Guerra cognitiva

Benjamín Norton, es un periodista norteamericano quien afirma que el cartel militar de la Organización del tratado del Atlántico Norte (OTAN), ve cada vez más a su propia población, como células durmientes chinas o rusas. Ante este temor, han desarrollado tácticas de “guerra cognitiva”.

Por: José Guillermo Mártir Hidalgo*

La guerra cognitiva, es un ejemplo de mal político, ya que la armamentización de las ciencias del cerebro, implica piratear al individuo mediante la explotación de las vulnerabilidades del cerebro humano, para efectuar una ingeniería social más sofisticada. La guerra cognitiva busca cambiar lo que piensa la gente y como actúa: esparciendo discrepancias, instigando narrativas contradictorias, polarizando opiniones y radicalizando grupos. Para ello usa capacidades cibernéticas, desinformación, información psicológica e ingeniería social.

La guerra cognitiva comienza en la esfera informativa, con la hiperconectividad, ya que todo el mundo tiene un teléfono celular. Se trata de aprovechar los grandes datos de las corporaciones de big tech y vigilancia masiva, para conocer mejor al individuo y usar ese conocimiento para cambiarle la forma de pensar.

La guerra cognitiva es el arte de usar tecnologías para alterar la cognición de objetivos humanos, dirá Francois Du Chazel, ex militar francés. La guerra cognitiva es una lucha contra la forma en que pensamos. Su campo de acción es global y no tiene límite de tiempo. Es un campo de batalla través de la internet, puntuada por notificaciones a nuestros teléfonos inteligentes.El objetivo es influir en la toma de decisiones de los individuos y torcer su comportamiento. La guerra cognitiva, termina concurriendo en técnicas del gaslighting político.

Para la escritora hindú Rohitha Naraharisetty, la manipulación política es una característica definitoria del mal de nuestro tiempo. El gaslighting político usa el engaño y la manipulación de la información, con la motivación de desestabilizar y desorientar a la opinión pública sobre temas políticos.

Para lograr esto, crean narrativas alternativas que no se basan en la realidad. El impacto del gaslighting político, en la esfera política, se traduce en incertidumbre, confusión y paranoia masiva.

Algunas personas son manipuladas con éxito por el gaslighting político, pero otras tienen puntos de vista opuestos a la narrativa de los gaslighters, por lo que intentaran silenciarlos. El gaslighting político es una técnica utilizada por personas poderosas con tendencias narcisistas, quienes buscan manipular a otras personas para controlarlas.

El gaslighting político puede ser abierto, cuando se es consciente de la falsedad de la información. Igualmente, el gaslighting político puede ser encubierto, cuando hay declaraciones ambiguas que no pueden ser refutadas de manera concluyente. Una consecuencia del gaslighting político es la distorsión de la realidad. Esto puede conducir al colapso cognitivo público, en términos de que significa verdad. La distorsión de la realidad o la subversión de la realidad a escala masiva, dificulta que los ciudadanos se pongan de acuerdo sobre cuál es la verdad. Y pierden la fe en la posibilidad misma de una discusión veraz o en el propio punto de vista.

El gobierno salvadoreño, como gaslighter político, sabe que su principal fortaleza es el dominio de la narrativa pública. Su método se sustenta en la repetición incesante de mensajes, a través de las abrumadoras bocinas, construidas con fondos del erario público, hasta penetrar la agenda nacional.

La periodista salvadoreña, Gabriela Villaroel, declara que la narrativa del presidente Nayib Bukele se instaura en sus cuentas personales, luego, se viraliza por medio del aparato de comunicación digital creado por el gobierno y estrategias de comunicación gubernamental.

*Psicólogo salvadoreño

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