“Como mueren las democracias: lo que la historia revela de nuestro futuro”, es una obra de los politólogos estadounidenses y profesores de la Universidad de Harvard, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, quienes presentan dos maneras de hacer quebrar una democracia: a manos de hombres armados y a manos de líderes electos.
Por: José Guillermo Mártir Hidalgo
A manos de hombres armados, hace referencia a asaltos y golpes de Estado. A manos de líderes electos, a aquellos que subvierten el proceso mismo que los condujo al poder como Hugo Chávez Frías, Recep Tayyip Erdogan y Víctor Orbán, entre otros.
Levitsky y Ziblatt establecen que, cuando las personas tienen valores democráticos, la democracia está protegida. Pero, si la ciudadanía está dispuesta a responder a los llamamientos autoritarios, la democracia está en peligro. Sugieren que, los partidos políticos actúen como filtros, como guardianes de la democracia, si la respuesta de las masas a los llamamientos extremistas reviste de importancia.
Explican que, para mantener a raya a las personas autoritarias, hay que saberlas reconocer. Por lo que presentan cuatro indicadores de comportamientos autoritario: rechazan las reglas del juego democrático mediante palabras o acciones, niegan legitimidad a sus oponentes, toleran o alientan la violencia e indican su voluntad de restringir las libertades civiles. Los candidatos proclives al autoritarismo, son populistas externos al sistema. Suelen ser políticos antisistema y afirman representar la voz del “pueblo”. Los autócratas electos, socavan las instituciones para consolidar su poder. Consideran que el control de los organismos judiciales y de seguridad del Estado, deben estar en manos de personas leales. De esta forma, sirven a los objetivos del autócrata y protegen al gobierno de investigaciones y demandas legales. Así, el presidente puede infringir la ley, amenazar los derechos de la ciudadanía y saltarse la constitución. Para lidiar con los adversarios políticos, los autócratas ofrecen puestos políticos. Igualmente, los medios de comunicación colaboradores, pueden obtener acceso privilegiado al presidente. Levitsky y Ziblatt denuncian que cuando un demagogo se siente asediado por reproches, el poder concentrado es una oportunidad de silenciar a la crítica y debilitar a sus rivales. Sean o no reales las crisis, los autócratas están dispuestos a aprovecharlas, con el fin de justificar sus golpes de Estado o tomas de poder.
Los autores expresan que, no solo con las salvaguardas constitucionales se protege la democracia. Un guardarraíl, es un elemento de protección de seguridad vial pasiva, colocado a los lados de la vía, para separar calzadas de sentido contrario o en tramos peligrosos, para impedir que los vehículos se salgan de la vía o puedan chocar con elementos más peligrosos que la misma barrera. Pues bien, los guardarraíles de las democracias son, las normas de la tolerancia mutua y de contención institucional, las cuales están relacionadas y se apuntalan mutuamente. Tolerancia mutua reseña que, siempre que nuestros adversarios acaten las reglas constitucionales, aceptamos que tienen el mismo derecho a existir, a competir por el poder y a gobernar con nosotros. Y contención institucional, alude a evitar realizar acciones que, si bien respetan la ley escrita, vulneran a todas luces su espíritu.
Para que el sistema constitucional funcione, debe haber un delicado equilibrio entre el poder ejecutivo, legislativo y judicial. Los poderes legislativo y judicial, supervisan y controlan el poder del presidente. Pero, deben posibilitar el funcionamiento del gobierno. Es decir, las instituciones que tienen fuerza de controlar al presidente, deben hacer un uso contenido de dicha fuerza. Punto opuesto es un gobierno donde las instituciones legislativas y judiciales, se hallan en manos de partidarios del presidente, pueden anteponer la defensa del presidente, al cumplimiento de sus deberes constitucionales. De esta manera, pueden permitir que el presidente apruebe leyes abusivas, ilegales y autoritarias. El sistema de controles y equilibrios exige a los funcionarios, usar sus prerrogativas institucionales con criterio. Cuando hay un desmantelamiento de las normas básicas de tolerancia mutua y contención institucional, es porque subyace una intensa polarización partidista. Y una honda hostilidad entre los partidos, es un fenómeno peligroso en política.
En Estados Unidos, en el último cuarto de siglo, demócratas y republicanos se han convertido en mucho más que dos partidos rivales clasificados dentro de los bandos liberales o conservadores. Sus votantes están profundamente divididos por raza, creencias religiosas, geografía y estilos de vida. Los dos partidos están divididos por temas polarizadores como raza y religión, por lo que tienden a generar mayor intolerancia y hostilidad, que los temas políticos tradicionales como impuestos y gasto público.
Las normas son los guardarraíles de democracia, si se infringen, se pone en peligro la democracia. Levitsky y Ziblatt insisten en que la democracia en Estados Unidos, ha funcionado, apoyada en dos normas: tolerancia mutua y contención institucional. Estas normas indican a los políticos, como comportarse, más allá de los límites de la ley, para que las instituciones funcionen. Ambos autores consideran, que la fortaleza del sistema político estadounidense estriba en el “credo estadounidense” o “credo americano”, basado en dos principios: La libertad individual y la igualdad. Pero, advierten, la democracia estadounidense, no es tan excepcional como se cree. No hay nada en la constitución, ni en la cultura, que inmunice contra la quiebra democrática. La estabilidad política estadounidense, de más de un siglo, se pactó a expensas de la exclusión social y un imperio mono partidista en el sur del país. Ese mismo proceso, desencadenó un realineamiento fundamental del electorado estadounidense, que polarizó a los partidos políticos. La polarización, desde finales de la guerra de secesión, ha desencadenado epidemias de infracción de normas, que han desafiado a la democracia, tales como Joseph Raymond McCarthy, Newt Gingrich, Tea Party y Donald Trump.
Los autores sentencian, que la democracia estadounidense depende de los ciudadanos. Ningún dirigente político puede poner fin a la democracia, tampoco, ningún líder político puede rescatarla sin la ciudadanía, ya que la democracia es un asunto compartido. Ellos proponen los siguientes escenarios post Trump: una recuperación democrática, Trump y los republicanos siguen ganando, usando consignas nacionalistas blancas y, una democracia sin guardarraíles.
*Psicólogo salvadoreño
Bibliografía https://www.academia.edu/43329516/STEVEN_LEVITSKY_Como_mueren_las_democracias