Miguel Ángel Soria Verde y José A. Hernández Sánchez son los autores del libro “El agresor sexual y la Víctima”. El libro está estructurado en diez capítulos. El primer capítulo, “Agresión y sexualidad” plantea que, en la agresión sexual, hay elementos de poder-sumisión.
Por: José Guillermo Mártir Hidalgo
El rol social ubica a la mujer una posición jerárquicamente de inferioridad respecto al hombre. Las sociedades propensas a la violación se caracterizan por la violencia interpersonal, la dominancia masculina y la separación de los roles sexuales. Hay creencias o mitos sobre la violación: la primera creencia, ligar la agresión al deseo sexual del autor.
En gran parte de los delitos sexuales no aparece el objetivo sexual, pero si la humillación hacía la mujer. El segundo mito es la creencia que hay una provocación previa de la mujer. Cuando en realidad el agresor selecciona a la víctima-objetivo, anteponiendo su indefensión para realizar sus deseos. Otra creencia es la presencia de resistencia física de la víctima. Pero si la coacción inicial del autor es bien elevada, la resistencia física de la víctima se reduce al máximo. Otra creencia es que las agresiones sexuales se producían entre personas desconocidas, cuando en realidad la mayoría de víctimas conocían a sus agresores. Y el último mito es que hay un gran volumen de denuncias falsas, esto no se apoyado por las estadísticas oficiales.
El segundo capítulo titulado “El agresor Sexual”, Soria Verde y Hernández Sánchez plantean que la mayoría de los agresores sexuales son hombres, tienden a ser jóvenes y el alcohol está presente en las dos terceras partes de los casos de violación. Condiciones previas del agresor son la presencia de actitudes negativas hacía la mujer, déficits de valores pro sociales y actitudes favorables a la agresión. La tipología de los violadores es la siguiente: El violador de la agresión desplazada, su intención es humillar a la víctima. El violador compensatorio, busca compensar la falta de adecuación para una vida sexual ajustada. El violador sexual agresivo, la activación sexual está asociada con violencia y busca provocar miedo a la víctima. Y el violador impulsivo, realiza la violación para aprovechar la “oportunidad”.
Al tercer capítulo los autores le llamaron “La víctima y los efectos de la agresión sexual”. La victimología se define, como los efectos psicosociales inducidos sobre la víctima y su entorno social, por eventos interpersonales y sociales tipificados como delitos. Las fases tras el delito sexual son: shock/desorganización, la afectividad se ve dominada por los sentimientos de vulnerabilidad y hay efectos sobre la conducta. La segunda fase es la reevaluación cognitiva del suceso, donde la víctima trata de integrar el suceso dentro de sus esquemas personales. Antes de la agresión, la víctima tiende a ver el mundo como un lugar con sentido y controlable. Después del suceso, la víctima piensa que la vida no tiene sentido. La reacción de la víctima es aislarse en su hogar y adoptar una actitud de híper vigilancia e iniciar conductas auto destructivas a mediano y largo plazo.
Al capítulo cuatro los autores le titularon “El delito y la interacción delictiva”. La amenaza o la coacción es la base de poder del agresor sexual. Las principales fuentes de coacción son la fuerza física y el arma. El agresor realiza un proceso de evaluación cognitiva para seleccionar a la víctima, evaluando riesgos y beneficios. Los tipos de respuesta en las víctimas son enfrentamiento, huida o inhibición.
El capítulo número cinco es “Agresión sexual a menores”, Soria Verde y Hernández Sánchez denuncian la creencia que el agresor es una persona desconocida, cuando en la práctica, el autor es una persona próxima al niño. Efectos de la agresión sexual son: absentismo escolar, conducta asocial, puede no mostrar efectos en la infancia y surgir en la etapa adulta y nunca dice a nadie el suceso. Los actos sexuales suelen ser de dos tipos: directos como contacto genital o anal, penetraciones anales, genitales u orales e indirectas como exposición de genitales, producción de material pornográfico, inducir relaciones sexuales entre menores y exposición a material pornográfico. La tipología de agresores sexuales infantiles es la siguiente: Los fijados en la pedofilia prefieren a niños. Los regresivos, han experimentado relaciones heterosexuales, pero, presentan una masculinidad inadecuada por lo que eligen a niñas y los agresivos con características psicopáticas, eligen a niños.
En el capítulo sexto, “impacto y alarma social de los delitos sexuales”, los autores comienzan diciendo que la víctima tiende a ser culpabilizada por la sociedad. Esta estigmatización social puede deberse a la Teoría del Mundo Justo, las cosas malas le suceden a gente mala. También, puede deberse a la Teoría de la Atribución Defensiva, deseamos protegernos, por lo que evitamos identificarnos con la víctima. El proceso judicial es percibido como una postura exculpabilizadora.
Soria Verde y Hernández Sánchez titulan el séptimo capítulo como “Evaluación Psicológica en Delitos Sexuales”. La evaluación de los agresores sexuales tiene la finalidad de determinar la responsabilidad criminal para determinar la pena o sustituirla por una medida terapéutica. Y la evaluación de la víctima de agresión sexual se dirige al tratamiento posterior de la persona. La evaluación psicológica forense busca, evaluar el sufrimiento o padecimiento de la víctima y la valoración de la credibilidad de su testimonio.
El capítulo octavo llamado “Declaración y testificación”, los autores dicen que el acusado brinda declaraciones en los diferentes momentos del proceso jurídico penal. Igualmente, la víctima de un delito sexual, al interponer la denuncia, se convierte en testigo.
El penúltimo capítulo, “Intervención psicológica en delitos sexuales”, Soria verde y Hernández Sánchez mencionan que el tratamiento de rehabilitación de agresores sexuales se da en medios cerrados y en medios abiertos. Los métodos y técnicas de tratamiento a víctimas comprenden, la intervención en crisis, con el objetivo de reducir la tensión personal por medio de una o dos sesiones. Y sesiones de hora y media o dos horas de duración durante dos o tres semanas. Los tratamientos grupales comprenden los peer groups, donde las víctimas de agresión sexual se reúnen para facilitar la ayuda mutua y los grupos terapéuticos.
Y en el último capítulo, “Situación actual y alternativas”, hay una creciente conciencia social ante formas de agresión sexual no reconocidas tradicionalmente. El acoso sexual rastrea una conducta coercitiva y actitudes de minusvaloración hacia la mujer. Y la pornografía, es una representación de personas en actividad sexual, asociada a la violencia.