“Los evangélicos han construido este movimiento reaccionario de derecha y ahora la ideología en sí es la que tiene el poder”, dice la autora de ‘Jesús y John Wayne: cómo los evangélicos blancos corrompieron una fe y fracturaron una nación’
Por: Javier Biosca Azcoiti
Kristin Kobes du Mez es profesora de historia y estudios de género en la Universidad Calvin (Michigan), está especializada en la intersección de género, religión y política y lleva años estudiando el movimiento evangélico blanco y conservador en EEUU que, más que “un conjunto de ”creencias teológicas“, argumenta, es un ”movimiento cultural“ reaccionario que ha impregnado el Partido Republicano y que se ha extendido por otros países, como Brasil. Un fenómeno que la autora analiza en el libro ‘Jesús y John Wayne: cómo los evangélicos blancos corrompieron una fe y fracturaron una nación’ (Capitán Swing), que se acaba de publicar en español.
Trump no parece la mejor persona para representar la moral cristiana, ¿no? ¿Por qué se convirtió en el candidato de los evangélicos blancos?
Eso es lo que todo el mundo se preguntaba en 2016: ¿cómo pudieron los evangélicos traicionar sus valores para votar a Donald Trump? Como historiadora, sabía que esa pregunta no era la correcta y mostraba que la gente no entendía realmente cuáles eran sus valores.
Históricamente, se puede ver que en el núcleo de la política de valores familiares evangélicos se ha reivindicado durante mucho tiempo la autoridad patriarcal blanca. En los años 60, por ejemplo, la política de valores familiares emerge contra el movimiento de derechos civiles. Muchos evangélicos se resistían a esos esfuerzos en el sur, defendían las escuelas segregadas y estaban en contra del movimiento feminista y del movimiento contra la guerra. En su visión, había una cosa que iba a arreglar todos esos problemas: la autoridad patriarcal blanca.
Esto siempre ha estado vinculado en EEUU al nacionalismo cristiano, es decir, la idea de que EEUU fue fundado como una nación cristiana y tiene que ser defendida como tal. Y para que la América cristiana defienda el cristianismo y a Dios mismo, hay que ser duro y luchar contra todas estas amenazas. Estas cosas van de la mano: el ideal de masculinidad como guerrero y la idea de la necesidad de defender la verdadera fe. Sus enemigos son externos en el marco de la Guerra Fría, pero también internos: liberales, secularistas y el Partido Demócrata. Cuando eso entra en la ecuación, todo tiene sentido.
Donald Trump era en realidad el mejor candidato porque no estaba limitado por la virtud cristiana tradicional: cosas como el autocontrol, la dulzura, el amor… Él era el hombre ideal. Era el ungido de Dios precisamente porque haría todo lo que hiciera falta.
¿Dónde está el origen de este tipo de masculinidad cristiana evangélica?
Si nos remontamos al siglo XIX podemos ver que otros ideales de masculinidad eran mucho más comunes en el evangelismo estadounidense, como la moderación amable, aunque en el sur de Estados Unidos estaba más presente esa cultura del honor y ahí sí se ve más la autoridad masculina sobre las mujeres, los niños y los esclavos como la forma dominante de hombría cristiana. Con el tiempo, se puede ver cómo estos dos modelos se fusionan a principios del siglo XX en una especie de abrazo común de una masculinidad blanca más dura. No solo los protestantes conservadores abrazan este modelo, sino también los liberales.
Los evangélicos han construido este tipo de movimiento reaccionario de derecha de tal manera que la ideología en sí es la que ahora tiene el poder. Es una especie de movimiento populista
Las cosas no siempre han sido como son ahora. Durante la Primera Guerra Mundial había muchos protestantes liberales militaristas que apoyaban el esfuerzo de guerra y este tipo de masculinidad ruda. Igualmente había algunos protestantes conservadores que hacían lo mismo, pero también había protestantes conservadores que eran pacifistas, que rechazaban la guerra y que no eran nacionalistas cristianos.
Al final de la Primera Guerra Mundial, eso cambia. Los liberales son humillados, ven que la masacre no ha valido la pena y son los fundamentalistas los que realmente abrazan la militancia y una especie de masculinidad agresiva, pero no reciben mucha atención. Parecen marginados hasta la década de 1940. Durante la Segunda Guerra Mundial, y especialmente a principios de la Guerra Fría, empiezan a promover el nacionalismo cristiano y lo que, según ellos, son los roles de género tradicionales.
¿Tiene algo que ver esta evolución con la guerra contra el comunismo de la Guerra Fría?
Exactamente. Muchos cristianos evangélicos tienden a pensar que sus ideas de masculinidad o género vienen directamente de Dios. Sin embargo, los historiadores de género pueden demostrar que estas ideas cambian radicalmente con el tiempo y siempre están vinculadas a cambios económicos, políticos y a la política exterior.
En la Guerra Fría había una amenaza comunista militar real y los comunistas eran percibidos como anti-Dios –y hay cierta legitimidad en esta visión–, antifamilia y antiamericanos. Estas eran las cosas que los evangélicos más apreciaban. Fue un momento catalizador para los evangélicos.
En 1942 se creó la Asociación Nacional de Evangélicos y tenía el plan de unir a los protestantes conservadores de todo el país con publicaciones cristianas, radio cristiana, librerías… Es decir, utilizar los medios de comunicación y la cultura popular para difundir su verdad. Lo logran todo de una manera notable en los siguientes 15 años y todavía vivimos en esa realidad.
Para este movimiento, Donald Trump era el hombre ideal, el ungido de Dios que haría todo lo que hiciera falta
Sostiene que el evangelismo en este caso no es un conjunto de creencias teológicas, sino un movimiento cultural. ¿Por qué lo dice?
La definición oficial que hacen los evangélicos de ellos mismos es una definición teológica. El problema de esta definición es que no describe de ninguna manera el movimiento.
En primer lugar, si se utiliza esa rúbrica teológica, la gran mayoría de los protestantes negros de Estados Unidos marcarían todas las casillas. Sin embargo, la gran mayoría de los protestantes negros no se consideran evangélicos porque para ellos es mucho más que las creencias teológicas. Tampoco participan en gran medida en el mismo tipo de cultura de consumo: la industria editorial cristiana, la radio cristiana, la música cristiana… Por eso van a diferentes iglesias. No es la misma comunidad y no es la misma cultura. Además, según las encuestas de los propios evangélicos, un alarmante número de evangélicos tiene un nivel de analfabetismo teológico increíblemente elevado. Ni siquiera conocen su teología.
¿Es la corriente principal dentro del evangelicalismo o una especie de subcultura?
En gran medida es ambas cosas. Es una subcultura que, de alguna manera, está oculta si no la buscas o participas en ella, pero es tan masiva que ha influido notablemente en la política. Ha infundido totalmente el Partido Republicano, Fox News y cadenas seculares.
¿Qué definiría a los evangélicos como movimiento político?
No se puede entender realmente el evangelicalismo blanco sin su politización, lo que no quiere decir que todos los evangélicos blancos sean republicanos conservadores o miembros de la derecha cristiana, pero la mayoría sí que lo son.
El 81% de los evangélicos votaron por Trump en 2016 y las cifras de 2020 son similares. A finales de los años 70 hubo un esfuerzo activo para movilizar a los votantes en nombre de Reagan y, a partir de ahí ,se ha cimentado esta lealtad al Partido Republicano. Por eso, muchos evangélicos simplemente piensan que no se puede ser cristiano y votar demócrata.
Con una ideología que afirma que Dios está de su lado, no hay lugar para el compromiso político. Es una mentalidad de nosotros contra ellos
Desde 1980, los evangélicos conservadores han tratado enérgicamente de dar forma al programa del Partido Republicano. El aborto es uno de estos temas movilizadores, pero antes lo fue la segregación escolar. Han encontrado una causa común en torno a una serie de cuestiones, como la migración, a favor del muro fronterizo, las armas, contrarios al Black Lives Matter…
De hecho, cuenta que las armas son un elemento muy importante en la cultura evangélica. ¿Por qué?
Los evangélicos son más propensos a poseer y portar armas que otros estadounidenses. En los años 70 ya había consejos evangélicos que decían que dejásemos a nuestros hijos jugar con armas y a enseñarles a usar armas de fuego reales. Esto continúa hasta hoy.
Tienen la idea de que Dios ha hecho a los hombres y a las mujeres muy diferentes y que ha llenado a los hombres de testosterona para que puedan cumplir con su papel de protector. Esto se produce en el contexto de la Guerra de Vietnam, de la Guerra Fría, y existía el temor de que el ejército americano no fuera lo suficientemente fuerte. El movimiento antiguerra y el feminismo estaban debilitando la hombría americana y poniendo a la nación en riesgo. Entonces vieron que el papel cristiano apropiado para los hombres era ser fuertes y saber cómo luchar y matar para proteger a la América cristiana. Para muchos evangélicos hoy, esto es simplemente sentido común. Forma parte de su identidad cultural.
¿Diría que son más poderosos que nunca?
Son muy influyentes, pero es difícil decir cuánto. Volviendo a las elecciones de 1980, los evangélicos se atribuyeron todo el mérito de la elección de Reagan. Han construido este tipo de movimiento reaccionario de derecha de tal manera que la ideología en sí es la que ahora tiene el poder. Es una especie de movimiento populista. Si un destacado líder evangélico tratara de cambiar la dirección ahora de este movimiento, no lo lograría.
¿Cree que el Partido Republicano tiene que escuchar esta ideología?
En este momento, el Partido Republicano es más o menos esta ideología y cualquier miembro republicano que intente oponerse no tendrá éxito. Hay ejemplos como el de Liz Cheney, que dijo ‘soy uno de vosotros, mirad mi pedigrí, y creo que tenemos que aplicar la ley a nuestro presidente’. Ya está fuera.
El poder de cualquier evangélico para cambiar algo es bastante insignificante en este momento. Trump eligió a Mike Pence como vicepresidente para asegurarse el apoyo de esos evangélicos blancos, ya que representaba bien los valores evangélicos. Sin embargo, nadie quería a Pence antes que a Trump en esos círculos. El poder de este evangelicalismo teológico y religioso no es grande en la esfera política, pero el poder de esa identidad religiosa, política y cultural es increíblemente fuerte.
¿Ve alguna similitud con la experiencia del proceso, por ejemplo, en Brasil con Bolsonaro? ¿Es un fenómeno global?
Tiene un alcance global y Bolsonaro es un ejemplo clave, pero no es ni de lejos el único. Lo que estas ideas están haciendo en estos espacios son muy similares. Se puede ver cómo todo esto termina apoyando o puede terminar apoyando el autoritarismo y los movimientos antidemocráticos. Y ni siquiera he mencionado a la Rusia de Putin, donde existen el mismo tipo de similitudes.
Es un movimiento global, pero cada cultura local tiene sus propias historias y tradiciones de patriarcado. No se trata solo de ideas de EEUU que se exportan y dominan, sino que se reciben en estas comunidades de maneras únicas y, a veces, eso empeora las cosas.
Volviendo al título del libro, ¿podría desarrollar un poco la idea de cómo los evangélicos blancos corrompieron una fe y fracturaron una nación?
Corromper la fe lo digo porque muchos de ellos se definen a sí mismos a través de su biblicismo, pero son muy selectivos a la hora de elegir a qué pasajes de la Biblia les dan la autoridad literal y a cuáles no. Hay una gran cantidad de enseñanzas bastante directas en las escrituras que son antiviolencia como el poner la otra mejilla, amar a tu enemigo, amar a tu prójimo como a ti mismo, el sacrificio personal… creen que eso no se les aplica por el nivel de amenaza al que se enfrentan.
Y fracturar una nación, porque se puede ver la influencia de los evangélicos en la política estadounidense y dentro del Partido Republicano. Con una ideología que afirma que Dios está de su lado, no hay lugar para el compromiso político. Es una mentalidad de nosotros contra ellos. Es una ideología muy divisiva que hace el compromiso increíblemente difícil.
Fuente: www.eldiario.es