La historia abunda en ejemplos de gobiernos que no habrían existido sin acabar primero con el libre pensar y la libre expresión, ejes fundamentales de la libertad.
Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*
Consideremos, por ejemplo, como las gestiones que rigieron al país durante el pasado conflicto armado vendía hacia el interior, hacia la población, el curso de los eventos, y como por otro lado se apreciaba hacia fuera, gracias a la cobertura que los medios internacionales brindaron del conflicto.
Había si recordamos una suerte de sopor en los territorios donde el gobierno se empleaba sin pleno control, imponiendo una narrativa falsa según la cual, el ejército gubernamental cosechó victoria tras victoria sobre esa banda de insurrectos y mercenarios que nos agredía, ¡a lo largo de 9 años!, hasta que la ofensiva de 1989 puso contra las cuerdas tanto al ejército como al gobierno de la época demostrando que aquella era demagogia pura, y la guerra arribó a la capital, donde algunos aceptaban el discurso oficial sin reparo.
Otro ejemplo lo constituye la política de rechazo que el mismo régimen opuso al Informe de la Comisión de la Verdad de la ONU, que descargó en el estado y sus agentes además de privados la responsabilidad de hasta el 97% de los crímenes del conflicto armado cometidos contra la población civil.
Ahora las consecuencias fueron dejar pasar por desidia y desinformación aquellos hechos, traduciéndose en la larga noche invivible que supuso el proceso democratizador para la población, en la que se vendió la tesis de que nuestro proceso pacificador era exitoso y habría de envasarse y venderse, cuando en realidad fuera imperfecto, incompleto y viciado, que degeneró en violencia, descomposición y desnaturalización del proceso de paz, dando paso en cambio a un estadio aberrado que se tradujo en la muerte o desaparición de una cantidad de ciudadanos equivalentes a la que el país perdió durante el conflicto mismo, más la expulsión por inseguridad de hasta la mitad de la población del país.
Es decir; la desinformación interesada del gobierno de entonces y la consecuente negación de la verdad proveniente de fuentes independientes, favoreció intereses privados derivando en los padecimientos que sufrió nuestro país con las privatizaciones de los 90’s y su absoluta desinstitucionalización, sumada a la monstruosa infestación consecuente del crimen organizado y terrorismo doméstico que cundió en el país.
Ahora y, en consecuencia, el régimen amenaza abierta y descarnadamente a una de las pocas fuentes informativas con las que aún cuenta el país, radio YSUCA, pues no puede sustentar con argumentos e ideas, su posición, respondiendo con lo que sí posee en abundancia: intolerancia.
Al no existir ya la institucionalidad no se investigará, y menos aún se procesará al responsable, pues apenas constituye una extensión autómata sin criterio del régimen, es decir un adorno.
Entonces, denegar la libre expresión solo se traducirá en lo que ahora padecemos desde siempre: una sociedad estancada, sin perspectivas y sin institucionalidad, donde la ley es la que se le antoja al caudillo, y su capricho, la mayor expresión de progreso.
*Educador salvadoreño