…el proceso que culmina con los Acuerdos Finales de Paz de El Salvador, tiene un valor trascendental al anteponer la vía del diálogo y la negociación en la solución de cualquier conflicto que pueda amenazar la seguridad regional.”

La firma de los Acuerdos fue vista como un acto muy   importante para El Salvador y la paz regional y del mundo.

El presidente Cristiani reconoció, en su discurso, “…la crisis en que se vio envuelta la nación salvadoreña (…) no surgió de la nada, (…) esta crisis tan dolorosa y trágica tiene antiguas y profundas raíces sociales, políticas, económicas y culturales.”

Los Acuerdos acallaron las armas, sentaron las bases para democratizar el país y transformaron las instituciones del Estado llamadas a garantizar la democracia y los Derechos Humanos.

Los acuerdos permitieron depurar y transformar la Fuerza Armada, convertir la guerrilla insurgente en partido político, reformar la administración de la justicia y adecentar los procesos electorales.

Dados esos cambios, se pudo pensar, era pertinente crear el espacio adecuado para seguir en la búsqueda de acuerdos que abordaran “…las antiguas y profundas raíces sociales, políticas, económicas y culturales”, que mencionó el presidente Cristiani.

Para ese fin, el Acuerdo de Paz final previó la creación de un Foro para la Concertación Económica y Social “…con la participación paritaria de los sectores gubernamental, laboral y empresarial, con el objeto de lograr un conjunto de amplios acuerdos tendientes al desarrollo económico y social del país, en beneficio de todos sus habitantes”. El mecanismo y su propósito estaban claros. Sólo había que cumplir la palabra empeñada.

La primera duda sobre el cumplimiento de ese Acuerdo surgió cuando se dijo en el texto que “COPAZ (Comisión Nacional para la Consolidación de la Paz, organismo plural creado por la negociación para verificar el cumplimiento de los Acuerdos) convocará por primera vez la instalación del Foro (…) en un plazo no mayor a un mes después de haberse firmado el (,,,) acuerdo.”. Esa fecha perentoria vencía el 16 de febrero de 1992 y el Foro no se instaló en esa fecha.

Por fin, la COPAZ envió el 29 de abril de 1992 la convocatoria a la instalación que se llevaría a cabo el 11 de mayo en el Teatro Presidente de San Salvador para lo cual invitó al gobierno y a los sectores laboral y empresarial a nombrar sus representaciones con el fin de instalar el Foro.

Llegó el 11 de mayo y a la instalación no asistieron ni el presidente Cristiani, que además de presidente era un fuerte empresario, ni representantes del sector empresarial. Entonces comenzó un proceso de evaporación de la instancia prevista para abordar las raíces “antiguas y profundas” del conflicto político militar recién concluido.

Esto puso en evidencia que los sectores poderosos económicamente no tenían interés sincero en transformar al país y enrumbarlo a un desarrollo integral para las mayorías con educación, salud y viviendas para la dignidad.

Por supuesto que 31 años después de ese rayo de esperanza los poderes fácticos de entonces, que siguen intactos, continúan exitosamente con sus empresas que les significan pingües ganancias y acumulaciones. El beneficio que los Acuerdos previeron para “todos los habitantes” sigue a la espera. Por mucho que nos regodeemos con aparentes bolsones de desarrollo, sobre todo en los barrios acomodados de las principales ciudades, el subdesarrollo sigue golpeando a la mayoría de la población.

Según el más reciente informe sobre desarrollo humano en el mundo, de los 191 países a los que se les ha calculado dicho índice, El Salvador ocupa la posición número 125. Quiere decir que nuestro país está en el tercio inferior de la lista de países en cuanto a desarrollo medido por una combinación de tasas de escolaridad, esperanza de vida e ingreso económico. Y cerca de esa posición hemos estado desde que el índice fue presentado la primera vez por organismos de Naciones Unidas en 1990.

Dicho sea de paso, el citado informe sobre desarrollo humano indica que países de la región ocupan posiciones mejores. Costa Rica la 58; Uruguay, la 59 y Panamá, la 61. Nuestro país, con su posición 125 tiene como vecino inmediato a Nicaragua que ocupa la posición 126.

Los debates recientes sobre pensiones y jubilaciones han puesto en evidencia que el 80% de los salvadoreños no tienen prevista ninguna pensión como jubilados para pasar un final de la vida en condiciones mínimas de bienestar y protección social.

El descalabro del Foro de Concertación Económica y Social desperdició la oportunidad de abordar las “profundas y antiguas raíces” de nuestro conflicto de los 1980. Los responsables del descalabro, los poderosos y pudientes de siempre, siguen campantes como exitosos empresarios y las mayorías populares aún esperan su turno para que mejoren sus condiciones de vida. Ojalá El Salvador, en el futuro, sí tenga “…una segunda oportunidad sobre la tierra”.

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