El primero de marzo hará 60 años que asumió la rectoría de la Universidad de El Salvador, el Dr. Fabio Castillo Figueroa (1921-2012) quien condujo un importante proceso de reforma de la UES para elevar su calidad académica al servicio de las necesarias transformaciones del país.
Por: Dr. Víctor Manuel Valle Monterrosa
En agosto de 1962 regresó Fabio de su exilio, y se le comenzó a ver como un candidato idóneo para las elecciones de Rector del año siguiente.
Había que fraguar bien esta candidatura. Cuatro años antes, en 1959, otra candidatura promisoria, la del respetado medico Dr. Arturo Romero López, se había malogrado, pues a pesar de que fue elegido Rector para el período 1959-1963, él declinó pues 15 años después de haber sido el “hombre símbolo de la revolución” que derrocó al dictador Martínez, sus pensamientos y proyectos se habían alejado de la política transformadora de la sociedad.
Estudiantes y docentes progresistas de diversas tiendas políticas nos unimos para impulsar la candidatura de Fabio como Rector y varios profesionales afines como decanos de las 7 Facultades. Los candidatos progresistas triunfaron y tomaron posesión ese 1 de marzo de 1963.
En 1963, la UES era pequeña. Su campus principal tenía pocos edificios y las dependencias universitarias funcionaban en casas alquiladas y dispersas por la ciudad capital. Casi no había profesores de tiempo completo y las autoridades ejercían por horas. Los estudiantes no pasaban de tres mil, aunque la UES conservaba su aureola de luz en las tinieblas del atraso educativo y social y era respetada en sus martirios y esfuerzos por tiempos mejores.
Nuestra plataforma orientadora era el célebre Manifiesto de Córdoba, cuando estudiantes argentinos rebeldes proclamaron y exigieron una universidad laica, democrática, con autonomía, libertad de cátedra, basada en la ciencia, el humanismo, estudiantes en gobierno universitario y compromiso con la realidad social circundante.
Teníamos presente las luchas estudiantiles de 1950 cuando los estudiantes universitarios fueron a la huelga para deponer al rector, Carlos Llerena, progresista y académicamente capaz, pero que gobernaba con un grupo no bien visto que querían perpetuarse en la conducción universitaria. Esa huelga fue un impulso para que en la Constitución Política de 1950 se incluyera la autonomía de la Universidad de El Salvador, por entonces la única en el país, como mandato constitucional.
En julio de 1962 los estudiantes de la izquierda revolucionaria lanzamos un manifiesto con el perfil de reforma que buscábamos.
Y dijimos alto y fuerte: “La reforma debe plantearse a la luz de las exigencias que plantean los problemas nacionales y la necesidad del desarrollo independiente de nuestra economía y de nuestra cultura”. Y además denunciamos que el problema universitario principal era que la “Universidad estaba a espaldas de una pavorosa realidad. (y) era un raquítico y atrasado centro de enseñanza de clasicas profesiones liberales”.
Con esos conceptos orientadores los estudiantes progresistas nos entusiasmamos para apoyar un candidato a Rector que coincidía con nuestros planteamientos de reforma universitaria necesaria: Fabio Castillo Figueroa, prestigioso profesor de Medicina.
El grupo promotor de la candidatura de Fabio y Decanos era plural. Recuerdo a Ivo Alvarenga, de la izquierda democrática, Albino Tinetti, izquierdista independiente, Salvador Navarrete Azurdia, progresista independiente tirando a izquierda moderada. Completamos el equipo Miguel Sáenz Varela, Antonio Osegueda y yo, en las filas del Partido Comunista y a quienes el dirigente Raúl Castellanos Figueroa nos decía con algo de humor “los fabianos”, insinuando que podíamos asumir posiciones como las de la famosa Sociedad Fabiana del siglo 19 en Inglaterra, que precedió al socialismo democrático que por entonces era mala palabra en la izquierda profunda.
Poco después de asumir la Rectoría, Fabio logró que el Consejo Superior Universitario aprobara la creación de la Comisión der Reforma Universitaria la cual quedó integrada así: Fabio Castillo Figueroa, rector; Mario Flores Macal, secretario general; Alfonso Trejos Willis y Alejandro Dagoberto Marroquín, dos académicos de alto nivel, y Albino Tinetti y Víctor Manuel Valle Monterrosa, designados por AGEUS.
Esta Comisión hizo en septiembre de 1963 un planteamiento de reforma universitaria y asumió como sus principios orientadores, la calidad académica basada en la ciencia y el humanismo, la resolución de problemas nacionales como interés primordial de los estudios, la democratización, y la autonomía como piedra de toque.
Algunos logros concretos de la reforma universitaria entre 1963 y 1966 fueron:
• Adopción de departamentos en la organización académica
• Fundación de Facultad de Ciencias Agronómicas
• Creación de centros regionales, actualmente Facultades Multidisciplinarias
• Organización de la administración académica: admisión, registro, áreas comunes, unidades valorativas y de mérito
• Construcción de residencias y comedores estudiantiles
• Aumento notorio de la matrícula universitaria y del profesorado de tiempo completo
• Programas de becas internas (estudiantes calificados, pero con problemas económicos) y en otros países (para cualificar en posgrados a personal académico)
• Establecimiento de Sistema Bibliotecario
• Construcción de edificios para albergar todas las Facultades.
En ese período de reformas hubo intentos de descarrilarla por diversos medios. En 1964 unos profesores de la Facultad de Ingeniería y Arquitectura declararon absurdamente la independencia de la Facultad con respecto a la Universidad y exigían la destitución del rector Castillo. En 1965, durante el gobierno militar de Julio Rivera, loa partidos PCN, el oficial, y el PDC más otros políticos sueltos aprobaron la Ley de Universidades Privadas que permitió en pocas semanas la fundación de la actual UCA. El propósito fue hacerle contrapeso a la universidad subversiva y quitarle la exclusividad a la UES. Era tan evidente el antagonismo de la UCA con la UES que el primer decano de ingeniería de la UCA fue Edgardo Suárez Contreras, un ingeniero que lideró el abortado movimiento para independizar la Facultad de Ingeniería de la UES. La maniobra les salió “tiro soplado”, pues en pocos años la UCA asumió una posición contestataria y formadora de conciencia social entre sus graduados.
La reforma que impulsamos en 1963 llegó a su fin al comienzo de 1967 y continuó una sucesión de hechos universitarios y nacionales que llevaron al zarpazo de lesa cultura propinado por el gobierno dictatorial de Molina en 1972. Después vino la guerra civil de los 1980 y, de nuevo, en 1980, una Junta de Gobierno Militar-Democratacristiana invadió violentamente la UES y los militares la ocuparon por 4 largos años.
Desde 1992 no ha habido intervenciones violentas en la UES, pero es notable que las fuerzas políticas fundamentales post-acuerdos olvidaron la UES al no incluir en los Acuerdos de Paz la restauración de la Universidad martirizada y la Comisión Presidencial sobre Educación y Desarrollo, nombrada por el gobierno de Calderón Sol en 1995 no mencionó para nada a la UES en su informe final.
Siempre es bueno conocer y examinar trayectorias. La de la UES en los últimos 60 años ha sido de claroscuros, de alegrías y dolores; de heroísmos y martirios. La reforma universitaria iniciada en los 1960 tiene de todo eso y aún quedan tareas pendientes.
El ideal de la UES se mantiene y continúa como su compromiso cumbre elevar la calidad académica, con vigencia plena de su autonomía, para hacer ciencia, desarrollar tecnología, elaborar conocimientos nuevos sobre la realidad circundante, y formar el personal de nivel superior necesario para el desarrollo nacional y por el bienestar de las mayorías y el mejoramiento sostenido de las condiciones de vida, sobre todo de los más necesitados y postergados.